domingo, agosto 21, 2016

Rogelio García Lupo, una pluma clara, certera y profunda



Rodolfo Walsh y García Lupo en Cuba.

"Pajarito" fue pionero del periodismo de investigación. Y por sus trabajos fue prohibido y encarcelado.

Murió Rogelio García Lupo, pionero del periodismo de investigación, cuando lo que hoy es una especialidad era simplemente periodismo de calidad; historiador, buceador de la historia argentina y latinoamericana jamás contada, testigo invaluable de los grandes hechos políticos del siglo pasado que reflejó siempre con su pluma certera, clara y simple, profunda y zumbona, implacable pero nunca exenta de ternura y calidez; perseguido, prohibido y encarcelado por las dictaduras argentinas y por el temprano gobierno de Juan Perón, en los albores de la Revolución Cubana, fundó en Cuba la agencia de noticias Prensa Latina; fue corresponsal de diarios y revistas extranjeras, colaborador durante varios años de Clarín, hasta que decidió retirarse de la profesión allá por 2007 y fue también un maestro de periodistas que regalaba trucos y experiencias sobre el oficio. Tenía 84 años.
Ya no tendremos a quien recurrir, apretados por el cierre y esperanzados, para rogarle: “Rogelio, ¿no tendrá usted un papelito sobre tal cosa…?". O para recibir una clase maestra. La única triste certeza es la de saber que quienes tuvimos el placer enorme de conocerlo y el privilegio único de ser sus colegas, perdimos a un irrepetible.
Rogelio Juan Miguel García Lupo, más conocido como “Pajarito”, nació en Buenos Aires el 16 de noviembre de 1931. A los casi catorce años, como alumno del Nacional Roca de Belgrano, llegó con un grupo de compañeros hasta la Plaza de Mayo para saber qué pasaba: era el 17 de octubre de 1945, estaba por irrumpir el peronismo y los muchachitos nacionalistas de entonces parecían encandilados por la aventura que empezaba a protagonizar Juan Perón. García Lupo militaba en la Alianza Libertadora Nacionalista “un hervidero de pasiones políticas –dijo al colega Ruben Furman para el libro “Puños y Pistolas”– que se apagó al año siguiente, cuando Perón fue presidente y la puso al servicio de su gobierno”. Junto a Lupo, mayores que él, en la misma Plaza y como miembros de la ALN, estaban Rodolfo Walsh y Jorge Masetti: los tres, ya periodistas, se reencontrarían catorce años después en La Habana.
García Lupo será velado en Córdoba 3677 a partir de las 18 del sábado
Estudiante de derecho, empleado como auxiliar noveno en un juzgado de primera instancia en lo criminal, del que fue despedido por no aceptar ponerse luto cuando la muerte de Eva Perón, García Lupo entró a despuntar el oficio en dos publicaciones peronistas: la revista de arte “Continente”, donde colaboraba Osvaldo Bayer y el semanario “La Opinión Económica” de la CGE. Sobre el final del gobierno peronista, y por oponerse a la política de Perón con empresas extranjeras, fue a parar cien días preso al Pabellón 9 de Devoto, presos políticos, donde compartió barrotes con el escritor Raúl Larra y el músico Osvaldo Pugliese, entre muchos otros.
Entre 1956 y 1958 fue redactor de “Noticias Gráficas” y colaborador de la revista “Qué”, órgano de prensa de la UCRI, que sostuvo la campaña presidencial de Arturo Frondizi: “Un instrumento muy brillante –dijo alguna vez– donde escribían Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz con quienes yo estaba muy ligado ideológicamente”.
Entonces estalló Cuba. El triunfo de Fidel Castro convirtió a La Habana en una Meca. Masetti, que había ido como corresponsal de Radio El Mundo y terminó aliado a la revolución y guerrillero en Salta, donde murió en 1964, convocó a García Lupo y a Walsh para conformar el aparato de prensa del castrismo. A los tres se unió Gabriel García Márquez en la fundación de la agencia cubana Prensa Latina: un periodismo militante del que García Lupo renegaría años después: “Como forma exclusiva del periodismo me parece muy peligrosa, incluso para el que cree que se beneficia con el periodismo militante”, dijo en 2014.
En Cuba conoció a Ernesto Guevara, con quien compartieron trasnoches y desvelo: los dos trabajaban de noche y el Che lo llamaba para que le leyera los cables de última hora. Desencantado, como Guevara, por la sovietización de la experiencia revolucionaria cubana, García Lupo dejó la isla. Los cubanos le correspondieron de por vida con un amable rencor, tan inútil como trivial. Pese a ello, en 1962, García Lupo fue uno de los artífices del encuentro en Montevideo entre el Che y Richard Goodwin, enviado del presidente americano John Kennedy al encuentro de ministros de Economía del continente: un intento, fallido, de recomponer las relaciones Cuba-EE.UU.
Ese año García Lupo publicó su primer libro, “La rebelión de los generales”, secuestrado y prohibido por los generales que habían derrocado a Frondizi y gobernaban a través del presidente José María Guido. En 1968, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, escribe “Contra la ocupación extranjera” y colabora en la revista Primera Plana con el seudónimo de Benjamín Venegas para eludir la prohibición oficial. Al año siguiente, junto a Walsh y a Horacio Verbitsky, funda el periódico de la CGT de los Argentinos, la central obrera que dirigía el histórico dirigente gráfico Raymundo Ongaro, que murió el pasado 1 de agosto. Son los años en los que es corresponsal del semanario uruguayo Marcha que dirigía Carlos Quijano de quien, decía el “Pájaro” “aprendí el dramatismo y la alegría del periodismo”.
En 1972 publica “Mercenarios y monopolios en la Argentina - De Onganía a Lanusse”, un retrato fiel y despiadado de la llamada “Revolución Argentina” Expulsado del periodismo por la última dictadura, se ganó la vida desentrañando los misterios del cemento en una empresa constructora. Se enteró, como viejo sabueso que era, de la invasión a Malvinas y alertó a la revista “Interviú” de España y a “El Nacional” de Venezuela: esas corresponsalías marcaron su retorno a la profesión, junto con sus colaboraciones en “El Periodista” a partir de 1983. Estas y otras historias encierra el documental que Santiago García Ilser, uno de sus tres hijos, tituló “A vuelo de Pajarito”.
Dueño de un archivo prodigioso y de una memoria que le hizo juego, García Lupo se empeñó en investigar lo que llamaba “los aspectos más desconocidos de la historia militar de Perón, que no quieren investigar o que callan sus amigos y sus enemigos”. Parte de esa investigación la volcó en uno de sus últimos libros, “Últimas noticias de Perón y su tiempo”, editado en 2006. También escribió “Paraguay de Stroessner” en 1989 u “Últimas noticias de Fidel Castro y El Che”, en 2007.
Ese fue el año en el que decidió dejar el periodismo, para ser asesor editorial de Ediciones B. Fue después de que la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que dirigía García Márquez, decidiera premiar y celebrar su carrera periodística de más de medio siglo. En su discurso de aceptación, el Pájaro soltó una frase de antología en la que cifró sus años y definió su personalidad: “Durante toda mi vida he tenido prontuario y, ahora, por un acto de magia, he pasado a tener trayectoria”.
Genio y figura.

Alberto Amato

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