Testigos y acusados coincidieron en la veracidad del propósito del todavía gobierno de Bolsonaro y los militares que lo acompañaban de acometer un golpe de Estado para impedir la jura presidencial de Lula. El punto central de la conspiración fue la reunión del 7 de diciembre de 2023, un mes antes de la asunción del gobierno de Lula, cuando Bolsonaro convocó a varios militares muy cercanos a él para debatir “qué se podía hacer en el marco de la Constitución” para evitar la asunción de Lula.
Bolsonaro y su partido, el PL, habían presentado una acusación de fraude electoral. Alentaba las versiones, además, de que el sistema de voto electrónico utilizado en Brasil fuera sensible a intervenciones externas y distorsiones, algo que no pudo ser probado. El propio Bolsonaro reconoció en su interrogatorio que “no puedo aportar pruebas” y agregó que se trataba de un recurso “retórico”.
Mauro Cid, el edecán arrepentido que ha firmado un acuerdo de colaboración judicial, señaló en múltiples ocasiones que “se presentó al entonces presidente un documento que preveía la declaración del estado de defensa y de sitio, además del encarcelamiento de magistrados del Supremo”. En esa declaración “el testigo señaló que el expresidente recortó la lista de autoridades que figurarían en el documento, pero mantuvo a Moraes. También relató que el borrador fue llevado a una reunión con los comandantes de las Fuerzas Armadas en la residencia oficial de Bolsonaro en Brasilia” (ídem). Cid también reveló un quiebre en las Fuerzas Armadas, debido al rechazo de Freire Gomes a ponerse a disposición de las maniobras golpistas, mientras que el jefe de la Marina, Almir Garnier, en cambio, habría ofrecido el apoyo de sus tropas. El tercero en discordia, quien también asistió como testigo y no como acusado, fue el comandante de la Fuerza Aérea, Baptista Júnior, quien rechazó de plano colaborar con un golpe de Estado.
Bolsonaro y sus principales colaboradores, como el general Augusto Heleno, rechazaron de plano haber llevado adelante cualquier acción golpista, algo que catalogaron de “terrible” e “inimaginable”. Negaron haberse salido de los marcos de la Constitución brasileña, que incluye un artículo que estipula que el Presidente tiene facultades para convocar a los generales de la plana mayor de las Fuerzas Armadas para debatir sobre asuntos que pueden conmover la seguridad y estabilidad interna del país, sin precisar a qué se referían, sino a la derrota electoral de su gobierno.
Bolsonaro ha denunciado que este es un juicio orquestado y que tiene como única finalidad alejarlo de las elecciones presidenciales de 2026, para las cuales asegura que es favorito. El año pasado, por sus dichos contra el voto el electrónico, la justicia lo inhabilitó para ocupar cargos públicos hasta 2030. La burguesía brasileña ya tiene decidido que el candidato de la ultraderecha sea Tarcisio de Freitas, el actual gobernador de Sao Paulo. Bolsonaro exige que Tarciso se comprometa a dictar un indulto en su beneficio.
Los “mítines” y movilizaciones callejeras convocadas por la ultraderecha en defensa de Bolsonaro tuvieron una recepción decepcionante. Su verdadero punto de apoyo actualmente se encuentra en el ala fascista del Partido Republicano, incluso en los altos niveles del gobierno Trump. Marco Rubio, secretario de Estado, declaró que el gobierno analiza retirarle el visado estadounidense al presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Brasil e impulsor de la causa contra el golpe, Alexandre de Moraes, el mismo que, años antes, fue uno de quienes llevó a la cárcel a Lula, y que luego votó por la anulación de ese fallo. De Moraes ha obligado a Elon Musk a ajustar a X a las condiciones de las leyes brasileñas.
Bolsonaro manifiesta que el gobierno de Lula ha entrado en un pozo sin salida y que se candidatea para suceder al petismo en el gobierno. Asegura que será candidato sí o sí en 2026, a pesar de la inhabilitación polìtica temporal que le fue impuesta. La ultraderecha se ha fragmentado en las elecciones municipales del año pasado. Tarcisio de Freitas, un seguidor “incondicional” de Bolsonaro padre, es el candidato más firme.
La popularidad del gobierno de Lula, asimismo, ha caído a niveles históricos, aunque Lula mantiene la confianza en un nuevo mandato. La derechización de su gobierno ha dejado en pie todas las contrarreformas laborales, previsionales, disposiciones represivas y el avance fenomenal del agronegocio sobre la Amazonia que se implantaron bajo los gobiernos de Temer y Bolsonaro. En Brasil, la guerra entre Estados Unidos contra China tiene una vigencia dominante.
Joaquín Antúnez
25/06/2025
No hay comentarios.:
Publicar un comentario