martes, marzo 25, 2008

Por la verdad, todas las huellas…

Por: Eduardo Mora Basart

…pero por la verdad la bella
que me jura desnuda sobre el color del mundo
pero por la verdad todos los lutos
todos los charcos hasta ahogarse
pero por la verdad todas las huellas
aun las manchadoras las del lodo
pero por la verdad la muerte
pero por la verdad

(Roque Dalton, 1994)

Un día Tales cayó en un pozo porque iba muy distraído concentrado en sus pensamientos. Se corrió la voz de que ya no sabía ni donde ponía los pies. Sus conciudadanos le acusaban de que cada vez estaba más interesado en cosas a las que no se veía mucha utilidad. Tales aseguraba que la cuestión no era si resultaban útiles o no, sino si eran o no verdad.
El pasaje se inscribió a nivel simbólico como el momento del surgimiento de la filosofía. Amor a la sabiduría. Camino hacia la búsqueda perenne de la verdad, aquella que Sócrates trató de integrar al considerarla diseminada. Diversos y álgidos fueron los momentos de la humanidad en su línea evolutiva. Vivió bajo el reinado de la fe. Durante la Edad Media la función cosmovisiva de la filosofía quedó limitada por los preceptos de la religión.
En pleno renacimiento rompió sus ataduras con la escolástica. Redimensionó los textos bíblicos. Hurgó en las epístolas de San Pablo y cambió su mirada al escucharle aseverar: “tropezará quien camina de noche siendo hombre que no lleva luz dentro”. Fue testigo de la grandeza de un humanismo plagado de profundo contenido antropocéntrico. Colón desafió el mito de los monstruos marinos. De Vinci demostró que volar no era una utopía. Shakespeare, con total irreverencia, hizo dudar a Hamlet. Descartes legó siglos después su “pienso, luego existo”, que revolucionó la historia del pensamiento.
El siglo XVIII se llenó de luces por hombres de la grandeza de Rosseau, Voltaire, Montesquiau.
Ciro, rey Persa, dijo:
“Ningún miedo tengo de esos hombres que tienen por costumbre dejar un espacio de sus ciudades vacío, al que acuden todos los días para intentar engañarse unos a otros bajo juramento”.
Ese espacio estaba reservado en Atenas a los ciudadanos. A quienes el pensamiento iluminista aspiraba a endilgar la condición de libres, iguales y fraternos. Pero era una libertad desde preceptos de racionalidad en la práctica ineficaces. Como aseguró Eduardo Galeano: “para liberar al dinero, el capitalismo encarcela a la gente”. Aunque es innegable que el siglo de las luces alcanzó a hombres de la dimensión de Bolívar, Martí Miranda, Céspedes, Agramonte. Y con ellos la práctica devino criterio valorativo y fuerza redentora.
En pleno siglo XIX, Marx y Engels redimensionaron el pensamiento de Feuerbach, Hegels, Smith, Ricardo, Owens, Fourier y todo lo mejor de la tradición filosófica. Ofrecieron a las mayorías sociales un cuerpo teórico – perfectible, necesitado de enriquecerse de forma dialéctica y en consonancia con el momento histórico - que le permitiría “tomar el cielo por asalto”.
En América Latina Martí fundó el primer partido de la unidad, sentenció la necesidad de una segunda independencia en el continente:
“De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia” (Martí, 1889).
Y aseguró que era impostergable fundar una república “con todos y para el bien de todos”.
La crisis de la socialdemocracia rusa y el triunfo del bolchevismo se convirtieron en acontecimientos trascendentes al inicio del siglo XX. La teoría leninista enriqueció el pensamiento de Marx y Engels, que no dejó de ser un cuerpo vivo, dinámico, sujeto a una constante innovación y adecuación desde la praxis social. Tras la muerte de Lenin el modelo soviético se mostró dogmático, negaba los espacios de pensamiento y pretendía avanzar desde una unilateralidad de criterios impuesta.
En la América José Carlos Mariátegui defendió la necesidad de un indosocialismo, fundado en el ayllú. Augusto César Sandino practicó en Nicaragua el socialismo teosófico. Fidel, un hombre cuyo acceso al marxismo estuvo signado por una profunda formación martiana, legó con “La historia me Absolverá” uno de los más brillantes documentos programáticos para el presente y futuro de la América. Paradigma para las revoluciones del siglo XXI. Los años 60 llegaron con la esperanza del fin del colonialismo, la gran revolución latinoamericana guiada por el Che, Lumumba en África, las revueltas universitarias, las luchas sociales de Martin Luther King, Malcon X, el movimiento Panteras Negras, Brown Berets, Young Lords, la guerra de Viet Nam, los Beatles, Bob Dylan, Jim Morrison, el cinema novo latinoamericano, la canción protesta, las guerrillas en diversos confines del planeta… verdadera expresión de rebeldía.
Me permito citar algunos de los paradigmas expuestos por Luis Brito en su obra imperio contracultural, del rock a la postmodernidad:
En diciembre de 1968 todo el mundo tenía una clara visión de lo que sucedería en las décadas inmediatas.
1. Marcuse sabía que gracias a la manipulación de la conciencia el sistema se haría absolutamente estable, superaría la crisis económica y lograría equilibrar con conflictos internacionales.
2. Marshall Mc Luhan sabía que la tierra, convertida en aldea global por la magia de la comunicación electrónica, se uniformaría y nivelaría los nacionalismos y las culturas locales.
3. Alvin Toffler sabía que los infinitos poderes de la sociedad postindustrial elevarían los niveles de consumo.
4. Servan Screiber que la perfección de las instituciones estadounidenses era tal que el único desafío planteado a las restantes era imitarla.
5. Timothy Leary que gracias a las nuevas drogas expansoras caerían los límites entre la realidad y la fantasía.
6. Janis Joplin sabía que el delirio órfico de los eventos musicales y la locura danzante permitirían a las masas comuniones cada vez más totales y más intensas, que las redimiría de las prisiones de soledad construídas por la civilización industrial alienada.
7. Jean Paul Sartre que sucesos como el mítico mayo parisino de 1968 llevarían a la plena libertad.
8. Jerry Rubin sabía que la emergencia de una juventud contestataria, izquierdista, antiautoritaria y antibélica, convertiría la Tierra en una utopía del amor y de la fraternidad universales
9. los ecologistas que una nueva conciencia salvaría a la tierra de los depredadores.
10. Los latinoamericanos estaban convencidos de que una nueva expectativa se avecinaba para el continente.
Nos imaginamos a las puertas de la sentencia bíblica: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Devendrían momentos difíciles. La imposición de modelos estéticos ajenos a la identidad latinoamericana, una ola de dictaduras militares, la caída del socialismo en Europa del Este, que condujo a posiciones según Pablo Guadarrama escépticas, pesimistas y nihilistas. Aquellos que concebían el socialismo real como una sociedad sin contradicciones vieron desmoronarse sus criterios. La América Latina “no terminaba de ser moderna y debía adaptarse a la idea de ser postmoderna”. Súmese a ello el tránsito del capitalismo de estado al neoliberalismo. Una sociedad donde según criterios de la socióloga francesa Vivien Forrester el hombre pierde la condición de ente explotado para adquirir la de inexplotable.
El fin de la Guerra Fría sede terreno al choque de culturas, validando criterios de Hunttington. Fukuyama se apropia de conceptos Hegelianos para propugnar el fin de la historia. Sin embargo, como nunca se impone un pensamiento filosófico desde la identidad nacional. Nos toca en este curso profundizar en los mecanismos que nos conducirán a un estadio superior del socialismo latinoamericano, en la tesis Hegeliana de la producción de bienes como espacio de expresión de las potencialidades humanas. Ningún país de la América Latina tiene nuestras condiciones para pensar y repensar el socialismo en pleno siglo XXI, desde las causas que originaron esta formación económico social, hasta su devenir: “las grandes revoluciones sociales, al desaparecer las causas que las han originado, se tornan incomprensibles”.
Decía Martí que ser culto es el único modo de ser libre. Sólo desde la cultura puede alcanzarse la verdad y sin verdad no hay libertad posible. Para muchos Cuba constituye el último vestigio de la modernidad, donde hemos sido testigos de la forja y fundación desde una solidez de pensamiento, con arquetipos que incluyen a José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, Felix Varela, José Martí, Julio Antonio Mella, Fidel –cito sólo algunos - y documentos medulares que incluyen textos tan recientes como los alegatos de nuestros cinco héroes, presos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo.
En su artículo “Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana”, el Che explica:
“Convendría decir que la teoría revolucionaria, como expresión de una verdad social, está por encima de cualquier enunciado; es decir, que la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, sin conocer la teoría [...] Se debe ser “marxista” con la misma naturalidad con que se es “newtoniano” en física, “pasteuriano” en biología, considerando que si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, no se quitará nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado [...] Es decir, y conviene puntualizarlo una vez más, las leyes del marxismo están presentes en los acontecimientos de la Revolución Cubana, independientemente de que sus líderes profesen o conozcan cabalmente, desde un punto de vista teórico, esas leyes “(Guevara, 1960).
Rememoremos a Gramcsi y rindamos culto al optimismo de la libertad. Trabajemos por lo que Guilio Giraldo, para diferenciarlo de los enfoques escolasticistas y ateístas, denominó el marxismo cubano. Si Martí llamó desde las páginas de La Nación de Buenos Aires a una segunda revolución en América Latina, hoy se impone un proceso global, donde el marxismo constituye herramienta de lucha. Pero renovado, enriquecido, atemperado a las demandas de estos tiempos. No existen verdades sin errores. Los cometió Marx, Engels, Lenin y muchos otros pensadores, pero recurro una vez más al Ché: “los grandes hombres, descubridores de las verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas y estas sirven para demostrarnos que son humanos”.
Para más adelante asegurar:
“Reconocemos las verdades esenciales del marxismo como incorporadas al acervo cultural y científico de los pueblos y lo tomamos con la naturaleza que nos da algo que ya no necesita discusión”
Iniciemos juntos este camino desentrañando los misterios de la sabiduría. Evoquemos una vez más al poeta:
“Por la verdad, todas las huellas, pero por la verdad”.

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