El balotaje uruguayo del domingo, consagrando el regreso al poder del Frente Amplio (FA) y a Yamandú Orsi como nuevo presidente con unos cuatro puntos porcentuales de diferencia, fue presentado en forma deliberada como una novedad sin estridencia, casi de curso natural. Los medios argentinos de todos los colores ponderaron la “continuidad institucional” del Uruguay, mientras que sus pares brasileños le dedicaron una breve sección de buenos augurios. Otros, como el español “La Base”, prefirieron ahondar en una historiografía mítica del Frente Amplio.
En Argentina, el cambio de gobierno uruguayo, de una derecha de ofensiva contra conquistas obreras hacia un sector que se reclama “nacional y popular”, apenas mereció el retuit presidencial de las felicitaciones oficiales (ningún improperio contra la “casta” o los “zurdos”). Cristina Kirchner, a su vez, decidió contentarse con un saludo a Orsi y al ex presidente José Mujica, evitando subirse a un “triunfo” contra la “derecha”.
La experiencia de cinco años de gobierno de la coalición de derecha, añadido al espejo de Milei en Argentina, no dio lugar a una consolidación de esta tendencia como la favorita entre las masas. La presidencia de Yamandú Orsi, un político de carrera, se perfila, sin embargo, como antiobrera y derechista. A diferencia del primer gobierno del Frente Amplio dos décadas atrás, que se subía en lo económico al boom de exportaciones de materias primas y en lo político al eje continental que se reivindicaba “nacionalista”, aquí no hay ninguna “ola rosa”, ni banderías populares. Por el contrario, lo que aparece destacado es un intento de mimetización con el gobierno de Luis Lacalle Pou.
Orsi ha manifestado que continuará en lo fundamental con la llamada Ley de Urgente Consideración (LUC) sancionada bajo el gobierno anterior, un paquetazo de cientos de artículos de los más diversos temas, al estilo de la ley “Bases” de Javier Milei. Debe recordarse que el Frente Amplio, y más precisamente el sector de Orsi-Mujica garantizó los votos y el quórum para sesionar.
Esta contrarreforma reaccionaria estableció, entre otros ataques al pueblo, la elevación de la edad jubilatoria, elemento que fue nuevamente cuestionado con el plebiscito que se realizó con urna separada durante la primera vuelta. Un millón de electores se pronunciaron por su rechazo, a la vez que postulaban el aumento de los haberes y el fin del sistema privado, entre otros puntos. Esto a pesar de que la dirección del Frente Amplio y su fórmula presidencial llamaron a rechazarlo.
La diatriba contra el plebiscito fue el tema excluyente de la gran burguesía hacia el nuevo gobierno. No se trata, por supuesto, de un tema fiscal -el argumento que Orsi tomó prestado de Milei- sino de evitar cualquier alteración del orden político general.
En esta línea se inscribe la designación de Gabriel Oddone como ministro de Economía, un hombre que no oculta su pertenencia a la mesa de dinero. Su reunión con el FMI, a la que se suma la agenda con representantes del empresariado, llevaron la calma a los mercados.
Su nombramiento marcha en paralelo a una serie de proyectos clave para la burguesía uruguaya y brasileña (y parcialmente argentina) que fueron presentados durante la campaña electoral en forma velada. En primer lugar en cuanto a un falso debate sobre aumentos -o no- de impuestos. En una declaración de archivo levantada por los medios, Orsi afirmaba que un candidato que dice que no aumentará los impuestos incurre en “una promesa de campaña”. Luego, en el debate y en otras oportunidades, afirmó que él, efectivamente, “no aumentará los impuestos”.
Lo que fue tomado en forma jocosa por la prensa capitalista encubría que el problema tributario de Uruguay no se refiere a las tasas para la gente de a pie, sino a una monumental excepción impositiva a la burguesía. Un Rigi a la uruguaya que el gobierno de Lacalle Pou firmó con la venia de Mujica y que ahora Orsi se apresta a continuar.
En concreto nos referimos a la construcción de la cuarta planta de celulosa (pastera) en río Blanco, a la ampliación de la navegación fluvial con Brasil y al uso compartido del aeropuerto de Rivera, a la construcción y refacción de puentes binacionales de Barón de Mauá y en el paso del río Yaguarón, a la extensión de la red ferroviaria para transportar la celulosa de la pastera de Paso de los Toros hacia el puerto de Montevideo.
Las exportaciones de producción forestal ya representan el 4% en Uruguay y van camino a convertirse en su primer ítem, por delante del comercio agrícola o ganadero. Esto se está desenvolviendo en forma subordinada a un sector de la burguesía brasileña, entre ellos el gran productor de celulosa Suzano, talando enormes franjas de eucalipto sin miramientos ambientales y con salarios muy por debajo de la media internacional. Un negocio que el presidente brasileño Lula da Silva impulsa con energías.
La otra pata es el acuerdo de libre comercio con China, principal destino de las exportaciones de celulosa y de exportaciones en general, un viejo anhelo de la burguesía uruguaya que ha provocado choques en el pasado con Argentina y Brasil. Es evidente que un acuerdo de este tipo implica un golpe al Mercosur, porque facilita el ingreso de mercaderías baratas -vía Uruguay- de procedencia china, a la par que rompe la barrera protectora de la venta común.
A diferencia de años anteriores, la novedad es que la asociación de la burguesía brasileña contribuye a un visto bueno y rúbrica común. Lejos de la promesa de campaña de combatir el narcotráfico, las actividades ilegales tenderán a proliferar con estas libertades para la salida de bienes y capitales. La exportación de mercadería brasileña, y en menor medida también argentina, bajo falsa etiqueta uruguaya -es decir, de contrabando- con destino a China será el pan de cada día. Estamos ante una práctica muy arraigada en la burguesía de todas las latitudes.
Por supuesto que la agenda con China no debe entenderse como una ruptura con Estados Unidos. Orsi fue el artífice del desembarco -y la garantía comercial- de Google durante su intendencia en Canelones. Ha practicado un alineamiento con el imperio del norte en los temas clave, incluyendo la protocolar visita a Israel en medio del genocidio, que no condena. Se mostró favorable a declarar a Hamas como organización terrorista, lo cual es en verdad un ataque al importante movimiento en favor de la causa palestina en Uruguay.
Yamandú Orsi, el hombre de la derecha del Frente Amplio, miembro del MPP de José Mujica, deberá verse también como árbitro de su herencia política. La integración final del Frente Amplio y el MPP al esquema del régimen ha llevado a una descomposición que lo aleja de cualquier premisa ideológica para recaer en el arribismo y el lobby capitalista. Su total primacía en la representación del bloque del Frente Amplio en senadores y diputados electos no será utilizada para imponer medidas a favor de los trabajadores, sino para desenvolver esta agenda capitalista. Con Orsi, Uruguay irá a una profundización de su carácter de factoría de materias primas y de cueva financiera para la burguesía brasileña y argentina. La minoría del Frente Amplio y sus representaciones sindicales, ¿dejarán pasar los ataques al salario y las condiciones de trabajo que acompañan este plan capitalista?
El voto a Orsi no puede leerse como un cheque en blanco, sino que estará condicionado por el millón de votos en el plebiscito jubilatorio. Orsi cosechó 120 mil electores más que la primera vuelta, mientras que su rival Álvaro Delgado del Partido Nacional (blancos) no pudo retener la totalidad de los votos de su coalición. Debe notarse que el aumento de votantes en los dos grandes distritos (Montevideo y Canelones) fue de la mano de un rechazo a la participación y de los números porcentuales más altos de voto nulo y blanco.
Las expectativas en la democracia burguesa que aún anidan en la clase obrera uruguaya son consecuencia de la acción desmovilizadora del Frente Amplio y de sus adalides burgueses y burocráticos. Es necesario que la izquierda dé pasos hacia la construcción de una verdadera alternativa militante, lo cual vuelve irrenunciable una delimitación sin concesiones con la experiencia del Frente Amplio y con el gobierno de Orsi.
Luciano Arienti
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