El optimismo y hasta la euforia con que fue recibido Donald Trump al asumir su segundo mandato está mutando y lo más notable es la velocidad con la que lo está haciendo.
La elección de Trump como presidente desencadenó un auge en Wall Street ante la expectativa de que su programa iba a proporcionar una bonanza a las corporaciones estadounidenses y desde un punto de vista general, una mejora en las condiciones de vida de los estadounidenses.
Sin embargo, lo que se registra son crecientes nubarrones que podrían afectar seriamente la economía norteamericana. Por lo pronto, el clima ya se ha reflejado en los mercados. Las bolsas en febrero han tenido un comportamiento negativo.
El Financial Times atribuyó la caída a una “serie de datos económicos sombríos” que muestran que “el sentimiento entre los consumidores y las empresas se ha enfriado un mes después de la (llegada a la) presidencia de Donald Trump” (Clarín, 1/3). Entre las preocupaciones públicas se encuentra la posibilidad de un repunte de la inflación, derivado del incremento de los aranceles anunciados por el magnate, con gravámenes del 25% a las importaciones de Canadá y México y otro 10% a los productos chinos, que empezarían a regir a comienzos del mes corriente. Estas preocupaciones ya empiezan a tener su impacto en la actividad económica. Las ventas minoristas en enero fueron inesperadamente débiles, y el gasto de los consumidores cayó un 0,5% en términos reales respecto del mes anterior, la mayor caída en casi cuatro años. También afecta al mercado laboral: las solicitudes iniciales de seguro de desempleo la semana pasada aumentaron a 242.000, igualando su nivel más alto desde octubre.
Los datos más significativos se encuentran en el informe de S&P Global sobre su índice de gerentes de compras (PMI), que mide los pedidos y las expectativas de las empresas. “El crecimiento de los nuevos pedidos también se debilitó drásticamente y las expectativas empresariales para el año se desplomaron en medio de crecientes preocupaciones e incertidumbre relacionadas con las políticas del gobierno federal”, señala.
La guerra arancelaria declarada por Trump ya empieza a advertirse en el aumento de los costos industriales y de las materias primas, que han sufrido remarcaciones de sus precios anticipándose incluso a la entrada en vigencia de los nuevos aranceles.
El repunte de la inflación impacta en la tasa de interés. Por lo pronto, la Reserva Federal ha dejado en el freezer las rebajas programadas para este año. El mercado inmobiliario, un determinante importante de la salud económica, está bajo presión: en enero, las ventas de viviendas pendientes cayeron a su nivel más bajo desde 2001, cuando la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios comenzó a recopilar esos datos. Las elevadas tasas de interés actúan como un freno para la totalidad de la actividad económica, que ya está dando señales de desinfle. Y hasta podría tener un signo negativo. Aunque todavía es prematuro para un juicio definitivo. Un rastreador de alta frecuencia del crecimiento del PIB, publicado por la sucursal de la Reserva Federal en Atlanta, apunta a una contracción del 1,5% en el primer trimestre de 2025, o sea una perspectiva de aterrizaje brusco que no estaba en el pronóstico de nadie semanas atrás. Obviamente esto tiene su asidero. Precios más altos derivados de un salto en los aranceles, afectan el consumo y los costos industriales y podrían restar un punto porcentual a la tasa de crecimiento de Estados Unidos, según los analistas del banco Morgan Stanley (WSWS, 28/2).
Los recortes del gasto federal dispuestos por el magnate contribuirían a una mayor desaceleración económica. La motosierra publicitada por la Casa Blanca y agitada en especial por el multimillonario Elon Musk traería aparejados despidos masivos que podrían dejar inicialmente a un millón de personas sin empleo. Esto resultaría en un aumento del 15 por ciento en la tasa de desempleo. Hay una tendencia a subestimar el papel de los gastos sociales en el crecimiento pospandémico de los Estados Unidos. Pero las transferencias públicas, incluido subsidios, asistencia y servicios sociales como el Medical Aid (prestación médica para los sectores más vulnerables) representan más de una cuarta parte de los ingresos de los residentes en más del 50 por ciento de los condados de Estados Unidos (ídem). La motosierra por ahora ha generado ahorros limitados, pero ya ha sido suficiente para desencadenar una situación caótica en la administración del Estado, provocando perturbaciones en las funciones gubernamentales, desde la gestión de parques nacionales hasta la distribución de asistencia social.
Como telón de fondo de la crisis, está la cuestión de la deuda de Estados Unidos, que supera el PBI y que se vuelve cada vez más explosiva. Más allá de la alharaca con la motosierra, el presupuesto aprobado por la Cámara de Representantes el 25 de febrero mantiene un déficit de alrededor del 7%, lo cual cuestiona la capacidad de pago de Estados Unidos de sus compromisos. Esto es lo que explica que los bonos del Tesoro de Estados Unidos hayan bajado su calificación de triple A y provocado una desconfianza creciente en el dólar como reserva de valor y principal medio de pago internacional y está en la base del ascenso del oro a sus máximos históricos. Trump y Musk pretenden sortear esta debilidad de la divisa norteamericana apelando a la creación de una reserva alternativa de Estados Unidos en criptomonedas. Peor esta tentativa ha nacido renga, si tenemos en cuenta el desplome que viene de ocurrir en el mercado cripto, salpicado, encima, por la sucesión de escándalos en este rubro, entre los cuales se encuentra el protagonizado por el Milei.
En este contexto, no nos deben sorprender las tensiones crecientes que Trump enfrenta con las corporaciones. Incertidumbre y caos, según la dura visión del CEO de Ford, entre otros ejecutivos, sintetizan el momento económico de Estados Unidos apenas semanas después de la llegada al poder del líder republicano. Estos hombres de negocios temen que se disparen la inflación y las tasas de interés. La queja es por los aranceles a México y Canadá, donde Ford, por ejemplo, produce gran parte de sus vehículos, también eléctricos. “Un 25% de tarifas a México y Canadá disparará un agujero en la industria norteamericana como no hemos visto nunca”, advierten (Clarín, ídem).
“’La kriptonita para los inversionistas es la incertidumbre’, le dijo al Financial Times Desmond Wheatley, un ejecutivo de una empresa dedicada a los sistemas de carga de vehículos eléctricos, un sector que creció en la administración anterior y que tiembla ahora” (ídem).
El temor que se va instalando es que esto pueda provocar un derrumbe en la bolsa. La volatilidad es el signo dominante del escenario actual y ya hubo varios cimbronazos en los últimos meses; el más reciente con el temblor provocado por la irrupción de la china Deep Seek en el mercado de la inteligencia artificial. La incertidumbre se da en el plano económico, pero también en el plano político, pues los choques de Estados Unidos no solo apuntan a China sino contra sus tradicionales aliados. Esta política agresiva y expansionista de Washington no solo es a expensas de los ex Estados obreros sino también de la Unión Europea, lo cual actúa como un factor mayúsculo de disrupción política, como se ve ahora en la crisis provocada alrededor de la guerra de Ucrania y en Medio Oriente. La guerra económica pavimenta las tendencias a una guerra mundial, pero, entre tanto, ya está provocando un enrarecimiento del comercio internacional y una dislocación de la economía mundial, echando leña al fuego a las tendencias recesivas. Hasta ahora, Estados Unidos era exhibido como una “excepción” en este marco de un estancamiento económico general de las economías avanzadas, empezando por la Unión Europea y Japón. Esta excepcionalidad podría disiparse en el próximo periodo.
Esta situación ya va haciendo mella en la popularidad de Trump que descendió 10 puntos en apenas 40 días, cuando había partido de niveles muy elevados. No se nos puede escapar que el aumento de los precios durante el mandato demócrata, cuyo nivel siguió siendo elevado por relación a los tiempos previos a la pandemia, fue uno de los factores del malestar vigente contra Biden y fue determinante en el resultado de la elección presidencial. Un repunte inflacionario, que es lo que se está insinuando, puede terminar siendo letal para Trump, con más razón cuando los consumidores han agotado el dinero extra que acumularon durante la pandemia de covid-19, por lo que es posible que tengan que empezar a ahorrar más de nuevo, lo que reducirá el gasto.
Es necesario seguir con suma atención la situación norteamericana, que podría ser el preludio de un escenario convulsivo en el que se abren paso luchas sociales y reivindicativas y tendencias a una radicalización política. En las últimas semanas han tenido lugar marchas en distintas localidades contra las deportaciones masivas y los recortes regenteados por Musk. Un salto en el deterioro económico norteamericano, una pérdida del capital político de Trump combinada con una reactivación de la intervención popular, representaría un golpe fundamental al auge derechista y fascistoide que se expresa mundialmente, incluido Milei, chirolita del magnate estadounidense, y podría ser un puntapié para un giro político no solo en EEUU sino a escala internacional.
Pablo Heller
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