El 13 de agosto de 2009 se cumplen cincuenta años de los sucesos ocurridos en la ciudad de Trinidad, cuando fue derrotada la primera conjura internacional contra Cuba: la conspiración yanqui-batistiano-trujillista. Ese día nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro cumplió 33 años de edad, vestido de verde olivo y al frente de sus combatientes, en un nuevo y singular enfrentamiento contra los enemigos de la Revolución cubana.
El estudio de las medidas que el gobierno de Estados Unidos comenzó a adoptar desde fecha tan temprana, con el propósito de derrocar al Gobierno Revolucionario, resulta de mucho interés al evaluar con mayor claridad las acciones subversivas que se realizan en la actualidad desde Washington, para frustrar los crecientes procesos progresistas y revolucionarios en nuestro hemisferio.
En Trinidad, en agosto de 1959, fue derrotada una estrategia contra el movimiento revolucionario cubano iniciada desde mucho antes del triunfo de la Revolución, que había alcanzado sus rasgos definitorios a inicios de 1958. Durante aquel año el Departamento de Estado y la CIA intentaron deshacerse del tirano Fulgencio Batista, porque ya no garantizaba la protección de sus intereses, y al unísono se dieron a la tarea de identificar y respaldar a representantes de la oligarquía y de la cúpula militar batistiana, una tercera fuerza, que a través de maniobras electoreras, golpes palaciegos u otros medios, actuase como obstáculo para evitar el acceso al poder del Ejército Rebelde, brazo armado del Movimiento Revolucionario 26 de Julio dirigido por Fidel.
Desde agosto de 1958 también dieron pasos encaminados a que algún gobernante latinoamericano, o la Organización de Estados Americanos, desempeñaran el papel de mediador entre el tirano Batista y el movimiento revolucionario cubano, con el propósito de desarmarlo y destruirlo, para lo que atrajeron a los ex presidentes Galo Plaza y Arnulfo Arias, de Ecuador y Panamá, respectivamente, a la sazón embajadores de sus países ante la OEA.
Asimismo el tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo, en respuesta a una solicitud del Departamento de Estado del 8 de diciembre, se dispuso a enviar a Cuba cinco mil soldados, para apuntalar a Batista. No en vano el director de la CIA había dicho en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, del 23 de diciembre de 1958: “Debemos evitar la victoria de Castro”.
Ese mecanismo interventor se volcó contra la naciente Revolución a partir del 1ro. de enero de 1959, en una continuidad ininterrumpida de la operación subversiva que se había venido desencadenando desde mucho antes. Con la guerra mediática trataron de aislar a Cuba, tergiversando las justicieras medidas aplicadas contra torturadores y asesinos; intentaron aupar a pseudorevolucionarios, reformistas y tecnócratas, y oponerlos a los revolucionarios verdaderos; aplicaron medidas de guerra económica que solo asustaron a los timoratos; y manipularon el fantasma del comunismo de una manera exacerbada por la prensa burguesa dirigida desde la embajada norteamericana. Condujeron a traidores a pronunciarse contra Cuba desde el Senado norteamericano, y estimularon una crisis de gobernabilidad a través del presidente provisional Manuel Urrutia—deshecha por Fidel con el mayoritario apoyo popular tras su renuncia al cargo de Primer Ministro, el 17 de julio, realizada para explicar al pueblo la maniobra en marcha— que intentaba provocar una situación de caos interno, unido al aislamiento externo a través de la convocatoria para agosto de 1959 de la V Reunión de Consulta de Cancilleres de países miembros de la OEA.
Todo ello debía propiciar el triunfo de acciones de mayor agresividad: la toma de unidades militares y policiales por antiguos militares batistianos que continuaban en servicio activo; un levantamiento contrarrevolucionario armado en las montañas de la región de Trinidad y, lo más importante, la invasión de una fuerza de antiguos militares batistianos y una legión de mercenarios reclutados en Europa, todo lo cual había sido organizado desde República Dominicana por Trujillo, con lo que proyectaban poner punto final a nuestro proceso revolucionario.
El 13 de agosto, durante el acto final, al capturar el avión trujillista, cayeron heroicamente los combatientes Eliope Manuel Paz Alonso, Frank Hidalgo Gato y Oscar Reytor Fajardo.
Al día siguiente Fidel analizó la conjura durante una comparecencia por televisión. Demostró que el verdadero enemigo de la nación cubana y de la Revolución, no eran ni Batista, ni sus seguidores, ni siquiera Trujillo. Eran “los intereses creados extranjeros”, una forma eufemística para referirse al gobierno norteamericano.
El enfrentamiento continuó en la Reunión de Cancilleres en Santiago de Chile, primer escenario interamericano de alto nivel en que Raúl Roa comenzó a tejer su leyenda como Canciller de la Dignidad. Allí, por encima de la controversia con el representante trujillista, testaferro de los Estados Unidos, defendió una verdad irrebatible: las causas de la inestabilidad política en la región se encontraban en el subdesarrollo económico existente.
En agosto de 1959 fue derrotada la concepción enemiga de tercera fuerza que trataban imponer desde 1957. Los militares batistianos, sin Batista al frente; la alta burguesía y politiqueros de la tiranía e incluso los seudorevolucionarios, demostraron definitivamente su incapacidad para restablecer el régimen anterior. En aquella fecha la CIA se vio obligada a iniciar los preparativos de una nueva operación subversiva, que culminó en otra aplastante derrota en Playa Girón el 19 de abril de 1961.
Andrés Zaldívar Diéguez y Pedro Etcheverry Vázquez*
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* Investigadores del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.
Cuba Socialista
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