sábado, julio 14, 2018

Nelson Mandela, un siglo de historia y de lucha inconclusa.



Este año se cumple el centenario de Nelson Mandela (Mvezo, Unión Sudafricana; 18 de julio de 1918-Johannesburgo, Gauteng, Sudáfrica; 5 de diciembre de 2013), uno de los personajes más emblemáticos de la última historia africana, alguien que era tratado como un “terrorista” por los grandes prebostes del neoliberalismo (Thatcher, Reagan, Kohl, Fraga, etc.). Según se atrevían a afirmar en los años ochenta, el gobierno de Pretoria no lo tenía encarcelado como “político” sino como “terrorista”, una vieja canción como todos sabemos.
Entonces, estos mismos defensores del “apartheid” aseguraban que Sudáfrica era como Israel, la “única democracia” de la zona, por lo que además, Pretoria se permitía intervenir contra en las guerras contra el colonialismo portugués cuyo ciclo se cerró con la “revolución de los claveles” en Portugal. Pero a pesar de todo el entramado se puso del lado del gobierno racista, durante muchos años Mandela se erigió en un símbolo de la lucha por la libertad en su país, protagonista de una campaña internacionalista que se expresó vivamente a través de la música, así como desde el cine y la TV, al menos la británica y algunas norteamericanas con el compromiso abierto de conocidos actores como Harry Belafonte, Sidney Poitier que los encarno en la película de aventuras políticas, “La conspiración” (1975) dirigida por Ralph Nelson con Michael Caine, Nicol Williamson, e inspirada en vicisitudes vividas por el propio Nelson …
Expresión de esta lucha nos llegó “Mandela” (Gran Bretaña-USA, 1987), una miniserie de la BBC producida por Richard Bamber en 1987, y obtuvo un gran éxito internacional. Entre nosotros, fue emitida por la TV1 en horas puntas a finales de la década, y conoció una distribución en los vídeo-clubs donde era reconocida como «de multinacional» o sea entre las más potenciadas. Escrita por Ronald Harwood basándose en la recopilación de los escritos de Mandela, se da cuenta de importantes trazos autobiográficos, contados de manera enérgica con ocasión de juicios como el «de Traición» y el de Rivonia, en el que salvó la vida para convertirse en el prisionero político más famoso del mundo. Dada la hostilidad del régimen racista, la serie se rodó en Rhodesia en 1987 con una fuerte protección armada por parte del ejército de Robert Mugabe, un africano marxista que había accedido al poder después de ser considerado, justamente como Mandela, un peligroso terrorista. La dirigió Philip Saville, responsable de algunos telefilmes con un sello claramente comprometido.
En su momento, “Mandela” significó una potente contribución solidaria, resultó un éxito considerable en los EE.UU. Estrenada en plena restauración conservadora, fue objeto de una campaña en contra de la prensa neoconservadora que consideraba a Mandela como un terrorista, no en vano la CIA colaboraba estrechamente con el régimen racista y Reagan lo justificaba) especialmente entre la comunidad afronorteamericana, fuertemente comprometida en movilizaciones contra el «apartheid» y presente a través de sus principales actores protagonistas que ponen todo su oficio y un alto poder de convicción. En dos largos capítulos, la serie cuenta la trayectoria de Nelson Mandela (Danny Glover) desde que instaló el primer despacho de abogados negros junto con Oliver Tambo, su compañero inseparable que le sustituyó en la secretaria general del ANC o CNA. Entre nosotros, la lucha solidaria con la nación negra sudafricana apenas sí llegó a manifestarse fuera de Barcelona, de ahí que el propio Mandela, una vez libre, pasó por el Ayuntamiento y desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona desde donde realizó una elocución agradecida, pasando por alto claro está que el gobierno de Felipe González no se sumó al boicot internacional contra el régimen del “apartheid” que contó con el apoyo de los sionistas de Israel desde el primer día.
Todavía en los años ochenta y principios de los noventa, el número de “amigos” del “apartheid” en Sudáfrica era muy importante entre nosotros. El autor de estas línea recuerda dos artículo seguidos firmado por Fraga y publicados en “El País”, en el que Don Manuel se deshacía en elogios por lo que consideraba “la única democracia en la zona”, cosas que se siguen diciendo de Israel que, por cierto, fue uña y carne con el régimen de Pretoria. Está visto que el “antisemitismo” no era malo cuando se aplicaba contra la nación negra…No fue hasta los años sesenta que las editoriales combativas comenzaron a publicar entre nosotros obras de denuncia.
Así la inquieta editorial Fontanella (Barcelona, 1963) publicó las memorias de Albert Luthuli, “Dejad de marchar a mi pueblo”, y Edició de Materials (Barcelona, 1967) lo hizo con el alegato de la periodista antirracista Annie Francos: “Sudáfrica: nazismo y apartheid”. Por entonces, las voces de la resistencia apenas sí llegaban a través de revistas como “El Correo de la Unesco” y las que se podía encontrar en el local de “Los Amigos de la ONU” en Barcelona, en el que los de Comisiones hacíamos reuniones. Poco a poco la causa africana se fue haciendo un lugar en la oposición antifranquista, especialmente entre las minorías radicalizadas. Una muestra de ello fue la obra de Miquel Izard (Ed. de Serbal, Barcelona, 1988), “La política del `Apartheid¨ en Sudáfrica”, incluida en la recopilación “Marginados y oprimidos”.
En los ochenta varios colectivos “tercermundistas” creamos en el grupo “Prou Apartheid”, en el que tomaron parte amigos y amigas británicos que estaban mucho más avanzados que nosotros, entre otras cosas porque el Imperio tenía un pie en el área y tenía sus conflictos con el más atrasado y cruel sector bóer. Aunque estábamos en una fase de desmovilización, el colectivo montó varios ciclos de conferencias en centros sociales y en escuelas, repartió octavilla, anunció campañas de boicot. Incluso organizó una concentración que llenó la Porta d´Angel donde casi no nos podíamos mover. Sucedió que la policía municipal me buscó como primer firmante, y me contó que para ellos había unas 200 personas. Quien conozca el lugar podrá imaginar que tendría que haber muchas más. Le contesté “! Nosotros hemos contado dos mil¡”, pero al día siguiente los diarios no informaron ni de una cifra ni de otra. Estamos hablando de una historia harto repr4esentativa de las grandes luchas y revoluciones de finales del siglo XX, la última y la más importante, una odisea inconclusa sobre la que estamos obligados a saber y debatir.
Lo cierto es que quitando “Invictus” (USA 2009) de Clint Eastwood con Morgan Freeman como Madiba, aunque no recuerdo ningún otro biopic del ex presidente de Sudáfrica que supiera estar a la altura de las luchas en la calle en la que miles sino millones de sudafricanos se enfrentaban contra la policía racista, y lo hacían con manifestaciones “rítmicas” que daban envidia.
Desde una memoria rápida anoto que el cine más comprometido de finales del siglo XX, fue el orientado contra los supremacistas blancos con títulos que, a pesar del escepticismo de cierta crítica que citaba al Godard que declaró que el cine “político” (¿hay algunos que no lo sea de alguna manera incluyendo la omisión?) solamente convencía a los ya convencidos. Sin embargo, este cine era recibido con cara de perro por las autoridades de Pretoria y era recibido como contribuciones importantes para su lucha por la nación negra, y por quienes, sin dejar de reconocer sus simplificaciones, les ayudaban en una guerra que está lejos de haber concluido. También se produjeron numerosos documentales que todavía tienen un valor testimonial para animar actividades de conmemoración y debates como la que el colectivo “Parlem…” prepara en Sant Pere de Ribes para este otoño.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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