lunes, agosto 10, 2009

Retrato de Vichinski (con una aclaración personal deTrotsky)


En mi último artículo sobre Trotsky, hay alguien que pregunta quien era este. Vishinsky ofreció el “retrato” de un traidor de siempre, y Trotsky respondió contando lo que había sido hasta entonces su vida…
Andrei Vichinski (1882-1954), fue el principal acusado en los procesos de Moscú. En el grueso de sus intervenciones, convirtió a Trotsky en el “Gran Satán”.
Vale la pena decir unas cuantas cosas sobre este personajes que gozó de un importante tuvo una prudente prestigio, como lo demuestra la novela de A. Fadéiev La joven guardia (Moscú, 1966), best-seller de su época, donde se hace decir a uno de los protagonistas: “De todas formas, resulta peliagudo ser abogado defensor en nuestro sistema (...) Recuerda el juicio de aquellos viles saboteadores. Siempre pienso que la situación de los defensores era de lo más absurdo (...) Bueno, claro que el defensor nada tiene de interesante, puesto que contamos con tribunales del pueblo, pero resultaría muy interesante ser juez investigador. Conoces a toda clase de personas. Lo mejor de todo es ser fiscal... Acuérdate de Vishinsky. ¡Estuvo espléndido!”. Esto se publicó en un período en que los procesos de Moscú de Moscú se consideraban fraudulentos y algunas de las víctimas más conocidas habían sido ya “rehabilitadas”.
Este defensor del sistema era de la misma generación que los “saboteadores” y había ascendido dentro de las instituciones del Estado paralelamente a la caída de éstos. Menchevique de segunda entre 1902 y 1907, lo volvió a ser durante 1917. Sin embargo un esbozo biográfico oficial (VI. Nevski, Diccionario biográfico de activistas del movimiento revolucionario ruso, Moscú, 1931), le atribuye un papel como “jefe de Plana Mayor” que dirigió diversas actividades guerrilleras, y se dice que “participó en numerosos golpes terroristas contra provocadores organizó otras actividades”. Teniendo en cuenta que en la misma obra ya se erige a Stalin como el “sucesor de Lenin” y se le da una enorme importancia a su papel en las guerrillas georgianas —a las que se opusieron los mencheviques—, resulta evidente que estas líneas están escritas con el propósito de “blanquear” la personalidad de Vishinsky. Teniendo en cuenta que en la misma obra ya se erige a Stalin como el “sucesor de Lenin” y se le da una gran importancia a su papel en las guerrillas georgianas —a las que se opusieron los mencheviques— resulta evidente que estas líneas están escritas con el propósito de “blanquear” la personalidad de Vishinsky. Esto es tanto más evidente en cuanto dicha biografía no dice nada de sus actividades durante la guerra civil, por lo que no es abusivo imaginar que mantuvo una prudente neutralidad. Ingresará en el Partido bolchevique al final de ésta junto con antiguos dirigentes de la derecha menchevique (Martinov, Strumilin, Maisky), que en los años siguientes emergerán como importantes estalinistas. En un primer momento Vishinsky parece cantonarse en sus funciones jurídicas. Será sucesivamente lector y después profesor de la Universidad de Moscú, en 1928 es ya rector. Durante los años treinta su escalada es ya irresistible.
Director del departamento de Enseñanza Superior del Ministerio de Cultura, se convierte en procurador en 1931, procurador adjunto del Estado en 1933 y procurador general en 1935. En 1936 aparece como la cabeza visible de los Procesos de Moscú y da el tono de estilo de estos juicios. Como fiscal pide para los acusados penas de muerte y se refiere a ellos como “estos payasos, estos pigmeos», “estos aventureros que, con sus pies llenos de barro, han intentado pisotear las flores más perfumadas de nuestro jardín socialista”. La prensa soviética cita sus frases en titulares: “!Hay que fusilar a estos perros rabiosos¡”. Las penas de muerte se amontonan, algunos acusados no aparecen, muchos testimonios son presentados por Vishinsky sin verificación. Todo el montaje parece tan convincente que sólo una minoría fuera de la URSS se atreve a denunciarlo.
Hasta un liberal roseveltiano como el embajador norteamericano en Moscú, Joseph E. Davies, testigo presencial de los juicios, llega darle su visto bueno. Todo sea por la política de pactos, de manera que cuando estos no resultan necesarios, el discurso se vuelve a cambiar. Por otro lado, no había nada en la biografía de davies que pudiera indicar alguna debilidad por los viejos exponentes de una revolución que abomina.
Una de las características de Procesos es que incluyen también a antiguos verdugos como Yagoda, y el propio Vishinsky podía temer un destino parecido. Su historial de antiguo menchevique, polaco y adversario de Stalin en Bakú, podía ser un buen material para una de las parodias de juicios que tanto amaba Stalin. Sin embargo, esto no ocurrió y su carrera prosiguió sin interrupción. Sin duda Stalin le pareció demasiado valioso, era uno de los pocos cuadros con formación que quedaban. A la sombra de Stalin, Vishinsky fue el teórico “nuevo Derecho” (un Derecho que reconocía, como en tiempos de la Inquisición, las “confesiones” arrancadas con la tortura), vice-ministro de Asuntos Exteriores (1940/1949). También fue Vishinsky el un autorizado comentador de teoría “marxista” de Stalin. Una teoría que convertía el Estado soviético en “la forma histórica del Estado durante el período de transición del capitalismo comunismo (y lo convertía) el factor más poderoso y decisivo de la construcción socialista”. El Estado soviético era la garantía del desarrollo necesario de las fuerzas productivas, la principal fuerza económica y social, y su fortalecimiento imprescindible para “contrarrestar las tentativas reaccionarias desencadenadas por avance victorioso del socialismo”.
Los trabajos de Vishinsky sobre la cuestión solían estar sazonados de citas “eruditas” de su principal fuente, el “pensamiento” de Stalin, todo ello combinado con las descalificaciones despiadadas de sus adversarios
En una de sus respuestas al inquisidor, Trotsky realizó las siguientes precisiones biográficas (*)
… Vichinski decía en su requisitoria del 28 de enero: "Trotsky y los trotskistas fueron siempre agentes del capitalismo en el movimiento obrero". Vichinski desenmascara la "cara del verdadero trotskismo, ese enemigo de siempre de los obreros, de los campesinos, del socialismo, ese fiel servidor del capitalismo". Escribe la historia "del trotskismo que gasta más de treinta años de su existencia en preparar su transformación final en tropa de choque del fascismo, en sección de la policía fascista".
Mientras que los publicistas al servicio de la GPU en el extranjero (los del Daily Worker, del New Masses, de L´ Humanité) se dedican a explicar con la ayuda de analogías históricas y con sutiles conjeturas como un viejo marxista revolucionario ha podido, llegando a sesentón, convertirse en fascista, Vichinski aborda de otra manera la cuestión: Trotsky, dice, fue siempre un agente del capital, un enemigo de los obreros y de los campesinos; se ha preparado durante treinta años para ser un agente del fascismo. Vichinski dice lo que los publicistas del New Masses, etc, dirán pronto. Es por lo que prefiero hacerle cara antes a él. A las afirmaciones categóricas del procurador de la URSS, y opondré los hechos no menos categóricos de mi autobiografía.
Vichinski se equivoca cuando habla de treinta años de preparación para el fascismo. Los hechos, la aritmética, la cronología -y la lógica también- carecen de rigor en sus requisitorias. La verdad es que yo he participado no menos de cuarenta años sin interrupción en el movimiento obrero bajo la égida del marxismo. A mis dieciocho años organizaba ilegalmente en Nikoliev la Unión Obrera del Sur de Rusia que contaba con doscientos obreros. Edité una pequeña hoja policopiada, Nache Dielo (Nuestra Causa). Durante mi primera deportación a Siberia (1900-1902), tomé parte en la fundación de la Unión de Combate por la emancipación de la Clase Obrera. Habiéndome evadido y refugiado en el extranjero, me adherí a la organización socialdemócrata de Iskra (La Chispa), dirigida por Plejanov, Lenin y otros militantes. En 1905 me encontraba al frente del primer Soviet (Consejo) de los diputados obreros de San Petersburgo.
He pasado cuatro años y medio en las prisiones, dos años y medio en Siberia, lugar a donde he sido deportado por dos veces y me he escapado por otras dos, he permanecido doce años en la emigración bajo el antiguo régimen, he estado condenado a prisión en Alemania, por contumacia, por haber combatido la guerra. He sido expulsado de Francia por la misma razón. Arrestado en España, internado en el Canadá. Ha sido de esta manera como he cumplido mis funciones como agente del capital.
Los historiadores estalinistas que me presentan como un menchevique hasta 1917 falsifican la historia a su gusto. A partir del momento en que el bolchevismo y el menchevismo se definen con la política y la organización (1904), me situé fuera de las dos fracciones. No obstante, tres revoluciones lo han demostrado, mi política coincide en todo lo esencial, al margen de conflictos y polémicas con la de Lenin.
Las divergencias más importantes que he tenido con Lenin en esta época provenían de que yo esperaba que la fusión con los mencheviques, llevaría a la mayoría de éstos a entrar en la vía de la revolución. Lenin tenía literalmente la razón sobre esta ardiente cuestión. Hay que decir sin embargo que en 1917 las tendencias "unitarias" fueron muy fuertes entre los bolcheviques. Lenin decía el 1 de noviembre de 1917 al comité de Petrogrado: "Trotsky ha constatado después de mucho tiempo la imposibilidad de la fusión, Trotsky lo ha comprendido y no hay desde entonces mejor bolchevique que él".
A partir del fin de 1905, empecé a sostener que la revolución rusa no podría concluir más que con la dictadura del proletariado que induciendo al mismo tiempo la transformación socialista de la sociedad, a condición, sin embargo, de que la revolución mundial se desarrolle con éxito. Una minoría de mis adversarios de entonces consideró esta perspectiva cómo fantástica: hasta abril de 1917 y la califica con honestidad de "trotskismo", oponiendo el programa de la república democrática burguesa. En cuanto a la gran mayoría de la burocracia actual, no se define por el poder de los soviets más que después de la victoria que pone fin a la guerra civil.
En la emigración participé en el movimiento obrero en Austria, Suiza, Francia y Estados Unidos. Pienso con gratitud que la emigración me ha permitido penetrar mejor en la vida de la clase obrera mundial y de hacer, de la noción de un principio abstracto, el del internacionalismo, la fuerza motriz de toda mi vida ulterior.
Durante la Iª Guerra Mundial milité primero en Suiza, y después en Francia contra el chovinismo que devoraba la IIª Internacional. Durante dos años edité en París, bajo la censura militar, un diario ruso de espíritu internacionalista revolucionario. Estuve estrechamente ligado a los internacionalistas franceses y tomé parte con sus representantes en la Conferencia de Zimmervald (1915). Proseguí la misma acción durante los dos meses que estuve en los Estados Unidos.
Después de mi llegada a Petrogrado (5 de mayo de 1917), de un campo de concentración del Canadá donde había dado a conocer a los marinos alemanes prisioneros las ideas de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Tomé parte activa en la organización de la revolución de Octubre, sobre todo durante los cuatro meses que Lenin, escondiéndose, debió de pasar en Finlandia. Stalin, escribiendo en 1918 un artículo en el que el objeto era disminuir mi papel en la revolución, se veía obligado a decir: "Todo el trabajo de organización práctica de la insurrección fue desarrollado bajo la dirección personal del presidente del Soviet de Petrogrado, Trotsky. Podemos afirmar con toda seguridad que el Partido es antes y sobre todo deudor de Trotsky del inmediato pasaje de la guarnición del lado del Soviet y de la buena organización del trabajo del Comité Revolucionario de la Guerra" (Pravda, nº 241, 6 de noviembre de 1918). Lo que no impedirá a Stalin escribir seis años más tarde: "Trotsky, bastante nuevo en nuestro partido, no ha jugado ni podía jugar un papel destacado en el período de Octubre" (José Stalin, Trotskismo o Leninismo, p. 68-69).
La escuela estaliniana, aplicando los métodos que le son propios y que ha inculcado en las salas y en las tribunas, tiende hoy en día a demostrar que, lejos de organizar la Revolución de Octubre, yo iba en su contra. Esta falsificación de la Historia se corresponde, ciertamente, no con mi biografía sino con la suya.
Después de la Revolución de Octubre permanecí en el poder durante nueve años, participando en la edificación del Estado soviético, en la actividad diplomática, en la vida del Ejército Rojo, en la organización económica, en los trabajos de la Internacional Comunista. Durante tres años he dirigido la Guerra Civil. En el curso de esta dura labor, tuve que tomar medidas draconianas. Asumo enteramente la responsabilidad delante de la clase obrera de todos los países y delante la Historia. La justificación de estas medidas está en su necesidad histórica, en el hecho de que iban al servicio del progreso y respondían a los intereses esenciales de la clase obrera. Siempre llamé las cosas por su verdadero nombre en la represión impuesta por la guerra civil, y rendí cuentas a las masas trabajadoras. No tuve nada que esconder al pueblo e incluso hoy no tengo nada que ocultar -delante de una investigación internacional.
Cuando una oposición se forma en determinados medios del partido contra mis métodos al conducir la guerra civil -y esto no fue más que un concurso disimulado de Stalin- en julio de 1919, Lenin me remitió un día por propia iniciativa, una hoja de papel en blanco debajo de la cual estaban escritas estas palabras: "Camaradas, conociendo la severidad de las órdenes del camarada Trotsky, estoy convencido de su justeza, de su utilidad, de su necesidad por el bien de nuestra causa, por lo que sostengo sin reservas esta orden del camarada Trotsky". Firma: V. Ulianov (Lenin)".
Esta carta blanca no estaba fechada. Yo la podía fechar en caso de quererlo.
La prudencia de Lenin en todo lo que concierne a sus relaciones con los trabajadores es conocida. Él creía por ende poder firmar por adelantado todas mis órdenes, por más que por numerosas vías le aconsejaran lo contrario. Lenin no temía el abuso de poder por mi parte. Debo de ajustar que nunca usé esta carta blanca. Permaneció para mí como prueba de una confianza excepcional por parte de un hombre que tengo por la más alta encarnación de la moralidad revolucionaria.
Tomé parte en la redacción de las tesis y del programa de la IIIª Internacional. Los principales informes presentados en los congresos sobre la situación mundial estuvieron repartidos entre Lenin y yo. Los manifiestos-programas de los cinco primeros congresos fueron obra mía. Dejo a los procuradores de Stalin el problema de explicar qué plaza tienen estos trabajos en mi evolución hacia el fascismo. En cuanto a mí, me mantengo inquebrantablemente fiel a los principios sobre los cuales fundamos con Lenin la IIIª Internacional.
Entré en conflicto con la burocracia dirigente desde el momento en que por una combinación de causas históricas sobre las cuales este no es lugar para hablar, ésta se convierte en una casta privilegiada y conservadora. Las razones del conflicto, en todas sus etapas, están consignadas en documentos oficiales, artículos y en obraza asequibles al público.
Yo defendí la democracia soviética contra el absolutismo burocrático; la mejoría de la condición de vida de las masas contra los privilegios excesivos de los dirigentes; la industrialización y la colectivización sistemática en interés de los trabajadores; la política del internacionalismo revolucionario contra el conservadurismo nacional. He tratado de explicar teóricamente, en mi último libro, La revolución traicionada, porqué el Estado soviético aislado, fundado sobre la base de una economía atrasada, se ha construido una monstruosa pirámide burocrática sobre la que se ha, casi sistemáticamente, coronado de un jefe absoluto e "infalible"...
Habiendo amordazado y derrotado a la Oposición con la ayuda del aparato policiaco, la pandilla dirigente me exilió a principios de 1928 en Asia Central. Por haberme negado en la deportación interrumpir mi actividad política, me expulsaron al principio de 1929 a Turquía. Entonces emprendí la publicación del Boletín de la Oposición, al servicio del programa que ya había defendido en Rusia, y entré en relación con mis amigos políticos dispersos por el mundo y que eran muy poco numerosos en esta época.
El 20 de febrero de 1932, la burocracia soviética nos privó, a todos los miembros de mi familia que se encontraban en aquellos momentos en el extranjero, de la nacionalidad soviética. Mi hija Zinaida, enferma y que se curaba en Alemania, perdió de esta manera la posibilidad de retomar al lado de su marido y de sus hijos. Puso fin a sus días el 5 de enero de 1933.
La lista de mis obras escritas totalmente o en parte en mi última deportación y mi ultima emigración, cuenta, según un cálculo hecho por jóvenes amigos con una devoción preciosa que nunca me ha faltado, aproximadamente 5.000 páginas impresas, sin contar las cartas y los artículos pequeños que formaban además algunos miles de páginas más. Me permito añadir que no escribo fácilmente, borrando y corrigiendo mucho. Mi obra de escritor y mi correspondencia constituye el contenido principal de mi vida en los últimos nueve años. La orientación política de mis libros, artículos y cartas se distingue por ella misma. Las citas que hace Vichinski no son como ya lo mostraré, más que falsificaciones groseras, en otros términos: elementos necesarios de la impostura judicial.
Desde 1923 a 1933 mantuve de cara al Estado soviético, de su partido gobernante y de la Internacional Comunista un punto de vista que se expresa en dos palabras: reforma y no revolución. Esta actitud se explicaba con la esperanza de que, si los acontecimientos le resultaban favorables en Europa, la Oposición de Izquierda podría resucitar pacíficamente el partido bolchevique, asegurar la transformación democrática del Estado soviético y devolver la Internacional Comunista a la vía del marxismo. La victoria de Hitler, preparada por la política criminal del Kremlin y la incapacidad completa de la Internacional Comunista para Comprender las trágicas enseñanzas de la experiencia alemana, nos convencieron a mis amigos políticos ya mí, que el viejo partido bolchevique y la IIIª Internacional estaban para siempre perdidos para el socialismo. Así también desaparecía la posibilidad de una posible reforma democrática del estado soviético. A partir de la segunda mitad de 1933, me convencí de más en más que una revolución política hecha contra la nueva casta, era históricamente necesaria para la liberación de las masas trabajadoras de la URSS; es igualmente necesaria para desembarazar las bases sociales de la Revolución de Octubre. Va de sí que un problema de tanta importancia debe suscitar y suscita, a escala internacional, las discusiones más apasionadas.
La degeneración política de la Internacional Comunista, enteramente enfeudada por la burocracia soviética nos ha llevado a formular la consigna de una IVª Internacional y de desarrollar las bases de su programa. Los libros, los artículos, los boletines de discusión que hemos soportado sobre este punto están a disposición de la Comisión de Investigación (1) y prueban irrefutablemente que no se trata de un "camuflaje", sino de una lucha ardiente y apasionada, en la tradición de los primeros congresos de la Internacional Comunista.
Puedo decir con seguridad y firmeza después de haber mantenido una correspondencia con centenares de amigos viejos y jóvenes en todos los países del mundo, que nuestra juventud está llamada a forjar para los combates del mañana los más firmes y los más seguros militantes.
Renunciar a la esperanza de una reforma pacífica del Estado soviético no significa desde luego renunciar a la defensa de la URSS. Sobre este punto, la recopilación recientemente publicada en Nueva York (León Trotsky: In defense of the Soviet Union) da fe de ello ya que invariablemente he combatido toda duda sobre esta cuestión. Más de una vez he tenido que romper con mis amigos. En La revolución traicionada expongo que la guerra pondrá en peligro, al mismo tiempo que la burocracia, las nuevas bases sociales de la URSS que representa un inmenso progreso en la historia de la humanidad. De ahí el deber absoluto de todo revolucionario en defender a la URSS contra el imperialismo a pesar de la burocracia soviética.
Mis obras muestran claramente mi actitud hacia el fascismo. Desde los primeros momentos de mi vida en la emigración, hice sonar la alarma ante la presencia ascendente del fascismo en Alemania. La Internacional Comunista le oponía la absurda idea del socialfascismo. Exigí la organización sistemática de milicias obreras. La Internacional respondía presumiendo de sus futuras victorias. Demostré que sí Hitler tomaba el poder, la URSS corría un grave peligro. Ossietsky publicaba y comentaba con simpatía mis artículos. Nada se hacía. La burocracia usurpaba la Revolución de Octubre para obstaculizar la revolución en otros países. Hitler no hubiera vencido sin la política de Stalin. Los procesos de Moscú se explican en gran medida por el deseo de hacer olvidar la criminal política del Kremlin en Alemania. Si está probado que Trotsky es un fascista, ¿quién prestaría atención entonces al programa ya la táctica de la IVª Internacional? Este es el cálculo de Stalin.
Como ya sabemos, durante la guerra, los internacionalistas fueron considerados los agentes del enemigo. Este fue el caso de Rosa Luxemburgo, de Karl Liebknecht, de Otto Rühle en Alemania, de mis amigos franceses (Monatte, Rosmer, Loriot), de Eugene Debs en Ios Estados Unidos, de Lenin y yo en Rusia. El gobierno británico me internó en marzo de 1917 en un campo de concentración canadiense por la instigación de la policía del zar que me acusaba de preparar, con el Estado Mayor alemán, el derrocamiento del gobierno provisional de Miliukov y Kerensky. Podemos creer bien que las acusaciones presentadas por Stalin y Vichinski son un plagio. Pero en realidad, Stalin y Vichinski han plagiado el contraespionaje zarista y al servicio de inteligencia británico.
El 16 de abril de 1917, cuando estaba encarcelado con los marinos alemanes, Lenin escribió en Pravda: "¿Podemos admitir por un solo instante (...) que Trotsky, el antiguo presidente del soviet de diputados obreros de Petrogrado en 1905, un revolucionario que ha consagrado a la revolución decenas de años de servicio desinteresado, haya podido secundar un plan del gobierno alemán? Esto es una calumnia manifiesta y ultrajante contra un revolucionario" (Pravda, número 34)...
"Que estas líneas parezcan actuales -escribía yo el 21 de octubre de 1927 (y subrayo: ¡1927!)- en una época de infames calumnias contra- la Oposición, y en ninguna manera diferentes a las calumnias con las que se negaba en 1917 a los bolcheviques".
Hace diez años, es decir bastante tiempo antes de la formación del "centro unificado" y del "centro paralelo", mucho tiempo después del viaje de Piatakov a Oslo (2), Stalin lanzaba ya contra la Oposición las calumnias y las actas de acusación. Y si Lenin tenía en 1917 más de veinte años de pasado revolucionario para un desmentido tajante, yo oso creer que los veinte años que han transcurrido después, tan importantes por su contenido, me dan el derecho de sacar de mi autobiografía uno de los argumentos más serios contra las actas de acusación de Moscú.

(*) León Trotsky: Autobiografía abreviada. Este texto es un capítulo del libro Les crimes de Staline (Ed. Grasset, París, 1937. Hay una reedición francés en Maspero, de 1973), en dos tomos (Tr. de PG-A, incluido en El asesinato de Trotsky: antes y después, recopilación e introducción de Pepe Gutiérrez-Álvarez, Ed. Fundació Andreu Nin, Barcelona, 1990)

notas

---1) Se refiere a la Comisión presidida por el filósofo liberal norteamericano John Dewey en México.
---2) Piatakov, Yuri (1890-1937), viejo dirigente bolchevique, Lenin lo menciona en su Testamento, fue miembro de la Oposición de Izquierda hasta que capituló. Colaboró secretamente con Trotsky, y la referencia a su viaje a Oslo fue una de las "pruebas" de los procesos de Moscú destruida en el contra-proceso presidido por Dewey y en los libros escritos por Trotsky y su hijo León Sedov sobre la cuestión.

1 comentario:

vasili zaitsev dijo...

ERRATA:"Andrei Vichinski (1882-1954), fue el principal acusado en los procesos de Moscú."

Lamentablemente este epígono "marxista-leninista" (bromas aparte), era el principal ACUSADOR.

No obstante, que gran parte de los auto-ungidos "marxistas-leninistas" (esto es, los usurpadores que hicieron de Marx y Lenin un opio religioso muy efectivo en su lucha contra Octubre y el bolchevismo) les correspondiera estar justamente en el banquillo de acusados.

Esto último ya ha empezado a ocurrir.

Salud