miércoles, noviembre 11, 2020

Francia: la campaña reaccionaria de Macron


Este lunes se realizaron en las escuelas de Francia homenajes a Samuel Paty, un profesor que fue decapitado por un joven checheno de 18 años como represalia por haber exhibido en clases caricaturas de Mahoma. Lo que Paty había enseñado a sus alumnos eran los dibujos de la revista Charlie Hebdo que motivaron los atentados de 2015. El juicio a algunos de los responsables de esos ataques comenzó hace pocas semanas. 
 Los atentados perpetrados por organizaciones islámicas, que se han multiplicado estos años y tienen sus víctimas privilegiadas entre los sectores populares, poseen un carácter reaccionario y merecen un decidido repudio. Pero esto no puede ni debe confundirse con un apoyo al Estado imperialista, reaccionario y represor francés. 
 El gobierno de Emmanuel Macron se ha valido del repugnante crimen contra Paty -y de un atentado posterior en Niza- para reforzar el aparato represivo y una campaña reaccionaria contra la población musulmana. Aumentó el despliegue de la operación Centinela, por la que efectivos del Ejército custodian lugares públicos, de 4.300 a 7.000 mil efectivos. El Ministerio del Interior, en tanto, anticipó la deportación de extranjeros “radicalizados”, el cierre de una mezquita, un mayor control sobre las redes sociales, y reclamó la disolución del Colectivo contra la Islamofobia (CCIF). “Estamos en guerra”, dijo el titular de esta cartera (El País, 30/10). La persecución del “islam político” -promovida también por Los Republicanos y el Frente Nacional- es la coartada de un reforzamiento represivo de alcance general. 
 El gobierno se prepara además -desde antes de los últimos atentados- para la presentación en el parlamento -el próximo 9 de diciembre- de un proyecto de ley contra el “separatismo islámico” que restringe la educación domiciliaria que es usada por familias musulmanas, exige a las asociaciones religiosas la firma un certificado respetando los valores de la República, apunta a reemplazar el sistema de imanes consulares -que llegan desde otros países- por uno nuevo (“formaremos a nuestros imanes en Francia”, dijo Macron) e impone la “neutralidad religiosa” a los trabajadores del sector público, entre otros puntos. 
 Presentada como una iniciativa para reforzar el laicismo, lo único que se busca es recomponer una autoridad estatal en deterioro. “Hemos construido una concentración de miseria y dificultades y lo sabemos muy bien. Hemos creado barrios donde la promesa de la República no se ha cumplido”, reconoció Macron (Europa Press, 2/10). Al presidente francés le preocupan los sumergidos y levantiscos barrios en que la juventud viene de protagonizar grandes movilizaciones contra la represión y el gatillo fácil. 
 El laicismo oficial tiene un carácter reaccionario. Busca reforzar la autoridad de un Estado imperialista y dividir a los explotados, al tiempo que es un laicismo que esconde los vínculos privilegiados entre el Estado y la Iglesia católica. 
 Por otra parte, mientras hace campaña contra el islamismo político en su país, Macron mantiene su alianza con uno de los poderes oscurantistas más grandes del mundo, la corona saudita. El Estado francés también se ha valido del pretexto del islamismo y el terrorismo para justificar su despliegue de tropas en Malí y otros países del continente africano. 
 Hay que decir finalmente que el discurso islamófobo alienta reacciones contra la población musulmana, como el atentado en la mezquita de Bayona de octubre pasado por parte de un miembro del Frente Nacional. 

 La pandemia

 La campaña reaccionaria de Macron busca además desviar la atención ante la crisis social, agravada por la pandemia, y ante el fracaso sanitario del gobierno. Con más 1,6 millones de casos y casi 40 mil muertos, Francia aparece entre los países más afectados del mundo. El diario Le Monde (4/11) se ha hecho eco de un informe que indica que la mortalidad (en la primera etapa del Covid-19) es superior en las afueras más empobrecidas de París y en los lugares de mayor hacinamiento habitacional. 
 Ante una escalada que amenazaba con llevar los contagios a 100 mil por día, según el propio Macron, y a un colapso total del sistema sanitario, el gobierno que venía resistiendo la implementación de una nueva cuarentena debió ordenar un confinamiento para el mes de noviembre, aunque absolutamente limitado: se cierran algunos comercios pero las grandes empresas podrán seguir operando. Las escuelas se mantienen abiertas, lo que ha desatado un movimiento de lucha (paros, asambleas) en decenas de establecimientos, encabezado por alumnos y profesores, ante la falta de medidas de seguridad e higiene y de un protocolo adecuado. 

 Macron y Erdogan 

 Las diatribas del gobierno francés contra el islamismo han agravado las tensiones con Turquía. Francia viene de reforzar su presencia militar en el Mediterráneo oriental, en el marco de las disputas entre Grecia y Turquía por los recursos gasíferos, frente a las cuales Macron apoya a la primera. También aparecen enfrentados en la guerra entre Armenia y Azerbaiyán (donde Macron apoya a Ereván y Erdogan a Bakú) y en la guerra civil en Libia (Turquía apuntala al gobierno y Francia al mariscal Haftar). 
 Al igual que Macron, Erdogan se vale este duelo para reposicionarse en el plano interno. En el mundo musulmán, la campaña de Macron ha suscitado un fuerte rechazo. El ya citado Le Monde informa que 50 mil personas se movilizaron en Dacca, la capital de Bangladesh, en repudio al presidente francés y en reclamo de la ruptura de relaciones con el país galo. La convocatoria partió de una organización islamista. También hubo movilizaciones en algunas ciudades de Pakistán, mientras que en ciertos países se está impulsando el boicot a productos franceses. 

 Unidad de los trabajadores

 Frente a la campaña reaccionaria de Macron, es necesario promover la lucha común de los trabajadores contra el capital. En ese proceso mismo, franjas de masas podrán ir liberándose de toda sujeción a cualquier variante oscurantista. 

Gustavo Montenegro

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