sábado, abril 01, 2017

Guerra de Malvinas: ¿se podía derrotar al imperialismo inglés?



Malvinas sigue siendo una gran causa nacional. Su recuperación es un reclamo histórico que comenzó con la ocupación militar de las islas por parte del colonialismo inglés en diciembre de 1832. En enero del año siguiente expulsó a la población local y las convirtió en un enclave colonial, es decir, un territorio usurpado donde se implantó población foránea para poder controlarlo.

El reclamo por las Malvinas es justo y legítimo además de ser muy sentido por diferentes generaciones incluidas las más jóvenes. Junto a otras medidas antiimperialistas, forma parte de nuestra verdadera liberación de las grandes potencias. Sin embargo, la Guerra de Malvinas no tuvo el objetivo de derrotar al imperialismo inglés sino que fue desde un comienzo una aventura militar impulsada por el decadente gobierno golpista para conservarse en el poder.

¿Cómo llegan Argentina y Gran Bretaña a la guerra?

Tres años antes una crisis económica caracterizada por la fuga de capitales y una fuerte recesión aumentó los despidos de trabajadores. En enero del 79 se produjo la primera toma de fábrica de la dictadura y en abril la primera huelga organizada por un sector de la CGT, en junio de 1981 los metalmecánicos lucharon contra el cierre de automotrices y el 7 de noviembre de ese mismo año, la Iglesia de San Cayetano fue desbordada por miles de trabajadores y estudiantes. A los obreros opositores se sumaron las clases medias golpeadas por la crisis, la quiebra de bancos y la devaluación del dólar.
Pero el punto más alto de la resistencia a la dictadura fue el paro general con movilización convocado por la CGT el 30 de marzo de 1982 brutalmente reprimido con más de mil trabajadores detenidos, enfrentamientos callejeros con la policía, barricadas y 50mil personas movilizadas en las calles de todo el país. Dos días después, el presidente Galtieri anunció la “recuperación de las islas” con el desembarco argentino. Según el Informe Rattenbach, confeccionado por la propia Junta Militar para conocer los motivos de la derrota, el operativo se adelantó por lo menos 45 días como respuesta a la conflictividad social que atravesaba el país. La recuperación de Malvinas sería la última carta que pondrá en juego la dictadura para sobrevivir.
Por su parte, el gobierno británico de Margaret la “dama de hierro” Thatcher –del Partido Conservador– atravesaba una crisis económica y social similar; con un desempleo también creciente. En 1981 se generalizaron las revueltas sobre todo en los barrios más pobres y los mineros se perfilaron como el “enemigo interno”. Incluso se llegó a temer el adelanto de las elecciones; pero la ocupación argentina en Malvinas sería utilizada por Thatcher para construir la “unidad nacional” junto a la oposición laborista que apoyó la ofensiva en el Atlántico Sur.

¿Guerra o aventura militar?

El 2 de abril se lanzó la Operación Rosario, un asalto sorpresivo que llevaría a la toma de las Islas Malvinas y de su capital Puerto Stanley. El plan no contemplaba la recuperación real del territorio sino que fue una maniobra para negociar con Gran Bretaña una soberanía compartida suponiendo que EE.UU., no permitiría la escalada del conflicto y obligaría a las partes a encontrar una solución negociada. Esta hipótesis se basaba en los fuertes lazos que la dictadura había establecido con el gobierno norteamericano cuando oficiales argentinos entrenaron a los “contras” centroamericanos.
El “error de cálculo” sería fatal. El 3 de abril Londres amenazó con aplicar sanciones económicas y envió a las TaskForce (Fuerzas especiales) bloqueando la isla el 12 de abril mientras que EE.UU. se ubicó del bando inglés. Sería muy contradictorio que una potencia imperialista como EE.UU. defendiera una semicolonia como Argentina. En la contienda se enfrentaron entre 5mil y 10mil soldados argentinos (varían las fuentes) frente a más de 23mil efectivos británicos que arribaron con 120 buques de guerra. El hundimiento del Belgrano el 2 de mayo fue un duro golpe para los argentinos aunque desde antes ya no había retorno. Mientras, las tareas de acción psicológica en los medios de información cumplían su rol desde Bs. As. “Euforia popular” decía Clarín, “estamos ganando” según Gente el 6 de mayo y dos semanas después continuaba “seguimos ganando”.
La falta de adiestramientode las tropas, las pésimas condiciones climáticas elegidas para intervenir (el frío, pocas horas de luz solar, nieblas y lluvias), las armas y municiones eran insuficientes, los serios problemas de desnutrición en las tropas, los maltratos inferidos por la oficialidad a los soldados como torturas, estacamientos y violaciones.
La aventura militar duró 74 días y terminó con la rendición del genocida Mario B. Menéndez (Gobernador de las islas “recuperadas”) el 14 de junio de 1982. Los sobrevivientes fueron trasladados a destacamentos militares de Córdoba o Campo de Mayo para “engordarlos como ganado” y aislarlos de la población para que no contaran su verdad. Esos mismos combatientes fueron los que escupirían en la cara (literalmente) e insultarían a militares como el represor General Trimarco cuando les quiso entregar medallas y diplomas de honor en un acto en La Plata. En las calles se escuchaba “los chicos murieron, los jefes los vendieron”.
La derrota significó la caída de la dictadura –aunque el PJ y la UCR pactaron para que los militares gobiernen un año más– pero también marcó a fuego la democracia burguesa alfonsinista de los años siguientes ya que se trató de imponer la idea de que era imposible luchar contra el imperialismo, fortaleciendo el neoliberalismo en la Argentina de los 80 y 90. El número de víctimas de la guerra aún es incierto, unos 650. El número de suicidios es mayor que las bajas en los enfrentamientos, y continúa creciendo. En Gran Bretaña el neoliberalismo también se fortaleció con Thatcher quién derrotaría años más tarde a los mineros, vanguardia indiscutida del movimiento obrero inglés.

¿Se podía derrotar al imperialismo inglés?

Con el inicio de la guerra, como ocurriría con cualquier otro conflicto de similares características, los marxistas revolucionarios nos ubicamos del lado de la nación oprimida. En este caso, del bando argentino frente a la agresión imperialista pero denunciando políticamente al gobierno militar y luchando activamente para que la clase obrera tome en sus manos la dirección del conflicto. No había terceras posiciones o una supuesta “pacificación” impulsada por el Papa Juan Pablo II en su visita al país durante la guerra.
La clave para triunfar era atacar directamente al corazón de sus intereses económicos expropiando empresas y estancias inglesas, confiscando sus bancos (enviaban remesas a Londres para que compren armas) y no pagando la deuda externa. No se armó al pueblo a pesar de que se anotaron cerca de 200 mil voluntarios ni se aprovechó la fuerte movilización antiimperialista generada en América Latina, Perú incluso ofreció aviones y hombres pero fue rechazado. La planificación de las batallas fue desastrosa y primó la improvisación: tenían embargados aviones de combate en la Francia “socialista” (aliada de Thatcher), el destructor Fragata Santísima Trinidad no entró en combate, los aviones salían desde la base continental condicionando los tiempos de los combates porque las tropas que ocuparon las islas nunca acondicionaron el aeropuerto tomado, etc.
Derrotar al imperialismo inglés no era una utopía. Incluso el almirante inglés Woodwardlo afirmó que si el conflicto hubiese durado una semana más, Argentina podría haberlos derrotado. Thatcher también lo planteó en sus memorias. Lo que queda en claro es que la aventura militar nunca enfrentó realmente a la Corona británica. Su naturaleza de clase se lo impidió, como ocurrió con los sucesivos gobiernos democráticos burgueses que apelaron discursivamente al “sentimiento Malvinas” pero continuaron negociando con las grandes corporaciones que hoy siguen saqueando nuestros recursos naturales. Sólo una dirección independiente de estos intereses podría haber dado una verdadera batalla para ganar la guerra.

Claudia Ferri

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