domingo, noviembre 17, 2024

Donald Trump arma a toda velocidad un régimen político de excepción


Donald Trump inaugura su nuevo mandato en el punto en el que cerró el anterior -por un acaparamiento de los tres poderes constitucionales y por una purga de la burocracia de carrera que le permita establecer un régimen de poder personal-. Las elecciones del 5 de noviembre pasado, cuando ganó las dos cámaras del Congreso y la mayor parte de los estados, han servido para legitimar el golpe de estado que intentó consumar el 6 de enero de 2021. Ya tenía a la Corte Suprema en el bolsillo cuando estableció, en el mandato anterior, una mayoría ultraderechista de 6 a 3 con acuerdo del Senado. 
 Los funcionarios que ha anunciado para su próximo gabinete no sólo han sido reclutados de la cohorte ultraderechista. Para decirlo con palabras del New York Times, son “figuras marginales, teóricos de la conspiración y aduladores”. Excluye o relega a burócratas de carrera, para ampliar el margen de arbitrariedad personal sobre arribistas designados a dedo. A pesar de la mayoría oficialista que tiene en el Congreso, ha dejado en claro el propósito de saltar el control parlamentario en cuanto a decisiones que se lo impiden las normas constitucionales. Ha advertido que pretende convertirse en “dictador por un día”, cuando, ya en la primera jornada de gestión, dará a conocer un torrente de “órdenes ejecutivas”, como se designa en Estados Unidos a los decretos presidenciales. Pretende valerse de los períodos de recesión del Congreso para efectuar nombramientos o tomar decisiones que requieren la autorización calificada del Senado, e incluso reclamar al presidente de esa Cámara la declaración de recesos parciales (información de CNN). 
 De entrada, Donald Trump se propone realizar una purga en los altos mandos de las Fuerzas Armadas: con esa finalidad, anunció el establecimiento por decreto de un Consejo Guerrero, compuesto por generales retirados. que le permita eludir el régimen de promoción militar. El blanco de esta purga, de acuerdo al derechista Wall Street Journal (12/11), sería el brigadier (general de aviación) CQ Brown (h), que es en la actualidad el Jefe del Estado Mayor, que cuenta en su legajo con una valoración positiva del movimiento contra la violencia policial contra los negros (Black Lives Matter). Durante su mandato anterior, Trump acabó despidiendo a jefes importantes del Pentágono, como John Mattis, John Kelly, que lo acusó de fascista, y Mark Milley, que se opuso a la tentativa de golpe. Trump quiere derogar la cláusula que compromete a los militares norteamericanos a no acatar órdenes ilegales, lo cual eliminaría la responsabilidad de los comitentes de esos delitos y facilitaría el indulto presidencial. La finalidad última de todo esto es autorizar la intervención de las FFAA en los llamados conflictos internos, cuando Trump se apresta a deportar a diez millones de inmigrantes ‘irregulares’, que deberán pasar antes por los campos de concentración que se construirán a ese fin. Trump ‘ajusta’ el régimen político de Estados Unidos a las condiciones de guerra geopolíticas y militares que no cesarán de reforzarse en el período próximo. 
 Para la Secretaría de Estado, Trump tiene listado a Marco Rubio, un legislador “gusano’ del estado de Florida. El pergamino ultraderechista de este descendiente de cubanos exiliados, es larguísimo. De este personaje, hay tres puntos insoslayables: es partidario de una guerra ‘geopolítica’ sin concesiones contra China. Cuestiona, por de pronto, la soberanía de China sobre Hong Kong, establecida hace más de cuarenta años. Fanático sostenedor del régimen de Taiwán, enfrenta el contratiempo de que Trump le ha declarado la guerra a TSMC, la empresa taiwanesa número uno en la provisión de chips a las norteamericanas Nvidia y Apple, para que se instale en Estados Unidos. Rubio es un ‘halcón’ en cuanto a una guerra contra Irán, una extorsión que Trump pretende usar para obligar a ese país a un cambio completo de política y en última instancia de régimen estatal. Rubio ha propiciado un asalto militar contra Venezuela, cuando EEUU quiso imponer a Juan Guaido como presidente títere de Venezuela. Rubio es un perro de presa contra Cuba y, como es obvio, contra el avance de China en América Latina. Las divergencias que aún lo separan de Trump han llevado a los medios a destacar que el nombramiento del “gusano” todavía no ha adquirido un carácter ‘oficial’. 
 Otros nombramientos son incluso más representativos de los objetivos políticos y de los métodos de gobierno de Trunp. Peter Hegseth, como Secretario de Defensa, es un ultraderechista que promueve a los “Veteranos Concientes de América”, ligada al grupo empresario militarista de los hermanos Koch. La prensa le cuestiona su ignorancia en asunto militares, porque no ha pasado de la condición de Mayor. De jefe de pelotón, pasará a dirigir el Pentágono, la mayor fuerza militar del mundo, que terceriza con 650 mil contratistas. Integró las fuerzas de contrainsurgencia (espionaje y torturas) en Afganistán. Respalda el Consejo de Guerreros, para indultar a los criminales de guerra de Estados Unidos, acusados de disparar primero y preguntar después.
 Mark Gaetz, nominado para Secretario de Justicia, es un asociado de Steve Bannon, el promotor de la internacional fascista, que ha pasado ocho años preso por delitos comunes. Gaetz es el individuo más asociado al golpe de enero 2021, cuando Trump intentó impedir la certificación por el Congreso de la victoria de Biden. Está acusado de abuso sexual de niñas y de tráfico sexual. Absuelto en sede judicial, una comisión del Congreso continúa investigando esos crímenes. Gaetz tipifica al desclasado social que revista como recluta de Trump. Otra designación siniestra es la de Mike Huckabee como embajador en Israel. Huckabee ha declarado que “Palestina no existe”, para justificar las masacres sionistas. El personaje deberá modificar en alguna poca medida ese principio, porque Trump se propone revitalizar el reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudita, cuyas autoridades solicitan el pseudo reconocimiento de un mini estado que sólo tendrá de palestino el membrete. 
 El nombramiento más relevante es, por supuesto, el del magnate Elon Musk, para una secretaría de estado paralela, el Departamento de Desregulación del Estado. Las acciones de Tesla, la empresa de Musk, subieron un 15 % con la noticia de los resultados electorales. X, la red social de Musk, desempeñó un rol decisivo en la victoria de Trump. El Financial Times señala que Musk “inyectó información sesgada en el algoritmo de la plataforma (X) y amplificó la narrativa de la extrema derecha” (12/11). La compra de Twitter por Musk marcó un punto de inflexión en la comunicación social. El propósito de Musk es abrir el Pentágono y los servicios de Inteligencia a las compañías de Silicon Valley. “Un marco regulatorio más amistoso con sus empresas”, señala el NYT. Musk reclama una purga de envergadura en el servicio civil del Estado. Pero las empresas de inteligencia satelital y espionaje de Musk no solamente gozan de subsidios y contratos preponderantes del Estado – son estratégicamente decisivas en el escenario de una guerra mundial. Musk se ha convertido en el principal agente de la burguesía norteamericana y del estado para la tarea de reorganizar la OTAN y forzar a sus socios a financiar la campaña armamentista que reclama esta guerra. Desde fuera del organigrama del Estado, Musk se ha convertido en el director de la guerra económica, geopolítica y militar del imperialismo norteamericano. El conglomerado de Musk y sus asociados de la tecnología de la información han ganado la delantera de la burguesía norteamericana que tiene por referencia a la Bolsa de Nueva York. En este cuadro se ubican los deseos de “éxitos” que Biden y los dirigentes del partido Demócrata han enviado a Trump. "
"Trump ganó un mandato para dejar de lado las limitaciones constitucionales que lo inhibieron para cumplir su programa durante su primer término de gobierno”, seńala un analista de Estados Unidos. Pero esto significa también la ruptura del sistema constitucional mismo. En este caso, Estados Unidos estaría atravesando la transición a un régimen político diferente, de naturaleza bonapartista y de dictadura personal. En el caso de Estados Unidos, la potencia imperialista hegemónica, sería la transición a un régimen político imperial, porque no tendría sustento dentro de las fronteras nacionales. La afirmación de un régimen político de poder personal rompe los restos del equilibrio internacional de fuerzas que ha sobrevivido a varias crisis mundiales y a la guerra en desarrollo. El escenario que emerge es todo lo contrario al relato ‘pacifista’ de Trump.
 El bonapartismo, en la época de la decadencia capitalista, constituye un puente hacia el fascismo. Abre una crisis entre el sufragio universal, por un lado, y las libertades democráticas, por el otro. Esta contradicción sólo puede ser resuelta por medio de la acción directa –revolucionaria o contrarrevolucionaria-. Las consecuencias de la elección de Estados Unidos se trasladarán a Europa, que volverá a convertirse en el epicentro de la crisis política internacional.

 Jorge Altamira
 15/11/2024

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