domingo, agosto 19, 2018

Anatoli Vasílievich Lunacharsky [Autobiografía] (*)



Lunacharsky fue sin lugar a dudas el personaje más emblemático del encuentro entre la cultura y la revolución rusa. Su mayor esplendor coindide con el aige de la revolución, y se muerte con la contrrarevolución cultura que se cocía bajo el ascendente estalinismo.
Pepe Gutiérrez-Álvarez

Nací en 1875 en Poltava, vástago de una familia de funcionarios. En mi infancia, bajo la influencia de las ideas radicales que dominaban en el ambiente familiar, me liberé pronto de los prejuicios religiosos y empecé a sentir vivas simpatías por el movimiento revolucionario. Estudié en el primer instituto de Kíev. A los 15 años, bajo la influencia de algunos camaradas polacos, comencé a estudiar seriamente el marxismo y desde entonces me tuve por marxista. Fui uno de los participantes y dirigentes de la vasta organización de alumnos que englobaba todos los establecimientos de enseñanza secundaria de Kíev. A partir de los 17 me lancé a hacer propaganda entre los artesanos y los obreros de ferrocarriles. Cuando salí del instituto, me negué a ingresar en la universidad rusa y partí para el extranjero, a fin de estudiar allí, más libremente, la filosofía y las ciencias sociales. Entré a la Universidad de Zurich, donde, durante dos años, estudié filosofía y ciencias naturales, muy particularmente en el círculo del fundador del sistema empiriocriticista, Richard Avenarius, y profundicé mis conocimientos del marxismo bajo la dirección de Axelrod y en parte de G. V. Plejánov.
Guando mi hermano mayor, Platón Vasílievich, fue atacado de una grave enfermedad, me vi obligado a interrumpir mis estudios. Pasé entonces algún tiempo en Niza, luego en Reims y por último en París. Fue en esa época cuando tuve estrecha relación con el profesor M. M. Kovalevsky, cuyas indicaciones y biblioteca utilicé, pues mantenía con él buena amistad, acompañada sin embargo de constantes discrepancias. Pese a la enfermedad de mi hermano, llegué a convencerlos, a él y a su esposa, Sofía Nikoláevna, hoy Smidóvich, de hacerse socialdemócratas; más tarde los dos desempeñaron un papel importante en el movimiento obrero.
En 1899 regresé con ellos a Rusia y a Moscú. Allí, con A. I. Elizárova, hermana de V. I. Lenin, Vladimirsky y algunos otros, volví a tomar en mis manos la actividad del comité de Moscú, hice propaganda en los círculos obreros, escribí folletos y dirigí huelgas con otros miembros del comité. Por denuncia de A. E. Serebriakova, miembro de la organización periférica dependiente del comité de Moscú, la mayoría de los pertenecientes a la organización fueron detenidos conmigo. Sin embargo, tras un corto espacio de tiempo y careciendo de pruebas serias, se me puso en libertad bajo fianza y luego fui enviado a casa de mi padre en la provincia de Poltava y allí recibí en seguida autorización para dirigirme a Kíev, donde comencé a militar de nuevo; pero un accidente infortunado, mi detención y la de otros participantes en una conferencia sobre Ibsen a beneficio de los estudiantes, interrumpió mis actividades. Así pues, fui encerrado durante dos meses en la prisión de Lukiánov, donde hice amistad con M. S. Uritsky, entre otros. Apenas recobrada la libertad, fui de nuevo detenido por el asunto moscovita y trasladado a Moscú, donde permanecí ocho meses en la prisión de Taganka. Aproveché mi periodo de encarcelamiento para estudiar intensamente filosofía e historia, y muy particularmente la historia de las religiones, a la cual había consagrado dos años en el museo Guimet de París. Este trabajo intenso y la soledad quebrantaron considerablemente mi salud. Pero fui por fin liberado con la perspectiva de un juicio administrativo ulterior y una deportación temporal a Kaluga. Allí se creó un estrecho círculo marxista, formado entre otros por A. A. Bogdánov, L. I. Skvortsov (Stepánov), V. P. Avííov, V. A. Bazárov y yo mismo. Fue una ebullición de intensa actividad intelectual; publicamos traducciones de obras alemanas de primera importancia con la ayuda de un joven industrial simpatizante del marxismo, D. D. Goncharov. Pronto, tras la partida de A. A. Bogdánov, Skvortsov y yo pasamos a la agitación directa en el depósito de los ferrocarriles y entre los maestros, etc. Al mismo tiempo creció mi amistad con la familia Goncharov. Me instalé en su fábrica de telas, milité entre los obreros y redacté mis primeros trabajos literarios que se publicaron en el Correo […].
Al fin llegó mi condena a tres años de deportación en la provincia de Vólogda, que era entonces un centro muy importante de emigración. Ya se encontraba allí Bogdánov, con el cual me instalé. Tuvimos vivos debates con los idealistas, cuya figura principal era N. Berdiáev. Personalidades como Sávinkov, Schégolev, Zhdánov, A. Remízov y muchos otros tomaron parte activa. Mi estadía en Vólogda ha quedado señalada sobre todo por mi lucha contra el idealismo. El difunto Suvórov se unió al grupo primitivo de Kaluga, que había permanecido unido y cuyos miembros publicaron juntos, en respuesta al libro Problemas del idealismo, una recopilación de ensayos titulada Las grandes líneas de una visión realista del mundo. Ensayo sobre la concepción realista del mundo. De este libro se hicieron dos ediciones.
Escribí numerosos artículos sobre cuestiones de psicología y filosofía en Obrazovanie y en Frauda, cuya finalidad esencial era esta misma lucha contra el idealismo. Sin embargo, al mismo tiempo, todo el grupo se alejó de la interpretación del materialismo marxista dada por Plejánov. Pero todos los socialdemócratas no compartían las ideas del grupo, que adquirió un peso muy considerable en las esferas ideológicas rusas de la época. Una disputa con el gobernador Ladyzhensky fue acompañada de numerosos y peculiares incidentes que determinaron mi traslado a la pequeña ciudad de Totma, donde fui entonces el único y exclusivo deportado. Las amenazas del comisario de policía de la pequeña ciudad cortaron pronto las tentativas de la iníelligentsia local para relacionarse con el recién llegado, y con mi mujer, A. A. Malinóvskaya, hermana de A. A. Bogdánov, viví en un aislamiento casi total. Fue allí donde escribí casi todos los trabajos que se publicarían más tarde en la recopilación titulada Estudios críticos y polémicos. Escribí también una vulgarización de la filosofía de Avenarius, y durante todo ese tiempo continué rodeado de libros y completando mi educación con el mismo entusiasmo.
Al término de mi deportación en 1903, regresé a Kíev y comencé a trabajar en un periódico legal semimarxista que se publicaba entonces allí: Kíevskie otliki. Fue entonces cuando se produjo la escisión en el partido y el CG conciliador, cuyas figuras destacadas, Krasin, Kárpov y otros, se dirigieron a mí pidiéndome que apoyara su política. Sin embargo, bajo la influencia de Bogdánov, abandoné bien pronto mi actitud conciliadora y me uní resueltamente a los bolcheviques.
Lenin me invitó, en una carta fechada en Ginebra, a ir inmediatamente a Suiza y tomar parte en la redacción del órgano central de los bolcheviques. Los primeros años de mi actividad en el extranjero transcurrieron entre innumerables altercados con los mencheviques. No me contentaba con colaborar en los periódicos Vperiod y Proletarii, sino que en el curso de largas giras por las colonias de exiliados rusos en Europa, exponía verbalmente las características de la escisión. Estos análisis políticos iban acompañados de conferencias sobre temas filosóficos.
A fines de 1904, la enfermedad me obligó a partir para Florencia. Allí me sorprendió la noticia de la revolución y la orden del CG de partir rápidamente para Moscú, orden que obedecí con entusiasmo. A mi llegada a Moscú, me relacioné con Nóvaya zhizn y después con los periódicos legales que sucesivamente reemplazaron a aquél, entregándome también a una propaganda oral intensa entre los obreros y estudiantes, etc. Ya anteriormente me había encargado Lenin, con motivo del III Congreso del partido, que hiciese una exposición verbal sobre la insurrección armada. Tomé parte en el congreso de unificación de Estocolmo. El lo de enero de 1906, fui detenido en una reunión obrera, pero al cabo de un mes me liberaron de la prisión de los Kresty. No obstante, poco a poco, se lanzaron contra mí muy serias acusaciones y se me amenazó con las más graves consecuencias. Siguiendo el consejo de la organización del partido, decidí emigrar, lo que hice en marzo de 1906, pasando por Finlandia.
Durante los años de la emigración, me sumé al grupo de Bogdánov, y, con él, organicé el grupo “Vperiod”, tomando parte en la redacción de su revista y siendo uno de los dirigentes más activos de las escuelas obreras del grupo, que se abrieron en Gapri y en Bolonia. Fue entonces cuando apareció mi obra en dos tomos Religión y socialismo, que suscitó la condena violenta de la mayoría de los críticos del partido: vieron en esta obra una desviación hacia alguna religión sutil. La terminología confusa de este libro bastaba para justificar tales acusaciones. Durante mi estadía en Italia me aproximé a Gorki. Él narró, entre otras cosas, esta amistad en su relato Confesión, que G. V. Plejánov condenó no menos severamente. Salí en 1911 para París, donde el grupo de “Vperiod” tomó una nueva orientación, gracias a la partida de Bogdánov. Este grupo se esforzaba por fundar un partido único, aun cuando sus esfuerzos en este sentido resultaron vanos. M. N. Pokrovsky, F. Kalinin, Manuilsky, Alexinsky y otros formaban parte de él.
Figuré en la delegación bolchevique para el congreso socialista internacional de Stuttgart (1907), y representé a los bolcheviques en la comisión que elaboró la famosa resolución sobre el significado revolucionario de los sindicatos. Durante ese congreso choqué violentamente con G. V. Plejánov por ese motivo. La misma situación vino a repetirse en el congreso de Copenhague (1910); fui delegado del grupo ruso “Vperiod”, pero estaba de acuerdo con la mayor parte de los puntos esenciales de los bolcheviques y a petición insistente de Lenin, representé a los bolcheviques en la comisión sobre las cooperativas y, una vez más, me opuse violentamente a Plejánov, que representaba allí a los mencheviques. Desde que estalló la guerra me sumé a los internacionalistas, y, con Trotsky, Manuilsky y Antónov-Ovseenko redacté, siempre en París, el periódico antimilitarista Nashe slovo y otros. Sintiendo que era imposible observar objetivamente los acontecimientos de la gran guerra desde París, salí para Suiza y me instalé en Saint-Léger, cerca de Vevey. Allí conocí a Romain Rolland, hice amistad con Auguste Forel y establecí vínculos estrechos con el gran poeta suizo K. Spitteler; traduje al ruso una parte de su obra (todavía inédita).
Tras la revolución de febrero, volví junto a Lenin y Zinóviev, declaré compartir irrevocablemente sus puntos de vista y les propuse trabajar según las directrices del CC de los bolcheviques. Ésta proposición fue aceptada.
Regresé a Rusia algunos días después de Lenin, pasando, como él. Por Alemania. A mi llegada, los preparativos de la revolución originaron una actividad de lo más intensa. No estaba de ningún modo en desacuerdo con los bolcheviques, pero se decidió conjuntamente (y de conformidad con las decisiones del CC bolchevique) que, así como Trotsky, yo permaneciera en la Mezhraionka para unirla más tarde a la organización bolchevique con la mayor parte posible de sus partidarios. Esa tarea fue coronada por el éxito. El CC me asignó tareas municipales. Fui elegido a la Duma de la ciudad y como dirigente de las fracciones de la Mezhraionka y del partido en la Duma. Participé activamente en los acontecimientos de las jornadas de julio; con Lenin y otros fui acusado de traicionar al Estado y de entregarme al espionaje a favor de Alemania; se me encarceló. En la prisión, y antes, estuve muchas veces entre la vida y la muerte. Al salir de la cárcel, la fracción bolchevique conquistó numerosos puestos en las nuevas elecciones de la Duma y fui elegido alcalde adjunto de la ciudad; se me encargó de toda la parte cultural de las actividades municipales. Al mismo tiempo, fiel a la línea del partido, desplegué una agitación de las más intensas, sobre todo en el circo Moderno, pero también en numerosas industrias y fábricas.
Inmediatamente después del golpe de Estado de octubre, el CC del partido bolchevique constituyó el primer consejo de comisarios del pueblo y me nombró comisario de educación. En el momento de partir todo el gobierno para Moscú, preferí quedarme en Petrogrado con los camaradas Zinóviev, Uritsky y otros que se hallaban en un puesto de peligro. Permanecí más de un año en Petrogrado; durante ese tiempo el comisariado del pueblo para la educación fue dirigido en Moscú por mi adjunto M. N. Pokrovsky. En la época de la guerra civil, fui incesantemente arrancado a mi comisariado y como delegado del CMR hice el recorrido de casi todos los frentes de la guerra civil y de la guerra con Polonia; hice agitación entre la tropa y entre los habitantes de los territorios vecinos al frente. Fui nombrado también representante del CMR en el campo atrincherado de Tula, durante los días más peligrosos de la ofensiva de Denikin.
Mientras trabajaba como propagandista del partido, como miembro del consejo de comisarios del pueblo y como comisario del pueblo para la educación, continué mis actividades literarias, en particular las de dramaturgo. Escribí toda una serie de piezas, una parte de las cuales se montaron y representaron y actualmente siguen representándose en las capitales y en muchas ciudades de provincia.

(*) Texto recogido por George Haupt y Jean-Jacques Marie, Los bolcheviques (Ed. ERA. México, 1972, traducción de Manuel de la Escalera, pgs., 269-275)

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