domingo, agosto 16, 2009

Ciro Alegría: perfil de un revolucionario


En agosto de 1940 el nazismo se encontraba en plena expansión. La politica de "apaciguamiento" por la que las potencias democráticas habían sacrificado Checoslovaquia y la Republica española, les permitió todo.
Así, después de anexionarse Austria (13-03-1938), y de invadir Checoslovaquia (15-03-1939), se firma el pacto nazi-soviético (22-08-1939), le toca el turno a la ocupación de Polonia (1-08-1939), comienza la II Guerra Mundial, en junio de 1940 los nazis ocupan París, y días antes de que Mercader cumpla su mandato, estamos al principios de los bombardeos sistemáticos de la Luftwaffe sobre Gran Bretaña…A los militantes del POUM, la noticia les llega en los campos de concentración o en la clandestinidad francesa, no se trata claro está de una coyuntura con mucho espacio para que provocara la “indignación y el dolor” entre la “clase trabajadora”, tal como declaraba Joseph Hansen, el joven secretario y militante del SWP que fue quien arrebató el piolet a Ramón Mercader. Aunque impacto que causó entre mucha gente de izquierdas es incuestionable. Su sepelio –que en un principio estaba previsto en Nueva York pero el gobierno del “New Deal” no se atrevió a dar un visado ni a su cadáver-, fue acompañado de unas trescientas mil personas, en su inmensa mayoría “pobres” que, de alguna manera, sentían que la víctima podía ser algo propio. Por las calles resonaba el Gran Corrido de león trotsky compuesto por un bardo anónimo, y en el que destacan estrofas como las siguientes: “Murió León Trotsky asesinado/de la noche a la mañana/porque habían premeditado/ venganza tarde o temprana. Fue un día mates por la tarde/esa tragedia fatal/ que ha conmovido el país/y a toda la capital”.
Por su parte, tampoco la prensa profundizó especialmente sobre la cuestión. En líneas generales enfocó el drama como un “ajuste de cuentas” entre comunistas, cuando no comentó favorablemente el asesinato reclamado no solamente por los periódicos comunistas oficiales sino también por sectores de la derecha como por ejemplo los de la cadena Hearts. En la URSS, Pravda tituló la noticia como “La muerte de un espía internacional”, de un “hombre cuyo nombre pronuncian con desprecio y maldiciones los trabajadores del mundo entero”. En un artículo aparecido en diciembre de 1987, el historiador y general Dimitri Volkogonov detalla la reacción de Stalin, contando que “leyó con atención el artículo e hizo una mueca... Resulta que todo ha quedado en un caso de espionaje y yo he luchado todos estos años contra un espía. ¿Por qué tanto lujo de detalles? ¡Parece como si el asesinato hubiera ocurrido en Moscú¡”.
G. Munis (Manuel Fernández Grandizo, antiguo militante de la Izquierda Comunista, y animador del grupo bolchevique-leninista durante la guerra civil), que había embarcado hacia México a fines de 1939, estableció una relación personal con Trotsky, y su compañera, Natalia Sedova, y Trotsky le pidió que se hiciera responsable de la sección mexicana, muy desorientada tras el abandono de Diego Rivera. Munis tomará la palabra en el sepelio de Trotsky en el Panteón Moderno, e “intervino repetidamente en el proceso incoado contra el asesino como representante de la parte acusadora. Se enfrentó decididamente a los parlamentarios estalinistas, así como a la campaña de la prensa estalinista mexicana…
Enfrente a la indiferencia o la maldición se erigen unas pocas voces ilustradas que denuncian el asesinato y que acusan sin ambages a los responsables. Éste es el caso .de James T. Farrell, célebre autor de Studs Ludigan recordaba en su particular “tributo al gran viejo” como al final de su vida, al declarar ante la Comisión Dewey Trotsky evocando un momento de su adolescencia, resumió así toda su trayectoria y su fe: “Señoras y señores de la Comisión: la experiencia de mi vida, en la que no faltaron los éxitos y los fracasos, lejos de destruir mi fe en el futuro brillante y claro de la humanidad, me ha dado por el contrario, un temple indestructible. Esta fe en la razón, en la verdad, en la solidaridad humana que a los 18 años me llevó al barrio obrero de la provinciana ciudad rusa de Nikolaief, la he conservado total y enteramente. Se ha vuelto más madura, pero no menos ardiente. En la formación misma de esta Comisión...veo un nuevo y magnífico refuerzo del optimismo revolucionario que constituye el elemento fundamental de mi vida”. Farrell destaca como aquel “escolar que sale en busca de los obreros (“sin esperar ni preguntar a nadie”) hasta el revolucionario veterano, grande en su destierro, persiste confesando su “fe en la razón, en la verdad y en la solidaridad humana”.
También aparecen voces potentes en América Latina, en parte por la proximidad del evento, en parte por la lejanía de la guerra, y en parte también por la pasión que todavía suscitaba el “proceso de la revolución rusa (que) continúa abierto y lo estará todavía durante mucho tiempo”. Una de ellas es la de Ciro Alegría, escritor peruano (1897-1967) que consiguió un prestigio mundial con su novela El mundo es ancho y ajeno. Alegría como José Maria Argüedas mostró en algún momento una viva simpatía por Trotsky. Desde muy joven intervino en actividades políticas y en defensa de los indígenas y de las clases sociales más explotadas. Fue uno de los más importantes representantes de la literatura indigenista americana. En 1931 estuvo un año en la cárcel y posteriormente deportado a Chile, en 1934. En esta etapa se dedicó de lleno a la literatura y escribió páginas significativas de su literatura, obtuvo varios premios por sus novelas, otorgados por editoriales chilenas, por la editorial Farrar & Rinehart Company de EEUU y otros. Vivió durante varios años en Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba; y regresó en 1957 al Perú. Después de su novela premiada, "El mundo es ancho y ajeno" (1941), no tuvo una gran producción, salvo algunos cuentos y relatos. Este trabajo -Perfil de un revolucionario- lo publicó en 1940 en Chile durante su exilio. Ciro Alegría nació en la hacienda Quilca, Provincia de Sánchez Carrión, Departamento de La Libertad, Perú el 4 de noviembre de 1909 y realizó sus primeros estudios en Cajamarca y en la Universidad nacional de la ciudad de Trujillo, cerca de la costa. Hizo incursiones en el periodismo, en los diarios "El Norte" y "La Industria" de Trujillo. Ciro escribió en 1940 el artículo que sigue a continuación:

Perfil de un revolucionario

El proceso de la revolución rusa continúa abierto y lo estará todavía durante mucho tiempo. No se puede hablar de ella como de la francesa, a la cual la específica naturaleza de sus Conquistas y proyecciones, delimitó ya con netos contornos dentro de la historia. Esta revolución el año 17 libra aún su batalla, que será más dura en el momento en que decida campe por el mundo o cuando sus adversarios se le abalancen en un intento de ahogarla.
Creo necesario advertir de primera intención, a fin de que se perciba con claridad el tono exacto de mis palabras, que pertenezco a una generación que abrió los ojos ante el panorama Universal cuando la revolución rusa hacía algunos años que elevaba su alta llama en el horizonte. En vano nuestros maestros trataban de sugestionarnos y ganarnos para su causa confiriendo a su revolución, o sea a la francesa, la dignidad de la antorcha. Nosotros no la veíamos o, mejor dicho, queríamos ignorarla. La que nos alumbraba, la nuestra, era la rusa. Siguiendo su luz hemos caminado durante largos años. No ha sido un viaje exento de tormentas. Y así, es con tristeza y angustia que ahora pensamos en la muerte de León Trotsky.
Comenzando a escribir sobre él y al estampar la palabra “perfil” en el título, lo hice muy deliberadamente. En verdad, los límites de un artículo de revista resultan demasiado estrechos no digo para analizar sino que tan sólo para explorar los múltiples aspectos de una figura tan rica y poderosa.
Trotsky fue, en vida y obra, un hombre de pensamiento y un hombre de acción y, sobre todo, en la acepción más amplia del término, un revolucionario. Doy a este vocablo su cabal sentido de transformación. Enemigos de izquierda y derecha, en la campaña mundial de desprestigio emprendida contra Trotsky, han querido descalificarlo considerándolo como un hombre capaz de sueños. El expediente es viejo y pueril. La historia nuestra que la humanidad llama sueños a las realidades distantes.
No fue un soñador, decididamente. Lo prueban su fuerza dialéctica y su capacidad de acción. El, manejando el método marxista y una vez conseguida la victoria inicial dentro de Rusia, arquitecturó un plan revolucionario factible y cuya eficacia, en todo caso, es imposible negar a menos que se asuma, el papel de augur gitano. Antes, enfrentado a la acción fue factor decisivo en el golpe de Estado de octubre maestra de la técnica revolucionaria— en la organizar el Ejército Rojo y en las posteriores tareas constructivas.
Su ortodoxia ha sido considerada como falta de realismo. Permítaseme apuntar que, dentro del lenguaje revolucionario, realismo es una palabra peligrosa. Nadie puede, ciertamente, señalar sus límites y menos precisar el momento justo en que ella comienza a atentar contra el sentido mismo de la revolución. Si se trata, evidentemente, de modificar la realidad, un realismo que se ciñe a lo establecido y sirve a sus tendencias, no podrá operar con un impulso de veras transformador. Lenin decía: “Si la realidad es contraria a nuestro pensamiento, tanto peor para la realidad”. Ya oigo que los realistas, recuerdan, con un acento de triunfo, a la NEP. Más la nueva política económica no fue una desviación del espíritu revolucionario. Bien está que la acción inmediata exija, en ocasiones, acelerar o retardar el compás de la marcha, pero las premisas fundamentales no deben ser lesionadas. Así entendió el realismo Lenin y así lo entendió Trotsky. Combatiendo por hacer triunfar su concepto, ha vivido una existencia heroica de cuyo mérito está llamado a atestiguar el tiempo.
Ha de considerarse de modo especial su labor de escritor, pues en Trotsky, escribir era también una manera de actuar. No había nada de yerto ni inútilmente especulativo en sus páginas. Dueño de un estilo brillante, con una claridad expositiva y una habilidad polémica realmente extraordinarias, escribir le significaba combatir, atacar, defender, sembrar. En Una palabra, actuar. Su pensamiento trabajaba por hacerse acción cada día y es como un símbolo el hecho de que Trotsky haya muerto con el cráneo hendido por un golpe de pica.
Estoy seguro de que, una vez que se acalle la vocingleria, Trotsky surgirá en la historia como un hombre que intervino con decisión y lucidez, en una gran parte de la jornada del mundo. No es poco decir y más si se considera que ahorro desprestigiados adjetivos.
En la contienda entre Trotsky y Stalin se han dicho muchas palabras inútiles y será muy rara la voz que haya hablado por encima de las necesidades subalternas de una u otra facción. De todos modos, el hecho de que Stalin ganara la partida a Trotsky prueba ya que es un luchador hábil. Con esto no aludo a las cruentas purgas moscovitas que hirieron de mala manera el corazón de los revolucionarios del mundo. Me refiero al tiempo en que ambos se enfrentaron dentro de la misma Rusia y Stalin venció. Pero la prueba de quién tuvo la razón no ha llegado todavía. Es posible que ante ciertas quiebras pequeñoburguesas y socialdemócratas, la idea ortodoxa de Trotsky cobre nueva beligerancia y que, aun sin reconocer que dentro de ella late el espíritu del caído de México, sea llevada a la vanguardia del combate.

---(*) Este trabajo es uno de los “borradores” utilizados para el libro El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940), cuya edición esta en marcha en la editorial Renacimiento, concretamente en la colección España en armas


Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red

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