lunes, septiembre 26, 2022

Jean-Luc Godard (1930-2022): cuando paró y ocupó Cannes en solidaridad con los obreros


Cuando Jean-Luc Godard decidió partir -es decir, morir, irse de este mundo mediante la eutanasia- moría una parte central del cine de las últimas seis décadas. Pero hay que relativizar la palabra “central” ya que Godard siempre fue un vanguardista, un iconoclasta e incluso renegó de sus propios principios para buscar otros que lo guiaran en la búsqueda no sólo de la imagen, sino del sonido, del montaje, de la política cinematográfica. Esta afirmación no implica que Godard no haya incursionado en el cine industrial, claro: por ejemplo, el film “Je vous salue, Marie” (“Yo te saludo, María”), de 1985, que narra la historia de una joven basquetbolista, que ayuda trabajando en la gasolinería de su padre, se da cuenta de que está embarazada, a pesar de no haber tenido relaciones sexuales. El film da cuenta de esta incomodidad psicológica, de la relación con su novio, de la “revelación” de un ángel un tanto trash en la estación de servicio de su padre. La cinta fue condenada por Karol Wojtyla, alias Papa Juan Pablo II y CEO, entonces, de la Iglesia Católica, al señalar que: “(el film) hiere profundamente el sentimiento religioso de los creyentes y el respeto por lo sagrado". La militancia católica en distintos países se lanzó a protestar contra el estreno de la película, sobre todo en España donde se produjeron escenas de violencia entre los ultramontanos y los espectadores ticket en mano para ver “Yo te saludo, María”. En la Argentina, las protestas de la feligresía de la institución del oro robado a América y de los creadores de la Inquisición no tardaron en manifestarse. Pero el régimen democrático de Alfonsín, para que la cosa no pasara a mayores, decidió calificar a la película de Godard como de “exhibición condicionada”, es decir, destinada a mostrarse en las salas destinadas a la pornografía. Las crónicas de la época señalan que una sala de Esmeralda y Lavalle la puso en cartel durante pocos días. Así, la censura democrática a Godard en Argentina surcaba los misteriosos caminos del Señor. Pero, como se dijo, “Yo te saludo, María” era un film industrial, de estreno programado para las fechas navideñas. Godard supo tener, en los años 60, una etapa Mao. 

 Hacia mayo de 1968 

 Godard había nacido en una familia de banqueros suizos. En su temprana juventud emigró a París a estudiar, sin embargo, pasaba más tiempo en la famosa Cinematheque Française, que dirigía Henri Langlois, que ayudaría a formar a generaciones de cinéfilos. Godard comenzó a colaborar en la revista Cahiers du Cinéma, que dirigía André Bazin, y donde también escribían François Truffaut, Jacques Rivette, Claude Chabrol, y más tarde Éric Rohmer. Ese sería el núcleo fundante de la Nouvelle Vague, la nueva ola, que revolucionaría el cine, no sólo el francés, sino el cine -a secas- para siempre. Junto a Alain Resnais y François Truffaut, Godard daría inicio al movimiento que daría vuelta la manera de pensar la cinematografía con “Sin aliento”, de 1960, protagonizada por Jean Paul Belmondo y Jean Seberg que apela a las formas de las novelas noir estadounidenses, al jazz y al fold up como método de montaje, tomando y mezclando de este modo diversas influencias de otras tantas disciplinas. El montaje permitía una no linealidad marcada por el azar, pero que le brindaba un ritmo inesperado a la película. 
 La nouvelle vague continuó su desarrollo y sumó más directores y directoras a sus filas, a la vez que estableció vínculos con otros realizadores con inquietudes de alrededor del mundo. Eran los años sesenta. Se desarrollaba la guerra de Vietnam. 
 Vietnam no era ajena a la historia francesa ni a su colonialismo. Las guerrillas en Indochina se organizaron, primero, contra la dominación gala. Luego de la retirada del ejército francés al cabo de victorias asombrosas por parte del ejército irregular del FNL (también conocido como Vietcong), Estados Unidos ocupará su lugar en la lucha contra el comunismo. En ese punto, la consigna del Partido Comunista Francés -una organización estalinista fuertemente integrada al Estado burgués al punto de haber integrado el gobierno dirigido por De Gaulle luego del fin de la Segunda Guerra- era “Paz para Vietnam”, ignorando la lucha armada que se desarrollaba como un planteo masivo, clandestino y abierto (en la medida de lo posible) y que mostraba a un pueblo que, después de expulsar a los franceses, estaba decidido a liquidar la intervención de los yanquis. A la vez, se desarrollaba en China la Revolución Cultural que, sin demasiada información certera, se presentaba como un proceso revolucionario dirigido por jóvenes obreros y estudiantes dentro de la misma China dirigida por el PCCh desde 1949. La consigna que ganó a las masas juveniles francesas ante las circunstancias era: “FNL Vaincra. Viva la victoria del pueblo”. Si hasta Sartre o Foucault fueron ganados, momentáneamente, por los grupos maoístas, lo mismo sucedería con Godard y un grupo de sus compañeros. Primero, vino “La chinoise”, de 1967, en el que retrata a unos jóvenes maoístas encerrados en un departamento en el que se proponen ejercicios para realizarse como militantes maoístas. La película es un experimento sin guión, en el que se propone una especie de debate con el filósofo comunista Althusser. A su estreno, los maoístas protestaron debido a que se sentían parodiados y ridiculizados. Godard decidió profundizar su periodo radical. Los tiempos políticos mundiales y franceses no eran ajenos a la decisión. 
 Jean-Pierre Gorin era estudiante de Louis Althusser, Michel Foucault y Jacques Lacan y su radicalismo izquierdista era conocido en ámbitos culturales y académicos. Al conocerse, Godard y Gorin comenzaron una serie de largas discusiones acerca de una política revolucionaria en el cine, cómo alcanzar a hacer un cine militante. Formaron entonces el Grupo Dziga Vertov, en homenaje al fundador de Kinoko (Cine Ojo) en la Rusia Soviética, cuya forma de filmar y de montar sus películas marcaría una unificación de la vanguardia artística con la vanguardia política socialista. No es vano recordar que Vertov, autor de “El hombre de la cámara”, sostenía la supremacía del documental para llegar a las masas y planteaba que el montaje podía hacer surgir ciertas imágenes de la realidad ocultas por la alienación y que así podría ocupar el cine un rol en la concientización socialista. También es dable recordar que su película de 1934 “Tres cantos para Lenin”, sobre los funerales del revolucionario ruso, no fue estrenada salvo para ciertos círculos de la burocracia soviética y que se le obligó a adosar un capítulo sobre los logros de Stalin y sobre la lucha contra sus enemigos. Luego, Dziga Vertov fue enclaustrado como editor de imágenes de los noticieros realistas socialistas. 
 Con ese espíritu de aunar vanguardia política y artística, el Grupo Dziga Vertov, dirigido principalmente por Godard y Gorin, se caracterizó por sus formas brechtianas, la ideología marxista y la falta de autoría personal. 
 Esto decía Godard en 1970: “Grupo Dziga Vertov: este nombre significa que estamos intentando, aunque sólo seamos dos o tres, trabajar como un grupo. No simplemente trabajar como colegas, sino como un grupo político. Lo que significa combatir, luchar en Francia. Estar implicado en la lucha significa que debemos luchar a través de las películas… Un grupo no sólo significa ir individualmente uno al lado de otro por el mismo camino, sino caminar juntos políticamente. Yo era un cineasta burgués, y después un cineasta progresista, y después ya no fui un cineasta, sino simplemente un trabajador del cine”.

 Las barricadas del cine

 Pero antes, en 1968, había ocurrido el Mayo Francés: la mayor huelga obrera de la historia del país galo, apoyada por estudiantes y por gran parte de la población. También en mayo se desarrollaba el Festival de Cannes, la mayor cita con la cinematografía mundial y el más prestigioso de su tipo. Pero eran tiempos revolucionarios. 
 El 17 de mayo se reunió en París una asamblea bajo el nombre de Estados Generales del Cine. Más de mil estudiantes y realizadores solicitaron la interrupción del festival. Petición denegada, claro. Una delegación de la asamblea compuesta por Francois Truffaut, Claude Berri y Godard decidió viajar a Cannes para poner fin al festival mediante cualquier medio que fuera necesario.
 El 18 de mayo una asamblea discutió sobre la necesidad de parar el festival. Dijo Truffaut: “Todo lo que es importante se ha parado y los medios de comunicación deben anunciar que también Cannes lo hace”. Dijo Godard: “No hay una sola película que muestre los problemas de los obreros y los estudiantes. Tenemos que demostrar la solidaridad del cine con el movimiento obrero y estudiantil de Francia, aunque sea con retraso. Y la única forma práctica de hacerlo es parando de inmediato las proyecciones”. Varios miembros del jurado renunciaron y varios directores sacaron sus películas. Pero faltaba lo mejor. 
 La película “Peppermint Frappé”, de Carlos Saura, protagonizada por su pareja Geraldine Chaplin, debía proyectarse esa noche. Los asambleístas subieron al escenario exigiendo a gritos que no se proyectara el film. Los mismísimos Saura y Chaplin se unieron al reclamo. Las autoridades de Cannes respondieron abriendo el telón para comenzar la proyección, pero el director Saura se colgó tratando de que el telón no se abriera. Godard y Truffaut hicieron lo propio. Subió la seguridad, subió el público, era el caos. Las gafas de Godard salieron disparadas hacia el público. Y ganaron: “Peppermint Frappé” no se proyectó. 
 El primer film del Grupo Dziga Vertov estuvo marcado por ese Mayo del 68: “Un film comme les autres” (1968) trata de retratarlo en voces obreras y estudiantiles. Luego filmarían “British Sounds” (1970), “Pravda” (1970), “Le vent d'est” (1970), “Vladimir et Rosa” (1970) y “Lotte in Italia”. Con este film darían por terminado el Grupo, aunque Godard y Gorin filmarían “One Parallel Movie” (1972) y “Letter to Jane: An Investigation About a Still” (1972). “Ici et ailleurs” (1976) constituirá la película con la que Godard renegará de su etapa “maoísta”. Seguiría filmando, claro. 
 A pesar de la abjuración de Godard de su etapa radicalizada, es posible extraer positivamente varias lecciones para los cineastas que dirigen sus cámaras, simultáneamente, a la clase trabajadora y al futuro. Y quedan sus películas, tantas para tamaño de una vida. Desde aquella primigenia “Sin aliento”, con Jean Seberg voceando entre los autos el periódico New York Herald Tribune mientras Belmondo llega y le pide que huyan juntos, con los Campos Elíseos de fondo, o esa genialidad que todo el mundo debe ver: “Pierrot le fou”, hasta “The image box”, de 2018, film al que le fue otorgada una Palma de Oro honorífica en Cannes. Se cumplían 50 años del Mayo Francés. Es cierto, no para su cine, pero para Godard también había pasado el tiempo. 

 Diego Rojas 
 26/09/2022

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