viernes, agosto 26, 2016

La prohibición del burkini y el “laicismo” reaccionario



Las fotos tomadas en las playas de Niza, que muestran a un grupo de policías fuertemente armados labrando una multa y obligando a una mujer de creencia musulmana a sacarse la ´burkini´ que llevaba puesta, recorrieron las portadas de los diarios de todo el mundo. El hecho despertó indignación en las redes sociales, que acusaron a los policías por haber sometido a la mujer a una humillación. “Unas 15 mujeres han sido multadas desde principios de semana en las playas de la ciudad, debido a la vestimenta que llevaban” (El Mundo, 24/8).
El episodio se enmarca en una serie de intervenciones de este tipo que la policía francesa viene realizando en las últimas semanas, debido a la prohibición que varios balnearios han impuesto al uso del llamado ´burkini´, una prenda de baño de mangas largas que cubre también la parte superior de la cabeza y es utilizada por algunas mujeres de religión musulmana. El primer ministro, el socialista Manuel Valls, respaldó a los alcaldes que tomaron esta iniciativa y advirtió que “el uso del burkini no es compatible con los valores de Francia y de la República”.
La persecución contra el ´burkini´ es una nueva expresión de la opresión de un pretendido “laicismo” que el Estado imperialista impone contra los y las trabajadores inmigrantes que comulgan otras religiones, especialmente la musulmana.
En Francia ya existen otras leyes que prohíben la utilización de ciertas prendas religiosas, como “la de 2004, conocida como ley del velo, por la que todo ´signo religioso ostentoso´ está proscrito de los centros educativos de primaria y secundaria, y la de 2010 contra el burka, que veta el uso de esta prenda (y cualquiera que cubra el rostro y dificulte así la identificación)” (El País, 17-8). El islam es la segunda religión en Francia, con más de cinco millones de fieles, el 7% de la población: una proporción que aumenta sensiblemente en las filas obreras y en los distritos más pobres.
Se trata de un laicismo regimentador, apoyado en las fuerzas represivas del Estado, que juega el papel de herramienta del capital contra la unidad de clase entre los trabajadores de Europa. En nombre de la “lucha antiterrorista” se profundizan la política represiva, el estado de excepción, la islamofobia y el racismo. En ocasiones, la otra cara del laicismo es el pretendido “multiculturalismo”, también de Estado, que tras la máscara de la “diversidad” pretende confinar a los trabajadores inmigrantes a ghettos urbanos, educativos y religiosos.
Las medidas disciplinarias que establece el Estado implican, además, una intervención sobre los cuerpos de las mujeres, en este caso de las que profesan la religión musulmana (el “laicismo”, que sepamos, no incluye ninguna prohibición para las monjas que quieran visitar la playa vestidas con sus hábitos). Valls no se privó de decir que las medidas represivas se deben a que el burkini expresa “un sometimiento de la mujer”: lo dice el jefe del gobierno que no solo relega a las mujeres de origen inmigrante a los trabajos peor remunerados sino que ahora también les manda policías armados (varones) para decirles cómo pueden y cómo no pueden vestirse.
El laicismo reaccionario de los “socialistas” franceses tiene un hilo de continuidad con los planteos de la extrema derecha de los Le Pen, los Wilders de Holanda y los Farage de Gran Bretaña, incluso con los de la burocracia sindical. Su objetivo de fondo es separar a toda costa a los trabajadores nativos de los inmigrantes, y responsabilizar a estos últimos del retroceso en las condiciones de vida que el capital le impone al conjunto de la fuerza de trabajo.
Es un laicismo que esconde, por otra parte, los vínculos estrechos que existen entre esos Estados y el Vaticano y encubre la profundización de la dominación de la religión oficial: varios de los episodios represivos hacia el ´burkini´ ocurrieron el pasado lunes 15 de agosto, feriado en Francia por conmemorarse "el día de la Asunción de la Virgen" (sic).
Para enfrentar este camino que lleva a la barbarie, llamamos “a la clase obrera de los países imperialistas a fortalecer los lazos con los trabajadores de obediencia musulmana mediante la lucha de clases común contra el capital y a valerse de esa lucha y de la organización que ella exige para emanciparse a sí mismos y a sus hermanos de clase de toda forma de oscurantismo religioso, en primer lugar contra la iglesia dominante, y de toda dominación clerical comunitarista” (Altamira, Tesis Programáticas, 2004).

Lucas Poy

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