jueves, octubre 25, 2018

La historia en rojo



Los años 70 y la dictadura genocida de 1976 han sido retratados por el cine nacional en múltiples oportunidades. Ficción, documental, series televisivas, personajes, organizaciones, sucesos particulares, porque más allá de la cantidad, las posibles miradas son inagotables. Es cierto que esta vasta producción también cuenta con repeticiones temáticas y formales, compromisos vacíos o miradas superficiales, pero este no es el caso de Rojo, la tercera película de Benjamin Naishtat (Historia del miedo, El movimiento), que se destaca con una mirada innovadora para abordar un tema poco visitado: la complicidad de un sector de la sociedad civil con el advenimiento del golpe.

La película

La historia transcurre en un pueblo de alguna provincia argentina, durante 1975. Allí parece habitar una comunidad que aspira a “trabajar y vivir en paz”, pero poco a poco, bajo la aparente calma, se descubre una realidad crecientemente represiva. Los personajes centrales: Claudio, un reconocido abogado interpretado por Darío Grandinetti, su esposa Susana (Andrea Frigerio) y Paula, su joven hija (Laura Grandinetti), configuran un modelo familiar respetado por la comunidad; pero tras su imagen exitosa, se descubrirán oscuros secretos. Un incidente con un desconocido (Diego Cremonesi) en un restaurante llevará al respetado abogado a recorrer oscuros caminos. Humillación, violencia, muerte, abandono, engaños, negocios sucios, mentiras y silencios. Una cadena de hechos que desnudarán la hipocresía de una sociedad.
La película sigue códigos del género policial como también algunas pinceladas de western y humor negro. Crimen, huida, secretos, mentiras y, por supuesto, un particular detective, estrella de TV y ex policía chileno, Sinclair. Este personaje, interpretado por el chileno Alfredo Castro, irrumpe en la historia para quebrar toda tranquilidad y a la vez sacrificar sus destrezas en pos de mantener el "status quo". Son destacables el trabajo actoral de Castro, junto a Darío Grandinetti y Frigerio. Como lo han demostrado distintas obras literarias y audiovisuales, el policial negro tiene en las situaciones represivas y dictaduras latinoamericanas un adecuado escenario donde desarrollarse.
La imagen y construcción formal de Rojo viaja en el tiempo y adopta los códigos del cine de la época que retrata. Desde el detallado trabajo de ambientación y arte, la paleta cromática y hasta los planos elegidos, con zooms y lentes de la época. La construcción sonora y musical, los detalles del lenguaje, todo aporta a sumergir al espectador en esos años.
El año en que transcurre la película sucede uno de los puntos más altos del conflicto social, el Rodrigazo, con trabajadores organizados en coordinadoras interfabriles que tiran abajo un plan económico y al odiado ministro López Rega. La historia de Rojo transcurre pocos meses luego de estos hechos, cuando la clase dirigente y la burguesía aterradas por la fuerza social que se puso en movimiento aceleran cada una de las medidas represivas. Se intensifican los ataques de la triple A, se suceden intervenciones a localidades y provincias y se firman los decretos de aniquilamiento, todos antecedentes y preparativos de lo que vendrá a partir de marzo de 1976. Ante esta avanzada un importante sector de las clases medias o la "gente común" mantiene un silencio cómplice que está retratado en Rojo desde la primer escena. Una casa abandonada, de militantes atrapados o en huída, es el botín de saqueo de los respetables vecinos; sobre las ausencias o desapariciones se aplica el conocido "de eso no se habla" mientras la educación promueve el "no te metás". Cuando la persecución y la muerte ganan terreno, son la visita de unos cowboys norteamericanos, o la escapada para ver un eclipse, los puntos de atención de la vida cotidiana.
El trabajo de inmersión en la época fue realizado por Naishtat y su equipo a partir de un intenso recorrido por material de archivo audiovisual y gráfico, como también apoyado en historias familiares y publicaciones recientes como Los años setenta de la gente común de Sebastián Carassai o 73/76 de Alicia Servetto. Desde esa búsqueda un archivo documental se inserta en la ficción para completar la cuidadosa caracterización del momento. No es un noticiero ni declaraciones de un político; en esta ocasión el género publicitario mostrará su capacidad de amoldarse a un momento y al mismo tiempo trasmitir los valores del mercado para todas las cuestiones de la vida.

Conexiones

Como todo relato histórico, este es construido desde un presente en particular, y en este caso son los mismos creadores de la obra quienes establecen algunos lazos. En distintas entrevistas tanto Naishdat como Grandinetti han planteado algunos puntos de contacto de la historia que desarrolla la película con situaciones actuales de fortalecimiento de sectores conservadores y las derechas en Latinoamérica y el mundo. La película, dijo el director, es un llamamiento a estar "muy activamente conscientes de la historia". El trabajo de fotografía estuvo a cargo del brasileño Pedro Sotero, quien trabajó en las producciones Sonidos vecinos y Aquarius, ambas críticas de la situación actual. En el reciente Festival de San Sebastián, Rojo obtuvo el premio al mejor director, mejor actor y fotografía, y al recibirlo Naishtat cuestionó las políticas culturales del actual gobierno con un discurso que tuvo amplia repercusión.
La película comparte elementos de la temática con otras recientes realizaciones como La larga noche de Francisco Sanctis; sus realizadores, al igual que Naishdat, son parte del Colectivo de Cineastas, una nueva asociación que viene renovando la producción nacional desde la defensa del cine independiente y cuestionando las políticas de ajuste.
A partir del jueves 25 se estrena en cines nacionales.

Violeta Bruck

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