domingo, febrero 14, 2021

Trotsky y las lecciones de octubre


Trotsky escribió numerosos textos que fueron recogidos en una recopilación aparecida en la editorial barcelonesa Fontamara en la que tuve el honor de tomar parte. 

 Aparte de su incuestionable obra maestra escrita al inicio de su tercer exilio, “Historia de la revolución rusa” (la última edición fue en 27 Letras con un prólogo de Marc Ferro) y de las extensas páginas de “Mi vida”, Trotsky escribió numerosos textos que fueron recogidos en una recopilación aparecida en la editorial barcelonesa Fontamara en la que tuve el honor de tomar parte. El libro se hacía coincidiendo con el 60 aniversario de la insurrección de Octubre” o sea hace ahora 40 años y se hacía como “una conmemoración y un homenaje a la mayor movilización proletaria de la historia”. En su prólogo se puede leer: “Quedan reunidos en este volumen los escritos de Trotsky dedicados específicamente a la toma del poder por los bolcheviques (…) creemos que los trabajos que ahora publicamos juntos en un solo volumen —por primera vez, que sepamos, tanto en castellano como en otros idiomas— no se limitan a constituir una muestra de esta abundante producción, sino que forman un cuerpo coherente: se han reunido, sin excepción, los escritos en que Trotsky desarrolla una reflexión global sobre Octubre, y se han descartado aquellos en que la Revolución Rusa es enfocada sólo o predominantemente en algunas facetas específicas y no en la totalidad de su proceso.
 El conjunto de los escritos se estructura en torno a dos ejes El primero lo da el propósito didáctico, y queda repetidamente explicitado por el «leit motiv» de «hay que aprender todo lo que puede enseñarnos Octubre»: mediante un enfoque sintetizador con el que se combinan los aspectos políticos, militares, teóricos, etc., Trotsky ofrece los materiales para una interpretación dialéctica y una asimilación de la experiencia rusa por parte de los revolucionarios de los distintos países. El segundo eje es el puramente teórico, estando todos los trabajos enfocados hacia una verificación por los hechos de la teoría de la revolución permanente. De acuerdo con esta teoría, la incapacidad de la burguesía rusa de consumar la revolución democrática hacía recaer esta tarea en el proletariado. Este factor determinaba que a la revolución democrática se asociara indisolublemente la realización de tareas socialistas. La revolución internacional, de la que la realizada en Rusia sería el paso inicial, permitiría al proletariado ruso, a remolque de sus hermanos occidentales, adentrarse decididamente en la edificación del socialismo. 
 La genial concepción estratégica de Lenin de alianza del proletariado y el campesinado sitúa, efectivamente, al proletariado en cabeza de la revolución democrática, cuyo marco desborda. La oleada revolucionaria iniciada por la revolución en Rusia se extiende según lo previsto y esperado por los bolcheviques, a distintos países pero no con la fuerza suficiente para consolidar en ellos regímenes de poder proletario. El año 1919 marca a la vez el punto culminante del movimiento revolucionario internacional y el comienzo de su incontenible reflujo. A la muerte de Lenin, en enero de 1924 la contrarrevolución triunfante ha dejado ya aislada a Rusia. Dentro de la misma Rusia, el poder bolchevique permanece, pero el agotamiento tras años de guerras y miseria, la desmoralización ante el curso de los acontecimientos mundiales, hacen caer en picado el empuje revolucionario del proletariado. El mismo Trotsky, que ha sido, detrás de Lenin, pero junto a él, el gran dirigente de la toma y conservación del poder por los bolcheviques, queda a su vez aislado. Desde finales de la década de los 20, la teoría de la revolución permanente. Convenientemente tergiversada, se convierte en manos de Stalin, en espantajo que sirve, por contraposición, para asentar la doctrina y la práctica del «socialismo en un solo país».
 Según las coordenadas de la teoría de la revolución permanente la revolución rusa se detuvo en el umbral de sus posibilidades ante la derrota internacional de la revolución. Sin embargo, el marxismo no es una disciplina adivinatoria, sino una ciencia de la evolución social general. Es en este sentido que subraya Trotsky, en los escritos de este volumen, que, por encima de los inevitables errores de pronóstico, la teoría de la revolución permanente señalaba correctamente la dirección general de los acontecimientos históricos y caracterizaba también correctamente las etapas a cubrir y el desarrollo dialéctico de su sucesión. Así, en «Tres concepciones da la revolución», escrito muy poco antes de su muerte, afirma, de forma quizá más rotunda que en ningún escrito anterior, que la teoría de la revolución permanente ha resistido perfectamente la verificación de los hechos y el paso del tiempo, y la sitúa, en cuanto a lo comprobable de su validez, por encima incluso de las concepciones de Lenin. 
 El más poderoso denominador común de los textos reunidos en este volumen lo constituye el hecho de que sirven a Trotsky de medios para esta verificación. 
 En todos los casos en que nos ha sido posible, nos hemos remitido a la primera versión castellana de los distintos textos aquí reunidos, o, en su defecto, a versiones que, por la proyección histórica o la significación dentro del movimiento obrero del traductor o de la publicación en que aparecieron (como es el caso de Julián Gorkín o de la revista «Comunismo») tuvieran por sí mismas un interés histórico o político. 
 Este criterio, que nos ha sido posible aplicar en cuatro de los seis textos, y, en cuanto a extensión, en alrededor de un ochenta por ciento de las páginas de este libro, comportaba una serie de inconvenientes que hemos intentado remediar o paliar. 
 El más grave de ellos, que no era posible eliminar, pero sí atenuar, lo constituye la distinta calidad o exactitud de las traducciones lo agravaba la existencia de errores tipográficos, a veces difícilmente perceptibles, pero que alteraban en ocasiones la comprensibilidad del texto o incluso su sentido o sus matices Hemos procurado remediar este inconveniente por los siguientes medios:
 1º Un cotejo con cuantas ediciones, castellanas o en otros idiomas, hemos podido localizar.
 2.° Una corrección tipográfica, entendida en sentido amplio, que nos ha permitido restablecer el sentido exacto a frases confusas o equivocas mediante el simple establecimiento de una puntuación correcta, o —gracias al cotejo— mediante el cambio de palabras equivocadas por las correctas (así, por ejemplo, había «profesional» por «profesoral», «protesta» por «promesa», «militares» por «millares» etcétera). 
3.º Una sistemática modernización y unificación ortográfica, sin modificación del texto.
 4.º Una homogeneización de la grafía de los nombres propios. 
5.° En casos esporádicos, notas a pie de página sugiriendo una lectura distinta. 
El segundo gran inconveniente resultaba de las diferencias de vocabulario entre las distintas versiones. Así, por ejemplo, el Preparlamento es designado «Parlamento provisional» en alguna de ellas. 
 La unificación del vocabulario hubiera comportado cambios de redacción en varios casos, y por ello se ha preferido mantener en todos los textos el vocabulario original, remediándose las diferencias mediante un índice alfabético a final de volumen en el que las formas arcaicas o actualmente inusuales de designar hechos históricos, organizaciones, etc., se ven remitidas a las formas más usuales o más modernas. 
 El tercer inconveniente partía del desfase de trece días entre el viejo calendario ruso y el calendario gregoriano. La diferencia de criterios entre los textos, y, a veces, la mezcla en un mismo texto de ambos calendarios, situaba en ocasiones la «insurrección de Octubre» en el mes de noviembre, o introducía elementos do confusión entre la manifestación del 18 de junio de 1917 y la insurrección de julio del mismo año. Dado que los principales episodios de la Revolución Rusa se han popularizado de acuerdo con las fechas del viejo calendario ruso, hemos reconvertido todas las fechas a este calendario, bastando con sumar trece días para obtener la correspondencia en el calendario nuevo. Se han indicado entre corchetes las correspondencias de fechas cuando ha sido preciso. Los casos en que ha sido aconsejable utilizar el calendario nuevo (fechas de los trabajos, acontecimientos internacionales, etc.) se han dejado sin indicación, bastando el buen sentido del lector para distinguirlos inmediatamente Creemos que la aplicación de todos estos criterios nos ha permitido coordinar, en toda la medida de lo posible, una máxima fidelidad a las versiones empleadas con una máxima uniformización y comprensibilidad, así como con una exacta transmisión de las formulaciones del autor. 
 Hemos reducido a un mínimo las notas a pie de página, escasamente necesarias por el carácter de los textos y por la claridad de las exposición Todas ellas tienen por única misión facilitar la lectura, omitiendo por completo las notas ampliatorias o interpretativas.
 La única nota del autor con que nos hemos encontrado y que no figuraba en la versión castellana que empleamos, ha sido insertada. 
 Las versiones utilizadas han sido las siguientes: Para “El triunfo del bolchevismo” se ha empleado la de Biblioteca Nueva, Madrid, publicada sin duda en 1920, ya que el prólogo de traductor, N. Tasín, autor de numerosas traducciones de textos políticos rusos en los años 20 y 30, al parecer un “menchevique” instalado en España que dominaba el castellano y que, está fechada el 1.a de diciembre de 1919; resta obra ha sido reeditada por Renacimiento, Sevilla, 2019 con prólogo del autor de estas líneas.. 
 Este texto lo escribió Trotsky, como él mismo indica, durante las negociaciones del tratado de Brest-Litovsk, o sea, entre el 27 de diciembre de 1917 (fecha en que Trotsky se incorpora a la delegación negociadora) y el 3 de marzo de 1918 (fecha de la firma del tratado), estando fechado su prefacio en 12-25 de febrero de 1918. La revolución de Octubre, escrito en septiembre de 1919, apareció en «L’Internationale Communiste» n.° 6, octubre de 1919. No nos ha sido posible encontrar la edición original, y hemos empleado la versión de Ediciones del Siglo, Buenos Aires, 1973, incluida en el volumen titulado Cómo hicimos la Revolución Rusa. Esta versión está hecha sobre el texto ya indicado de L´Internationale Communiste». 
 Para “Las lecciones de Octubre” hemos utilizado la versión de Editorial Zeus, Madrid, 1931. El preparador del volumen —que incluye varios textos de Trotsky bajo el título de De Octubre rojo a mi destierro— y, según se deduce de la ausencia de cualquier otra indicación, su traductor, es el autor del prólogo a dicha edición, Julián Gorkin. Dada la fecha del texto de Trotsky (15 de septiembre de 1924) no es descartable la posible existencia de alguna edición castellana anterior, pero, de existir, no hemos sabido encontrarla. 
 El texto de ¡Quince años! es el publicado por la revista «Comunismo», año III, n.° 18, noviembre de 1932. Aunque no se indica nombre de traductor, recordaremos que en la redacción de la revista figuraban varias personalidades políticas y literarias que, a su perfecto conocimiento de las posiciones de Trotsky, sumaban el conocimiento del idioma ruso, como Andreu Nin o Julián Gorkin. La fecha de la redacción de este texto (13 de octubre de 1932) descarta la posibilidad de existencia de ediciones castellanas anteriores. 
 La versión de ¿Qué es la revolución de Octubre? —texto conocido también como «Conferencia de Copenhague» (conferencia que Trotsky pronunció el 27 de noviembre de 1932)— es la publicada igualmente por «Comunismo», año III, n.° 20, enero de 1933 Finalmente, de Tres concepciones de la revolución, si bien hemos localizado distintas versiones castellanas, totales o fragmentarias, no hemos encontrado en ninguna de ellas una coincidencia de cualidades suficiente para hacerla figurar junto a las versiones antes mencionadas de los demás textos. Hemos preferido pues establecer nosotros el texto, utilizando como texto base el contenido en “Bolchévisme contre stalinisme”, Editions de la Taupe Rouge, París, 1977, cotejándolo con todas las versiones que hemos podido localizar en distintos idiomas.

 Pepe Gutiérrez-Álvarez

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