jueves, marzo 16, 2023

Silicon Valley: la quiebra bancaria más grande desde 2008


Significado y alcance

 En un tiempo récord, apenas 24 horas, los ahorristas retiraron del Silicon Valley Bank 42.000 millones de dólares, lo que representa una cuarta parte de sus depósitos. Semejante hemorragia fue imposible de parar y provocó el colapso del banco. La noticia de que el SVB acababa de perder 2.000 millones por la venta de parte de sus activos con el propósito de capear el temporal y que se disponía a desprenderse de otros valores fue la señal de que la institución estaba en serios aprietos, lo cual aceleró la corrida para retirar los depósitos. En forma inmediata esto implicó un serio golpe a sus accionistas, que vieron cómo se pulverizaba de un día para otro las cotizaciones de las acciones, y a los propios ahorristas. Hay que tener presente que la legislación estadounidense vigente garantiza los depósitos hasta 250.000 dólares. Un porcentaje muy considerable supera esta cifra, ya que la mayoría de los depositantes eran empresas del sector tecnológico, incluyendo centenares de startups, que tienen su asiento en California, donde está radicado el corazón de esa actividad. 

 ¿Caso aislado?

 ¿Cuáles son las razones que explican este derrumbe? ¿Estamos frente a un caso aislado? La tendencia de las autoridades y de sectores del mundo financiero fue intentar minimizar el episodio.
 Lo del SVB es apenas la punta de iceberg. El aumento de las tasas de interés dispuesta por la FED ha provocado una caída generalizada de las cotizaciones de acciones, bonos y otros activos financieros, como las criptomonedas. Este hecho ha afectado especialmente a las tecnológicas, donde el descenso del valor de las acciones fue más pronunciado que el promedio. Es necesario tener presente que gran parte de las empresas del sector tenía como principal fuente de financiamiento el dinero que recaudaban proveniente de fondos de inversión especulativos que acapararon la compra de su capital accionario. Cuando la canilla se cerró, las empresas de tecnología se vieron forzados a retirar sus depósitos en efectivo en SVB para hacer frente a sus compromisos. La suba de las tasas de interés puso de relieve la valorización ficticia de un universo muy amplio de empresas, muchas de las cuales son empresas zombis que venían sobreviviendo por el dinero barato y que ni siquiera tenían los recursos suficientes para pagar sus intereses. Esto vale especialmente para las startups que giran en torno de las expectativas de una rentabilidad futura, aunque en el presente vienen arrojando pérdidas. El derrumbe se veía venir si tenemos presente que la declinación de las inversiones en las startups se venía constatando ya desde el año pasado, en un marco general dominado por una retracción de inversiones en la esfera productiva, que tiene como telón de fondo un parate y desaceleración de la economía mundial y la caída de las tasas de ganancia. Esta tendencia afecta los emprendimientos más recientes, que tropiezan con más dificultades para convencer a los inversores a que apuesten por ellos. En el último trimestre de 2022, las inversiones en nuevas empresas norteamericanas cayeron un 63% en comparación con el mismo período del año anterior.

 El sistema financiero en la picota 

La crisis no se agota aquí. Hay quienes han pretendido descalificar su alcance sosteniendo que la peculiaridad del banco, que lo haría vulnerable, responde al hecho de que un porcentaje abrumador de los ahorristas proviene de las empresas tecnológicas y en particular las de más reciente generación. Pero el SVB tenía activos por 209.0000 millones de dólares, es el 16° banco en importancia entre las 2.000 instituciones de Estados Unidos, por lo cual no podemos hablar de una entidad marginal. Con independencia de las particularidades del banco, lo que comparte con el resto de las instituciones es que una parte relevante de sus activos está conformado por bonos, títulos y valores que se han ido depreciando. En la medida que los mantienen en el patrimonio, esa desvalorización está disimulada en los balances de los bancos, pero quedarían descarnadamente al descubierto en caso de que bancos se vieran forzados a deprenderse de ellas, como le ocurrió al banco quebrado.
 El SVB había apostado por comprar bonos aparentemente seguros del gobierno norteamericano. A medida que la Reserva Federal comenzó su ciclo de aumento de las tasas de interés para “controlar la inflación”, el valor de estos bonos del gobierno cayó bruscamente y el balance de SVB se hizo añicos. Esto se vio potenciado por el escenario mundial de guerra comercial y la guerra misma. Con las represalias comerciales impuestas contra Rusia, bloqueando sus activos, las tenencias de los bancos centrales de valores de Estados Unidos, en primer lugar China, han ido disminuyendo, lo cual ha obligado a la FED a reemplazarlos, comprando bonos de Tesoro que en la actualidad ascienden a la friolera de 5 billones de dólares. La crisis capitalista no solo compromete y coloca en la picota a los bancos comerciales sino a los propios bancos centrales, empezando por la Reserva Federal estadounidense, que se ve inundado de títulos de deuda pública de imposible cobrabilidad. 
 Las instituciones bancarias están atiborradas de este tipo de activos desvalorizados y hasta basura. Ha trascendido que el Credit Suisse, un peso pesado, sería uno de los más expuestos a este riesgo. Pero, en general, aunque no hayan llegado al extremo del banco suizo, la vulnerabilidad se extiende a todo el sistema financiero, en la que no están exentos los bancos líderes. Esto es lo que está en la base del derrumbe accionario, que afectó en especial a los bancos europeos, que sufrieron descensos de sus cotizaciones superiores al 10% aunque también han caído en la volteada los bancos norteamericanos. 
 Obviamente, los más afectados han sido los bancos regionales. La crisis se llevó puesto a otro banco: el Signature Bank. Y hubo que suspender preventivamente las operaciones en la bolsa de varios bancos regionales, que venían sufriendo un veloz derrumbe de sus acciones. Importa señalar que antes de la quiebra de las entidades nombradas, acababa de entrar a la bancarrota el Silvergate Bank, que se distinguía, al igual el Signature Bank, en que su operatoria principal se concentraba en torno de las criptomonedas, otro de los activos que se vino abajo devorado por la crisis capitalista. 

 Perspectivas 

La nueva quiebra bancaria revela que la crisis de financiera de 2008 está lejos de estar superada. Los episodios actuales ponen de relieve la endeblez del sistema bancario.
 La amenaza de una reacción en cadena está presente hasta tal punto que Biden se vio obligado en persona a intervenir para poner paños fríos. El anuncio de que la garantía se extendía a la totalidad de los depositantes, cualquier fuera su monto, trajo cierta calma, aunque la situación de los mercados sigue siendo tensa y expectante. Todavía permanece vidrioso, de todos modos, cómo se va a instrumentar la devolución de los depósitos superiores a 250.000 millones de dólares. Habrá que ver los siguientes pasos de la Casa Blanca y la FED. Está claro que las medidas anunciadas implican una expansión monetaria y van a contramano del rumbo contractivo que se había adoptado. No hay que descartar, sin embargo, que el gobierno haga una pausa y hasta haga un replanteo sobre el sendero que se viene transitando de aumento de las tasas de interés. Tengamos presente que estas medidas no son una panacea, pues una cosa es garantizar los depósitos de tres casos puntuales y otra cosa tener que salir a socorrer a los ahorristas frente a un colapso generalizado. Recordemos que los depósitos del sistema bancario ascienden a 19 billones de dólares, equivalente a todo el PBI norteamericano. Los márgenes de maniobra de Washington son cada vez más exiguos y se encuentra entre la espada y la pared. Abrir nuevamente la canilla disipará la amenaza de una nueva escalada inflacionaria, pero cerrarla y ampliar el ritmo de aumento la tasa de interés abriría el riesgo de precipitar una crisis bancaria y corporativa incontrolable. Muy probablemente, el gobierno de Biden se quede a mitad de camino y no lleve ninguna tendencia al final agravando el escenario explosivo de recesión con inflación que hoy atravesamos. 
 Lo cierto es que la crisis capitalista hace su trabajo implacable de topo. Las contradicciones que desata son muy superiores al arbitraje y capacidad de acción de Estado. Habrá que seguir con atención el impacto en la periferia, pues no va a salir indemne de la situación. La incertidumbre creada por la crisis bancaria muy posiblemente acentúe las tendencias a un refugio del capital en inversiones más seguras y, por lo tanto, provoque una salida de capitales de los países emergentes, alentando las presiones devaluatorias y el dislocamiento de sus economías y abriendo paso obviamente a penurias mayores para la población. 
 Está a la vista que la salida adoptada para capear el temporal tiene un carácter absolutamente precario. El hecho que el Estado tenga que salir al rescate de los bancos pone de relieve que estos no se sostienen por sus propios medios, sino que subsisten apropiándose parasitariamente de los recursos generados por la sociedad. Es necesario invertir la fórmula. En lugar de subsidiar al capital y privatizar los fondos públicos, es necesario nacionalizar la banca, poniendo fin a un sistema privado agotado y reemplazarlo por una banca pública, bajo propiedad social y centralizar los recursos y colocarlos al servicio de las necesidades populares y un desarrollo de las fuerzas productivas. Esta tarea está reservada a los trabajadores, como parte de una salida de conjunto frente a la bancarrota capitalista que apunte a una transformación integral de la organización social sobre nuevas bases sociales. 

 Pablo Heller

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