domingo, agosto 21, 2016

Federico García Lorca, el romancero vanguardista



A 80 años del fusilamiento del gran poeta y dramaturgo español por parte del franquismo

Faltaban pocos días para que estallara el golpe militar franquista del 18 de julio de 1936, perpetrado por la derecha española contra el Frente Popular, que gobernaba desde febrero de ese año. Se presume que Federico García Lorca, que vivía en Madrid, se dirigió por esa fecha a Granada. Pero la ciudad andaluza, tras la sublevación, quedó aislada. Y también el popular poeta y dramaturgo, acechado por la pronta cacería de los nacionales.
Una de las familias falangistas más reconocidas de Granada, los Rosales, amigos del poeta, lo escondió en su casa. En un hecho aún confuso, fue detenido allí por las milicias y guardias de asalto franquistas -ocurrió en los últimos días de julio y principios de agosto- y fue conducido a un paraje, en una fecha no precisada, junto a uno o dos prisioneros más. Fueron acribillados por un escuadrón. A 80 años de ese crimen, el cuerpo del gran poeta español -un referente de los republicanos y una síntesis de la masacre franquista- sigue sin aparecer. El asesinato sigue impune.
Como el río griego de Heráclito, Lorca fue transformando y transformándose. Fue un poeta ávido, forjado por las condiciones sociales, culturales y políticas de su época. Fue un símbolo de la llamada ‘Generación del ’27’, compartiendo las luminarias, entre otros, con los poetas españoles Pedro Salinas, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Vicente Aleixandre. Fueron hacedores de la palabra precisa, del cruce entre lo sentimental y lo intelectual.
Desde Libro de poemas (1921), pasando por Primeras canciones (1922) y Romancero Gitano (1924-1927) hasta Poeta en Nueva York (1929-1930), hay un cambio de paradigma poético en la voz de Lorca. En sus primeros libros aparece la tradición popular, el cancionero, el costumbrismo y el lirisimo. Allí aparecen versos como “hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas”, “bajo la luna gitana las cosas la están mirando”, el célebre “verde que te quiero verde” o “los niños tejen y cantan el desengaño del mundo”.
En Poeta en Nueva York se quiebra la matriz del romancero. Lorca -cuyo libro lo escribió mientras era estudiante en la Columbia University- encuentra aquí una voz sombría, agresiva, erótica, atenta al ritmo de esos años, enmarcado en el surrealismo, la crisis de la bolsa del año ’29 y la instauración de la Segunda República en España. Da un giro hacia la vanguardia. Los versos retratan esos años: “¡Asesinado por el cielo!”; “las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños”; “la Bolsa será una pirámide de musgo” o “yo denuncio la conjura de estas desiertas oficinas que no radian las agonías”.
Federico García Lorca fue fusilado por “socialista”, “homosexual” y por “masón”. Así lo reveló un informe clave del 9 de julio de 1965 de la Jefatura Superior de la Policía de Granada y que fuera dado a conocer en abril del año pasado. Fue la primera vez que se mostró la versión oficial del régimen franquista (EFE, 23/4/15). Una investigación publicada en 2010 reveló que el poeta fue secretario del funcionario Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública, durante la Segunda República (El País, 28/5/10).
Su orientación sexual no era tolerada en la católica España franquista. Con licencias poéticas, en particular en el periodo más surrealista, Lorca pareció deslizar sus sentimientos. En una entrevista, su biógrafo Ian Gibson planteó: “Las ediciones más populares de ‘El público’ o ‘Poeta en Nueva York’, libros que llegan a escolares de medio mundo y no se han revisado desde su salida, son homofóbicas. No mencionan un tema central para entender su obra. Incluso era difícil para los republicanos. Cuando en ‘Oda de España’, la revista de la República, se publica la elegía que le dedica Luis Cernuda, le cortan la última estrofa, la que hablaba de su gusto por los ‘efebos maravillosos’” (Revista Ñ, 17/3/09). Según Gibson, el pintor español Salvador Dalí fue su primer y gran amor.

En Buenos Aires

Buenos Aires y Lorca fueron, también, amor a primera vista. Estuvo seis meses desde que llegó en octubre de 1933. El poeta argentino Ricardo Molinari dio a conocer un dibujo del poeta, donde dice: “Los lugares donde más he amado, Cadaqués (municipio español donde vivió Dalí) y Buenos Aires”. Su obra Bodas de Sangre fue un gran éxito aquí. Leía en Radio Splendid, paseaba por la Avenida de Mayo (se alojó en el Hotel Castelar), recitaba en los teatros. En el café Tortoni compartía mesas con Oliverio Girondo, Victoria Ocampo o Carlos Gardel. Buenos Aires era una fiesta.
El autor de La casa de Bernarda Alba fue enterrado en una fosa común en Granada. Se estima que hay 130.000 cuerpos enterrados en fosas comunes diseminadas por todo el país. Existe sólo un expediente en el mundo que investiga su fusilamiento, presentado en abril de este año en el juzgado argentino de María Servini de Cubría y que fuera incluido en una megacausa en el mismo juzgado que indaga sobre los crímenes del franquismo cometidos entre el 17 de julio de 1936 al 15 de junio de 1977. El gobierno de Mariano Rajoy tiene paralizado cualquier tipo de investigación en territorio español sobre estos delitos de lesa humanidad.
En un extraordinario poema, titulado “Oda a Federico García Lorca”, Pablo Neruda escribió: “Para qué sirven los versos si no es para el rocío?/ Para qué sirven los versos si no es para esa noche/ en que un puñal amargo nos averigua, para ese día/ para ese crepúsculo, para ese rincón roto/ donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?”.
Federico García Lorca escribió para el roció en una época de ideas decisivas, lucha y oscuridad.

Daniel Mecca

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