domingo, noviembre 01, 2020

La irrealidad del ´Proyecto Artigas´

Hay que comenzar por el principio.
Cualquier intento de crítica sobre el denominado Proyecto Artigas que ensayaron Dolores Etchevehere, Juan Grabois y compañía, no puede desconocer algo tan elemental como el hecho de que el nombre que merece este proyecto no representa, en modo alguno, una referencia geográfica como se ha expuesto al afirmar que “debe su nombre a la contigüidad de la provincia con la Banda Oriental”. Muy por el contrario, se busca referenciar el modelo agrario propuesto por José Gervasio Artigas en lo que se conoce como “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados” de 1815, pero desconocido en su entereza hasta los pormenores de 1880. Allí, se planteaba el reparto de las tierras que habían sido abandonadas por “aquellos de emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallan indultados por el jefe de la provincia para poseer sus antiguas propiedades” y los otorgados por el gobierno de la Banda Oriental desde el 1810 al 1815, esto es en el marco de la lucha bélica independentista que había diezmado la productividad de las provincias en su conjunto. Se trataba indudablemente, y esto muy a pesar de lo que ha escrito al respecto el PTS (que parece lamentar que Artigas no fuera un comunista declarado en 1815, como si hubiese habido posibilidad de tal cosa), de una reforma agraria de avanzada para su época, en tanto se correspondía con el ascenso revolucionario de la burguesía en todo el globo y se planteaba la destrucción del orden colonial con sus relaciones de servidumbre. No viene, sin embargo, mayor necesidad de explayarse al respecto…por el momento.
 Lo importante aquí es discutir, nuevamente y como bien han hecho algunos compañeros en Política Obrera, el problema agrario. Aunque parezca increíble, la nota desconoce de manera absoluta el eje central sobre el que debe girar la crítica socialista al respecto. Es como si quien escribió ni siquiera ingreso a la página web oficial del Proyecto Artigas para dar cuenta de sus propósitos. Por eso, es la idea poder enfocar la mira para darnos cuenta lo que realmente estamos observando. En ese sentido, será este un breve intento de colaboración para que la Tendencia del Partido Obrero siga construyendo una línea política de intervención correcta en base a un análisis concreto de la realidad del agro argentino. 
 El proyecto Artigas se nos presenta de esta manera:
 “Un grupo de campesinos sin tierra, militantes y organizaciones ambientales hemos decidido acompañar a Dolores Etchevehere en la recuperación de la Estancia Casa Nueva, ubicada en La Paz, Entre Ríos. Juntos, hemos conformado Proyecto Artigas y hemos plantado, en la tierra que le pertenece por derecho natural, la primera semilla de una reparación histórica.”
 “Hemos acordado con Dolores Etchevehere la cesión del 40% de la tierra que le corresponde como legítima heredera de su padre para construir un modelo agrario sostenible, libre de agrotóxicos y explotación, distinto al que su familia representa. Nos proponemos construir allí un proyecto productivo que cuide la madre tierra y respete los derechos de las familias campesinas.”
 En otras palabras: Grabois y el MTE quieren encuadrar esta disputa entre los Etchevehere dentro de los límites de su tan mentada reforma agraria que había comenzado con un programa que implicaba expropiar 50.000 parcelas y entregárselas en propiedad a pequeños productores, la construcción de 100 polos agroecológicos en tierras medianas (40 o 50 hectáreas) que permitan producir con bioinsumos sin agroquímicos, la integración de los neorurales, es decir, integrar a "la pibes de los barrios que toman contacto con la naturaleza a partir de talleres de agroecología", entregar títulos de propiedad comunitaria a 1.500 comunidades originarias relevadas y relevar las que faltan y promulgar leyes de protección de cinturones hortícolas verdes en todas las grandes ciudades del país para que no haya una expansión de proyectos inmobiliarios como countries. Parece que la crisis política del país lo hizo conformar con apenas 1.344 hectáreas con los que buscara solucionar el problema de la “soberanía alimentaria”. 
 Lo cierto es que no hay defensa posible de ninguna reforma agraria cuando uno analiza las relaciones de clase dentro del agro argentino. Ya han sido desarrollados estudios de enorme valor sobre el carácter capitalista de nuestro campo demostrado en el tipo de relaciones entre arrendatarios, hoy pooles de siembra, y los propietarios y los trabajadores rurales, utilizados de manera masiva, regidas por contrato; en el mercado como destino de la producción y no para el consumo propio, el carácter de su renta, etc. No hay régimen social precapitalista que derrumbar. Tampoco de dar solución a la concentración propietaria de un mundo campesino.
 Una reforma agraria significaría un retroceso histórico. La división de la tierra no haría más que construir una capa de productores pequeños incapaces de hacerse de maquinarias y técnicas de avanzada, así como una producción más eficiente, es decir, la gran virtud del desarrolladísimo agro argentino, en el sentido de que cuenta con la tierra más fértil del mundo, la utilización de herbicidas, semillas modificadas y un grado enorme de concentración de la producción. Es por esto último que la reforma agraria es defendida a capa y espada por una burguesía agraria pequeña que se ve imposibilitada de toda competencia.
 Quienes defienden la producción en pequeñas parcelas afirman que se encuentra en ella mayores índices de eficiencia productiva. En primer lugar, es falso. Ahí está la Historia para quien quiera verla. Al mismo tiempo, debería explicarnos Grabois como lograra tal objetivo en el rechazo infantil (en el sentido de negación del avance técnico y tecnológico) hacia los fertilizantes. En segundo lugar, se trata de una abstracción en tanto iguala toda la geografía, las cualidades de la tierra, el tipo de cultivo y la inversión realizada. Sería absurdo colocar en la misma bolsa las infinitas pero poco productivas tierras de la Patagonia, con las más pequeñas pero productivas tierras de la Pampa Húmeda. Es también un error pensar que la productividad está determinada por la propiedad. La entrega de escrituras y papeles no resuelve nada, como se evidencia al leer cualquier estudio: históricamente, las zonas de mayor tecnificación eran las que se poblaban con arrendatarios, a diferencia de los sectores ganaderos que siendo en su mayoría propietarios, se encontraba modernizada en menor medida. Un dato no menor: afirmar como dice la nota que “La propiedad privada se encuentra a salvo con unos y otros” es una perogrullada. La reforma agraria refiere, justamente…a la creación de propietarios. 
 La defensa de la explotación familiar que realiza Grabois es inviable desde el punto de vista histórico, en tanto el desarrollo del capital y la técnica han tendido a disminuir de manera drástica, mientras crecía el caudal de trabajadores rurales. Además, la producción familiar solo puede entenderse como producción para la subsistencia, lo que lleva a niveles de auto-explotación groseros y, por ello, un deterioro de las condiciones de vida. Otra vez: no hay progreso alguno. Pero peor que esta consigna propia del realismo mágico es la propia realidad, peor es dar cuenta de que detrás del concepto de “explotación familiar” se esconde la explotación de mano de obra esclava como ocurre en los famosos cinturones hortícolas del Conurbano, que nada tiene que envidiarle al Estatuto del Peón Rural que habilita el trabajo a destajo y el trabajo en cuadrilla, la explotación infantil y blanquea la flexibilidad laboral al permitir los contratos de trabajo temporarios y discontinuos y la tercerización, y esto para nombrar solo algunos de los puntos de la reforma del mismo en el año 2012.
 Son estos algunos puntos sobre los cuales habría que seguir desarrollando una caracterización de conjunto del agro nacional y asi intervenir con un programa de acción que implique la expropiación de la burguesía agraria, incluida su maquinaria, y la colectivización de la tierra y producción en grandes extensiones para poder alcanzar así niveles de productividad que ya no repartan la miseria, sino todo lo contrario. 
 No hay dudas que la crisis politica se cuela en este conflicto que ha sobrepasado los limites de una disputa familiar. Luis Miguel Etchevehere se levanta contra su hermana y el MTE vociferando un discurso fascistizante que ha venido increscendo y que se ha manifestado pubicamente en los banderazos derechistas. Y si, al mismo tiempo, como hace la nota, enmarcamos el conflicto tras la crisis abierta por la lucha por la tierra y la vivienda, cuyo epicentro se ubica en Guernica, desde la izquierda debemos colocarnos en defensa de los militantes del MTE, con todas nuestras diferencias sobre la manera de encarar y entender el problema agrario sobre la mesa, como forma de dar garantia para la continuidad de la lucha y defender la vida de esos trabajadores. 

 Lautaro Correa 
 30/10/2020

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