martes, agosto 30, 2016

La Marcha sobre Washington de 1963: un movimiento racial integrado



Agradecemos a la Revista digital Huellas de la Historia, 28 de agosto de 2016, y a la autora de la nota su publicación en LID digital.

Finalizada la guerra, aproximadamente un millón de obreros negros se habían incorporado a la fuerza de trabajo industrial elevando sus ingresos.[ii] Muchos negros que habían conseguido trabajo en las industrias del centro en general los retuvieron mientras que otros continuaron la expansión a sectores de trabajo, particularmente en el área del gobierno, que antes estaban cerrados para ellos. Algunas políticas públicas, como las leyes antidiscriminatorias, y decisiones de cortes estatales parecían abrir aún más sus opciones. Pero, por otro lado, nuevas fuerzas económicas de la posguerra y los patrones de discriminación racial impusieron límites al avance negro. Las mujeres se veían obligadas a volver a sus puestos de trabajo en el servicio doméstico, los jóvenes encontraban enormes dificultades para asegurarse un puesto seguro en la nueva economía, las medidas estatales y federales contra la discriminación no tenían impacto práctico entre sindicatos y empresarios y, para el trabajo organizado de la AFL y CIO, el apoyo a la legislación por los derechos civiles contrastaba con el rechazo de los sindicatos a desafiar las jerarquías raciales en el proceso de contratación y en los mismos lugares de trabajo.[iii]
La militancia de los años anteriores y las mejoras obtenidas por muchos trabajadores negros parecían dar lugar a un aumento de la movilización contra las prácticas racistas, y muchos factores impulsaban esta idea. El crecimiento de la economía significaba que el avance de negros no tenía que ocurrir a expensas de los blancos, y el racismo “en casa” era utilizado por la Unión Soviética para atraer a las naciones de África y Asia resaltando el maltrato de los negros en Estados Unidos, con costos enormes en plena Guerra Fría.[iv]
Pero varios factores también jugaron en contra de una escalada del movimiento contra el racismo, tanto de los trabajadores como de los negros en general. Primero, para el final de la Guerra, la nación demandaba unidad y no división, y luego, la mayoría de los estadounidenses bregaba por la estabilidad y la armonía. Pocos podían aceptar acciones revolucionarias o políticas tendientes a promover el conflicto doméstico. Por otro lado, el contexto aparentemente favorable hizo creer a la mayoría de los negros que el progreso continuo sería automático, obviando la necesidad de la acción directa de masas negras[v].
El elemento más determinante fue, según Marable, la escalada del anticomunismo interno, que hacían imposible la existencia cualquier otro movimiento reformista por más válido que fuera [vi]. Además, los segregacionistas aprovecharon para vincular la lucha negra con la ideología y subversión comunista [vii], incluso cuando en la práctica, la mayoría del movimiento negro no era comunista. El Macartismo impregnó todos los sectores, incluidos algunos líderes negros como Randolph – anticomunista desde sus inicios – que fueron funcionales al sistema y atrasaron el movimiento negro.
Las masas negras redujeron su acción directa transfiriendo su lucha a los medios legales, y las organizaciones líderes como la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People) se moderaron. Por su parte, el AFL y la CIO (unidas en 1955), comenzaron a identificarse con el movimiento por los derechos civiles. Sin embargo, entre 1947 a 1950 la purga de comunistas y radicales los desvió de su compromiso contra la discriminación racial [viii]. Y a la par, debieron enfrentarse a la resistencia blanca que provocaba este compromiso. En el Sur, miles de trabajadores, muchos de ellos miembros sindicales, se unieron a los “White Citizens Councils” y denunciaron a los líderes sindicales por su apoyo a los derechos civiles. Mientras tanto, el trabajo organizado también era criticado por los activistas negros que reclamaban más acción en la legislación por los derechos civiles.[ix] Randolph fue parte de estas duras críticas desde dentro de la AFL-CIO al punto de ser censurado por el presidente de la afiliación, Meany, generando una enorme decepción entre los trabajadores afroamericanos y a la larga, por su negativa a intervenir los sindicatos segregacionistas, contribuyendo a aumentar las tasas de desempleo negro.[x]
Para 1954, había un sentimiento generalizado de ambiciones y expectativas insatisfechas entre muchos negros.[xi] Ese año marcó, de alguna forma, el quiebre con la pasividad del movimiento por los derechos civiles, en particular por el caso Brown contra la Junta de Educación de Topeka, en el que la Corte Suprema determinó que la segregación en las escuelas públicas era inconstitucional. La decisión de la Corte aceleró el movimiento afroestadounidense por los derechos civiles, pero también recrudeció el movimiento de resistencia de los supremacistas blancos, lo que llevó a los años de mayor violencia racial de Estados Unidos. El movimiento por la desegregación iba en aumento y tomó la forma de sit-ins, Freedom Rides, boicots, piquetes, campañas masivas de inscripción de votantes, huelgas de inquilinos, arrestos masivos y marchas.[xii]
Pero el movimiento por los derechos civiles era un movimiento que incluía a todos los negros en general, y no solamente a los trabajadores, además de algunos blancos que lo apoyaban. ¿Cómo se inscribía la lucha de los trabajadores en este movimiento generalizado? Los logros de los derechos civiles en estos años no fueron siempre una victoria para los negros trabajadores: de qué servía “el permiso para sentarse en un anterior teatro para blancos o reservar un cuarto en un hotel que había sido segregado, cuando no tenían trabajo.” De que servía que “los niños negros entraran a escuelas para blancos, cuando sus madres no tenían dinero para sus almuerzos”.[xiii] Los negros comenzaron a demandar la inclusión de reformas económicas especiales entre los objetivos generales de la lucha por los derechos civiles. Randolph y los líderes de trabajadores negros, así como la AFL-CIO, siguieron considerando al movimiento trabajador como el elemento crucial para alcanzar la justicia racial y crear una sociedad más equitativa. La masa de los afroamericanos, según varias encuestas de opinión pública durante esta época, compartía esta visión del movimiento trabajador como un aliado esencial.[xiv]
En 1962, Randolph y Bayard Rustin propusieron una marcha con el objetivo de reclamar justicia económica para los negros, centrada en demandas por legislación de empleo justo y el pasaje a un aumento del salario mínimo. Pero su propuesta no tuvo apoyo de la totalidad de las organizaciones negras, como NAACP o NUL, por lo que Rustin la orientó hacia los derechos civiles más que a la legislación económica. A pesar de que se desviaba de su plan original, Randolph aceptó la nueva marcha – quizás porque era consciente de que las masas tenían efecto en las políticas de estado – y la llamó “la Marcha de Washington por los trabajos y la libertad” (March for Jobs and Freedom).[xv]
Para organizar la marcha, Randolph y otros líderes por los derechos civiles, se reunieron con el gobierno de Kennedy. Según la entrevista analizada, la preocupación principal era evitar la escalada de violencia, ya que se da a entender que la cancelación de la marcha era imposible. Recuerda Randolph: “No, we didn’t discuss that [the posible effect of the march on the then pending civil rights legislation in Congress].(…) They wanted me to state to them what methods we were going to be able to adopt to avoid violence.”[xvi]
Efectivamente, la Marcha de Washington de 1963 resultó un evento masivo y pacífico, el punto cúlmine de la movilización por los derechos civiles que había “despertado” el caso Brown. La Marcha de 1963 no era la marcha propuesta por Randolph en 1941, era más bien un “asunto festivo”, que buscaba promover el compromiso de Kennedy con los derechos civiles.[xvii] Tal vez por ello había resultado fundamental la reunión previa de los líderes negros con el Presidente. Como sostiene Sittoff, la marcha pacífica y el discurso de King hicieron a la revuelta negra aceptable para los blancos.[xviii] La consecuencia inmediata fue la “Voting Rights Act” de 1965, pero en la práctica, ningún voto cambió en el Congreso.[xix] La economía política seguía siendo profundamente racista[xx] y la moderación de la marcha fue el recrudecimiento de las divisiones posteriores del movimiento negro, divisiones de las que se lamenta Randolph en el contexto de 1968: “But we have this fragmentation; we have people with some queer and unsound concepts of a revolution”.[xxi] La Marcha de Washington de 1963 fue un logro para la mayoría de los negros en Estados Unidos, pero también fue la demostración de que la unidad racial había triunfado sobre la unidad de clase.

Lucía Gracey
Escritora de Huellas de la Historia

Citas y Bibliografia

[i] Transcript, op. cit., p.3.
[ii] W. Harris, op. cit., p.322.
[iii] R. H. Zeiger, op. cit., pp.139-140.
[iv] H. Sittoff, op. cit., p.16.
[v] H. Sittoff, op. cit., pp. 12 y 16-17.
[vi] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., p.18.
[vii] H. Sittoff, op. cit., p.17.
[viii] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., pp. 30-32
[ix] R. H. Zeiger, op. cit., pp. 165-166.
[x] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., p. 54.
[xi] Ibídem, p.38.
[xii] Valeria L. Carbone, “Racismo y raza: ¿el motor de la historia de Estados Unidos?”, en Pablo Pozzi y Fabio Nigra. Huellas Imperiales. De la Crisis de 1929 al presidente negro; Imago Mundi, pp- 290-293.
[xiii] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., p. 54-55.
[xiv] R. H. Zeiger, op. cit., pp.171-172.
[xv] H. Sittoff, op. cit., p.160.
[xvi] Transcript, op. cit., p.2.
[xvii] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., p. 74.
[xviii] H. Sittoff, op. cit., p.164.
[xix] M. Marable, Race, Reform and Rebelion, op. cit., p. 75.
[xx] Ibídem, p. 83.
[xxi] Transcript, op. cit., p.9.

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