martes, octubre 30, 2018

Raúl Alfonsín



La victoria de Raúl Alfonsín, 35 años atrás fue un hecho inédito, aunque no por ello inesperado.

Superó holgadamente al candidato del peronismo, Ítalo Luder, y obtuvo un triunfo plebiscitario, con una votación superior incluso a la obtenida por Cámpora en el 73. Se impuso también en la provincia de Buenos Aires de la mano de un candidato prácticamente desconocido, Alejandro Armendáriz, sobre el ex intendente de Avellaneda, Herminio Iglesias.
Alfonsín recogió el voto no sólo de la pequeña burguesía, sino también de grandes franjas de trabajadores, porque supo capitalizar el repudio a la camarilla peronista que había gobernado entre 1974-1976. Por caso, Luder, como presidente provisional del Senado durante una licencia de Isabel Perón, fue quien firmó el decreto de “aniquilamiento de la subversión”, llevando a un nuevo nivel el asesinato de activistas a manos de la Triple A y la represión militar, iniciada en el Operativo Independencia, en Tucumán, en lo que fueron los prolegómenos de la dictadura. Supo explotar la denuncia de la amnistía pactada por el PJ con los militares y del matonismo de la burocracia sindical, encabezada entonces por Lorenzo Miguel.
Su victoria aplastó electoralmente tanto a la derecha como a la izquierda. El Partido Comunista y la izquierda peronista habían apoyado la candidatura de Luder, con la expectativa de recoger los despojos de una eventual crisis del peronismo.
La candidatura de Alfonsín había sido bendecida por un ala del imperialismo, partidario de jugar a fondo la carta “democrática” frente a la crisis de las dictaduras militares, incluso antes de que se definiera la interna radical. Alfonsín conquistó ese apoyo con su oposición pro-imperialista a la aventura militar en Malvinas. Ocurrida la derrota, fue uno de los arquitectos del relevo ordenado de un régimen que se caía a pedazos y del reaseguro de todos los compromisos coloniales asumidos por éste con el imperialismo, especialmente, el pago de la deuda externa.
“La burguesía ha modificado su régimen político, pero la clase social que está en el poder es la misma clase de explotadores”, resumía Prensa Obrera en un artículo donde caracterizábamos el gabinete del flamante gobierno de Raúl Alfonsín, dominado por banqueros e industriales.

Ilusiones y desilusiones

Las expectativas democráticas en el alfonsinismo chocarían rápidamente con la realidad.
El aparato represivo de la dictadura fue preservado. Alfonsín quiso negociar que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas juzgara a los genocidas –una depuración necesaria para restablecer el rol de los militares–, pero éste lo rechazó. Bajo la presión de una enorme movilización democrática, tuvo lugar el Juicio a las Juntas, en manos de tribunales civiles, en el que fueron condenados sólo cinco de los nueve miembros que integraron las tres Juntas Militares. La capitulación alfonsinista ante los levantamientos carapintadas daría lugar a las leyes de obediencia debida y punto final. Los indultos de Menem coronarían la impunidad de los represores.
La renegociación de la deuda culminaría en un fracaso completo y en un nuevo recule; le seguiría el Plan Primavera, que planteaba un plan de privatizaciones a gran escala, pero el gobierno de Alfonsín ya se encontraba políticamente liquidado y se mostraba impotente frente a una desorganización económica imparable. En el último tramo, Alfonsín recurriría a la represión y al militarismo (masacre de La Tablada, encarcelamiento de la dirección del Partido Obrero, declaración del estado de sitio), pero de todos modos tuvo que anticipar el traspaso del mando a Menem.
La trayectoria posterior del “padre de la democracia” incluiría el Pacto de Olivos, que habilitaría la reelección de Menem; el padrinazgo de la Alianza y la arquitectura de un pacto de “unidad nacional” para sustentar la presidencia interina de Eduardo Duhalde, el masacrador de Puente Pueyrredón.
El triunfo electoral de Alfonsín fue conmemorado esta mañana en la Casa Rosada.
Mauricio Macri le dedicó un discurso de cinco minutos que leyó de un teleprompter. Se reunieron para escucharlo Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde; Enrique Nosiglia y Daniel Angelici, dos radicales “expertos” en operar servicios y jueces. Los miembros de la Corte Suprema asistieron en pleno. También estuvo presente Patricia Bullrich, por el ala “bolsonarista”. A su turno, Ricardo Alfonsín, que explora la creación de una variante “progresista” dentro de Cambiemos, dijo haberse emocionado con las palabras de Macri.
Un homenaje a la medida del régimen que Alfonsín inauguró 35 años atrás.

Jacyn

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