El ataque salvaje, demoledor e ininterrumpido desatado por las Fuerzas Armadas de Israel contra la República Islámica de Irán no tiene el propósito exclusivo de destruir las instalaciones donde se procesa el enriquecimiento de uranio y evitar la producción de un artefacto nuclear. El bombardeo con misiles a estos refugios subterráneos ha sido hasta ahora un fracaso y conlleva el peligro de producir un contagio radioactivo generalizado. La prensa coincide en que Israel no tiene los recursos tecnológicos militares para alcanzar ese objetivo, o sea las cargas explosivas y los medios de transporte. Para eso necesitaría el concurso de los Estados Unidos, que posee esas cargas de más de 13 toneladas y los B-2 con capacidad para evitar su detección. Es precisamente esta una de las razones por las que Netanyahu ha reclamado a Trump una participación directa conjunta en el ataque. El propósito excluyente de la guerra iniciada contra Irán tiene el objetivo estratégico de imponer una rendición política y militar incondicional del régimen de los Ayatollah, y la instalación de un gobierno obediente a los objetivos del imperialismo mundial. Numerosos observadores han destacado, con absoluto realismo, que el ataque obedece a la oportunidad estratégica abierta para Israel, que ha diezmado a las direcciones de Hizbollah y Hamas; avanzado, con total impunidad, con la “limpieza étnica” en Gaza y las expulsiones de palestinos en Cisjordania; derrocado al régimen de Bashar al Assad y ocupado el sur del Líbano y la mitad de Siria; y haber destruido buena parte de la defensa aérea de Irán en los ataques ‘ensayo’ de abril y octubre del año pasado. Inversamente, el objetivo estratégico de esta escalada militar ha sido preparar las condiciones para ir por el régimen de Irán. La reducción de Irán a una impotencia política completa culminaría el objetivo estratégico perseguido por el régimen sionista. El Medio Oriente, sin embargo, no se convertirá por ello en un espacio geopolítico de estabilidad, sino de guerras más allá de las fronteras de guerra actuales.
La agresión de Israel ha sido combinada con el Pentágono, que ha dado el salvoconducto para esta agresión, así como el conjunto del imperialismo mundial. Las declaraciones previas al estallido de las hostilidades, a favor de negociaciones que eviten una guerra, no fueron más que parte de un operativo de decepción que cuenta con contados antecedentes en la historia. Las potencias imperialistas que lideran la Otan conocían muy bien, como lo revela ahora el diario Haaretz, que “los preparativos de esta operación duraron más de una año. Los agentes del Mossad infiltraron Irán y crearon una red de agentes, asistentes, casas seguras, talleres, vehículos, falsificaron documentos, además de tecnologías avanzadas. También metieron de contrabando componentes para drones en Irán, para luego ensamblarlos y ocultarlos en el terreno”. En la operación engaño intervino la Unión Europea: todas las naciones que se declararon en contra de una guerra, la han apoyado después de desencadenada; las amenazas de interrumpir acuerdos comerciales, como prometió Gran Bretaña, fueron encajonadas. Haaretz añade que “no menos importante ha sido el hecho de que la Inteligencia israelí diseñó una maniobra que engañó a la dirigencia militar de Irán. Irán fue llevado a creer que el ataque de Israel tendría lugar una semana más tarde, después de otra ronda de negociaciones, acerca de la cuestión nuclear, entre enviados iraníes y norteamericanos, agendada para el domingo (siguiente) en la capital del emirato de Omán”. Los éxitos de estas operaciones de engaño y el nivel de infiltración de la inteligencia israelí, ponen de manifiesto la credulidad política insuperable del liderazgo teocrático. La expectativa de una salida ‘pacífica’ a la guerra de exterminio iniciada por el Estado sionista desde hace año y media, muestra el impasse de un régimen que no tiene otra opción que la búsqueda de una autonomía relativa dentro de un sistema imperialista mundial. El autoengaño se extiende a los acuerdos diplomáticos de Arabia Saudita con Irán, mediados por China, el año pasado, o al pacto de seguridad firmado con Rusia, en enero último, que se presentaron como una valla de contención de la guerra – que se venía preparando, en realidad, con un método meticuloso. El acuerdo comercial de Trump con Bin Salman, en marzo, firmado con la expectativa de iniciar “una era de oro”, según palabras del norteamericano, aunque en realidad muy vago en sus disposiciones, ha entrado en aguas de borraja.
El asesinato de líderes políticos y militares, y de numerosos científicos, ha ido creciendo de día en día; entre ellos, el de Abbas Alí Shamkani, el jefe del equipo negociador de Irán con Estados Unidos. Israel ya había hecho lo mismo con el jefe negociador de Hamas, en la misma Teherán. Trump había anunciado estar “comprometido con una resolución diplomática de la cuestión nuclear”, mientras autorizaba el asesinato de la contraparte de esa salida “diplomática”. Netanyahu, por el contrario, advertía, como una amenaza, “que un acuerdo nuclear no detendría la fabricación de una bomba por parte de Irán”. La participación decisiva del imperialismo estadounidense en el desencadenamiento de la guerra contra Irán, crecerá indefinidamente. Los misiles de Estados Unidos han asistido a la “Cúpula de Hierro” de Israel a interceptar los misiles balísticos lanzados por Irán como represalia, con todos los recursos de la información satelital encriptada. También ha trasladado al Mediterráneo al portaviones Nimitz, mientras el Pentágono y la Bundeswehr (Alemania) han advertido que intervendrán junto a Israel en la destrucción operativa de Irán, en función del grado de resistencia que presente Irán. Con una claridad absoluta, Netanyahu ha declarado que la guerra continuará todo el tiempo necesario hasta que Irán ‘deponga las armas’. Las Fuerzas Armadas de Israel han anunciado que “operan libremente” en el espacio aéreo iraní “desde el oeste hasta Teherán” y que “Teherán arderá”. Prosiguen los ataques contra funcionarios de gobierno, científicos, sedes gubernamentales, bases aéreas, refinerías. El propósito es obtener la rendición oficial de Irán, mientras Irán ha respondido con la amenaza de disparar 2.000 misiles contra Israel (La Nación, 15/6). “León Ascendente o en ascenso” -el nombre del operativo de Israel- revela con claridad que la cuestión de los límites al enriquecimiento de uranio han quedado en el archivo. Una votación, en la Agencia Internacional de Energía, sobre el cumplimiento de las obligaciones contraídas por Irán en materia nuclear, reveló que 14 países sobre 33 aprobaron la conducta de Irán – un número elevado de votos en un escenario dominado por gobiernos hostiles a Teherán. El gobierno y el alto mando militar del sionismo no han bajado, entretanto, los objetivos de guerra en Gaza, Cisjordania, Siria, incluso Yemen. El objetivo asignado a la guerra, por parte del imperialismo e Israel, es decapitar al estado iraní, colonizar el territorio histórico de Palestina, someter a Libano y desmembrar a Siria, y crear una retaguardia para la guerra contra Rusia y China en cuanto a mercados, y por la esclavización del proletariado mundial. Netanyahu hizo público este objetivo contrarrevolucionario en un video en que llamó a los iraníes a “un levantamiento popular”. De nuestra parte, llamamos al proletariado de Irán a organizarse en comités de base a lo largo y ancho del país para luchar contra el imperialismo y el sionismo, y para enfrentar la impotencia del régimen nacional opresor y su tendencia a una capitulación, mediante un gobierno de obreros y soldados armados.
El imperialismo, sin embargo, no tiene, al menos en apariencia, un gobierno de recambio para Irán. La guerra para acabar con el régimen iraní se ejecuta cuando en Irán gobierna el ala ‘reformista’ de la República islámica, durante mucho tiempo señalada por el imperialismo como una alternativa de recambio o como detonante de una crisis política terminal. El programa del ‘reformismo’ señala el objetivo de revivir el acuerdo nuclear firmado bajo el gobierno de Obama, con el apoyo y la supervisión de la Unión Europea, Rusia y China, a cambio de un levantamiento de las sanciones económicas. Estas condiciones internacionales serían el marco para ejecutar un programa de ‘ajuste’, que la burguesía local reclama con fuerza. Trump, sin embargo, aunque habría vetado el asesinato del jefe del Estado, el ayatollah Khamenei, planificada por Netanyahu, ha saboteado un acuerdo con el gobierno ‘reformista’ en funciones (incluso autorizando el asesinato, como está dicho, del jefe de la delegación negociadora iraní, Shamkani).
China ha vuelto a ofrecerse como mediador, pero esta vez de un cese del fuego, no en Gaza, donde sigue la masacre, sino con Irán. El acuerdo, de acuerdo a las informaciones, contemplaría también una tregua y la liberación de rehenes en Gaza, y la salida política de “dos Estados” – vetusta, agotada e inviable. Otras informaciones dicen otra cosa: ante la destrucción de los acuerdos con Irán en Medio Oriente, China replicaría con la ocupación de Taiwán. Las operaciones de infiltración de drones en Irán, como recientemente en Rusia, hasta Siberia, deben estar siendo vistas por China como una poderosa advertencia. En cuanto a Putin, una derrota en Irán, luego de haber perdido todo peso en Siria, lo deja entre la espada y la pared, en su guerra contra la Otan en Ucrania. La expansión agresiva de Israel, incluso imperialista, al menos como subrogante del imperialismo mundial, la lleva a una confrontación, si no con Turquía al menos con Erdogan y su área de control en el Cáucaso, que sigue estando siempre al sur de Ucrania, en el Mar Negro y en los estrechos navales a Europa.
La ocupación militar de Irak, en marzo de 2003, llevó al derrocamiento de Saddam Hussein, a la disolución del ejército iraquí y del partido Baath, al surgimiento de ISIS, a la división de facto del país y a las guerras del ejército norteamericano en Fallujah y en las regiones turcómanas. La variante de un gobierno militar extranjero en Irán luce completamente inviable. La Otan e Israel no han aclarado que clase de “cambio de régimen” están impulsando. El agudo desequilibrio político internacional desatado por la crisis capitalista mundial, la profundización de las guerras comerciales y financieras, el vuelco de Ucrania al campo de la Otan y la ocupación de Ucrania por Rusia, ha pegado un salto mayúsculo con la guerra imperialista contra Irán subrogada por el estado sionista.
Lo que de ningún modo se puede excluir es un ataque atómico selectivo o ‘ejemplificador’ de Israel contra Irán, en caso de que la resistencia iraní haga colapsar lo que el ‘establishment’ militar sionista llama “el frente interno”, un vocablo de uso corriente en los tiempos del fascismo europeo y el falangismo español. Es lo que tenía en carpeta Margaret Thatcher contra una localidad de la provincia de Chubut para el caso de que la Fuerza Aérea de Argentina hiciera naufragar a una parte de la flota británica en el Atlántico sur en la guerra de Malvinas. El peligro nuclear ha cambiado de campo: no lo representa Irán sino el estado sionista.
Los partidos revolucionarios deben esmerarse en mostrar a las masas los hilos y redes que ligan y atan a los gobiernos de sus países con el imperialismo en cada una de las guerras que éste ha desatado y en la guerra mundial en su conjunto. La tarea del internacionalismo proletario es unificar la lucha contra la guerra en su dimensión concreta por medio de la propaganda, la agitación y la acción en la clase obrera. Quienes no destacan el hilo imperialista internacional de cada una de estas guerras, no tienen otra alternativa que rumiar un propagandismo abstracto. Ese hilo unificador es la Organización del Tratado del Atlántico Norte y las grandes potencias que orbitan en la geopolítica y compiten por nuevos arrebatos y nuevos mercados.
Jorge Altamira
15/06/2025
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