martes, octubre 09, 2012

Daniel Guerin y la “gran revolución” francesa




Uno de mis libros más preciados es una hermosa y cuidada edición ilustrada de la obra de Pedro Kropotkin(e), La gran revolución, “versión española” de Anselmo Lorenzo en dos volúmenes de más de 400 páginas cada uno de ellos. Se trata de una singular publicación por la Editora Nacional de México D.F., en 1967, y bellamente ilustrada con dibujos antiguos, supongo que de la primera edición….
Esta ambiciosa obra está en el origen del importante estudio que Daniel Guerin escribió allá por la mitad de los años cincuenta, cuando la historiografía sobre la “gran revolución2 en Francia estaba bajo los parámetros de la burguesía o del marxista estrecho de los historiadores afines al Partido Comunista francés. Estamos hablando de La lucha de clases en el apogeo de la revolución francesa.1793-1795 (cuya versión abreviada y reestructurada publica Alianza, Madrid, 1974), que causa una verdadera conmoción dentro de la izquierda ya que pone en cuestión el modelo jacobino de la revolución. Guerin destaca como la contradicción principal del período la que enfrenta a la burguesía con las fuerzas populares; frente a las instituciones y la ideología de la nueva clase dominante, se encuentran los «sans-culottes» y «bras nus», y plantea la cuestión de la revolución permanente en la revolución democrática, al tiempo que muestra las primeras huellas de la búsqueda de un modelo de socialismo libertario entre la extrema izquierda revolucionariaTradicionalmente, la Revolución Francesa ha sido considerada como el arquetipo de las revolu­ciones burguesas, y en base a un análisis comparativo se negaba el carácter de ésta a aquellas revoluciones que no respondían al modelo. Si se daba una unión de la burgue­sía con el "proletariado" frente a las clases dominantes del Antiguo Régimen y la primera tomaba violentamente el poder, había revolución burguesa, si no, no.
Gracias a esta visión, España, por poner un ejemplo, no habría pasado por esta fase o a lo sumo habría que empezar su estudio a partir de 1936. Sin embargo, parece ser que no es así, que ha habido muchas más revoluciones burguesas que las así etiquetadas; volviendo a nuestro ejemplo, en España se habría producido a partir de mediados del siglo XIX, que es cuando la burguesía inicia el control del poder económico, y, por tanto, del político, aunque sin necesidad de un enfrenta-miento violento con las antiguas clases poseedoras. Lo que habría ocurrido es que precisa­mente lo que se había tomado como modelo no era tal, y la Revolución Francesa sería una revolución burguesa, pero atípica.
1795" (Alianza Editorial, 1974), nos presenta una de las fases de esta revolución, aquella en que la burguesía se encontró ante el dilema de frenar la revolución, con ei peligro de que la reacción se recuperara, o continuar el proceso apoyándose en los "sans-culottes" con el riesgo de no poder controlar, dentro de sus propios presupuestos, a los desheredados. El dilema vendría impuesto ante la necesidad de potenciar un ejército con el que hacer frente a la amenaza euro­pea, guerra que como señala Guerin, no es consecuencia de ningún conflicto ideológico entre la Europa feudal y la Euro­pa revolucionaria, sino un enfrentamiento económico entre Francia e Inglaterra.
Sin embargo, el conflicto, que motivaría la escisión, al menos momentáneamente, entre las propias filas de la burguesía, no sería costeado por ésta, sino por los "sans-culottes" y por los contrarrevolucionarios, ya que la financiación correrá a cargo de las requisas de los bienes de los emigrados y del clero y, sobre todo, fue financiada por la inflación. Como señala Guerin, la utilización del pueblo fue total, ya que sí por un lado se le urgía a derramar su sangre por la Revolución, a la vez se le desviaba de sus verdaderos intereses de clase mediante un engaño que, posteriormente y en otras latitudes, se volvería a repetir: "Ayudadnos primero a afianzar definitivamente la Revolución; después, y sola­mente después, os daremos pan".
La burguesía que se había opuesto al feudalismo del Anti­guo Régimen quedaba muy lejos de ser un bloque monolíti­co, y cuando la guerra llevó a la Revolución al punto de no retor­no y a la necesidad de hacer concesiones a las fuerzas populares, quedó dividida en dos bloques, en apariencia, antagónicos: La Montaña (radi­cales) y La Gironda (modera­dos); Guerin ha profundizado en el estudio de ambos grupos, y demuestra cómo no son con­ceptos políticos lo que los separa, sino intereses económi­cos, aunque éstos, lógicamente, no fueran nunca explicitados.
En cuanto a La Gironda, se trataba de la representa­ción de la burguesía comercial y exportadora de bienes de con­sumo, principalmente textiles. Si a ésta la inflación, que lleva­ba a todo aquel que tuviera sig­nos monetarios a transfor­marlos en mercancías que a su vez elevaban sus precios vertigi­nosamente, beneficiaba, la guerra hubiera sido provechosa en el caso de que los ejércitos franceses hubieran conquistado, y rápidamente, Bélgica y Holan­da, ios dos grandes núcleos dis­putados a Inglaterra; pero los resultados bélicos habían sido muy distintos, ya que no sólo no habían alcanzado sus objetivos, sino que habían sido rechazados hasta su propio territorio, ade­más la situación se agravó mer­ced al bloqueo inglés y a la con­siguiente paralización de las actividades comerciales. Por tanto, para esta fracción de la burguesía no había duda en la elección: era mejor reconciliarse con los contrarrevolucionarios
En contra de éstos y ascendiendo en este momento a la categoría de fracción hegemónica de la clase en el poder, La Montaña, repre­sentante a su vez de los intere­ses de aquellos grupos que gra­cias a la inflación se benefi­ciaron con la adquisición de los bienes nacionales, que como se harta en España unos años más tarde, hablan sido vendidos en unas condiciones "peculiares": tasación inferior a su valor real, fraccionamiento del pago hasta doce anualidades y, para que la semejanza sea total, posibilidad de hacer efectivo su importe mediante "asignados", cuyo valor real se encontraba muy por debajo de su valor nominal. Si unimos que estos bienes hablan pertenecido, en su mayoría, tanto a los emigrados como al clero, y que detrás de los ejércitos realistas volvían éstos dispuestos a disputarles los bienes recién adquiridos, con que eran ellos los que se estaban beneficiando a su vez con los suministros de armas al ejército, comprenderemos mejor el que para los burgueses de La Montaña fuera preferible el riesgo de la unión con los "sans-culottes", a la posibilidad de una marcha atrás en la Revolución. Junto a este proble­ma de la guerra, Guerin nos muestra, con igual profundidad, problemas como el religioso, el fiscal o los de creación y control del aparato administrativo del nuevo Estado.
En oposición de unos y otros, aunque no siempre estuviera claro el enfrentamiento, nos encontramos un amplio “frente popular” compuesto por los "sans-culottes", conglo­merado que abarca a miembros de la pequeña burguesía, apren­dices de los gremios, prole­tarios, etcétera, y cuyos esque­mas en el terreno político aspiran a un gobierno directo del pueblo para lo cual y a tra­vés de los "clubs" potenciarán las Asambleas y crearán un organismo nuevo de acción no tienen de igualdad con las comunas medievales nada más que el nombre; en el plano social, las aspiraciones se redu­jeron prácticamente a luchar por sobrevivir, y de ahí las luchas hasta conseguir un abaratamiento de las subsisten­cias en un primer paso y, posteriormente, la fijación de los precios máximos. Lo que no fue atacado fue el dogma burgués de la propiedad privada, los ata­ques no se dirigen contra ésta, ya que la mayor aspiración con­siste en que sea ampliado el nú­mero de los propietarios.
Destacada es la descripción, hecha por Guerin, de cómo los "sans-culottes" son manejados por los jacobinos, con Robespierre a la cabeza, potenciando sus asam­bleas y acciones de masas para su utilización como ariete, prin­cipalmente contra el resto de la burguesía disidente, y desmon­tándolas una vez conseguidos sus intereses, bien mediante el engaño, bien mediante la anula­ción, física o no, de sus líderes, a los que se calificaba de "enragés" (exaltados).
El polémico libro de Guérin sigue siendo resumen de un trabajo anterior y mucho más completo, es importante por varios motivos. Uno de ellos es el de demostrarnos, de nuevo, que dentro de lo que se denomi­na como un ciclo largo en la Historia, como puede ser el que nos ocupa, hay ciclos más cor­tos que aunque en su conjunto sean complementarios, reúnen unas características propias que obligan a estudiarlos por separado. Otro podría ser el estudio sistemático que hace Guerin del bloque en el poder, la burguesía en este caso, y que le permite descubrir cuál es la fracción hegemónica que en cada momento impone sus par­ticulares intereses al resto de su propia clase, y que desde un tiempo a este parte suele llamar a ese dominio, democracia.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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