jueves, septiembre 15, 2022

Reveses y reperfilamientos en la guerra de Ucrania


Por primera vez desde el comienzo de la guerra, Ucrania está atacando y Rusia está a la defensiva en el nivel operacional. En el nivel estratégico, sigue siendo Rusia el bando ofensivo y, a nivel táctico, ataques y contraataques menores ocurren en todos los frentes por ambos bandos. 
 Lo que las últimas dos semanas de contraataque ucraniano nos revelan es muy importante. Ucrania ha realizado dos grandes contraataques y está preparando un tercero. El drama estratégico ruso consiste en que actualmente tiene fuerzas suficientes, quizás, solamente para defenderse de dos simultáneamente. Créase o no, Putin decidió ir a la guerra con la OTAN sin intención alguna de movilizar a la población y la economía para tal monumental enfrentamiento. Del mismo modo, los rusos optaron por no emprender una campaña sistemática de bombardeos aéreos estratégica, es decir, no han destruido la infraestructura crítica de Ucrania (que es civil) ni sus instituciones oficiales. Esto le permite a los ucranianos, por ejemplo, usar su red de trenes para transportar tropas de un lado a otro más o menos sin obstáculos. Para quienes recordamos la invasión yanqui a Irak, la diferencia entre los ataques a Bagdad y Kiev es totalmente ejemplificadora. La finalidad de limitar y presentar la guerra como una “operación militar especial” era la de llegar a una negociación en última instancia con el imperialismo norteamericano, el santo y seña de Putin desde su primer día en el poder. No obstante, lejos de un compromiso estratégico, el objetivo último de EE. UU. para con Rusia es convertirla en otra Yugoslavia. Otras fracciones del imperialismo en Europa se han demostrado completamente impotentes para defender sus propios intereses y siguen a los norteamericanos a la rastra.
 En Rusia, la vida sigue más o menos con normalidad y sus fuerzas armadas son prácticamente las mismas que en tiempos de paz. El contraste con Ucrania en este sentido no puede ser más grande, su sociedad se encuentra en estado de movilización total, toda la economía ha sido puesta en función del esfuerzo bélico y la OTAN nunca jamás ha asistido a un país en escala similar, tanto a nivel financiero como transferencias de material y provisión de inteligencia y especialistas militares. Rusia comenzó la guerra con alrededor de 200.000 tropas y una parte significativa de ellas, tras más de medio año de combates de alta intensidad, ya no están en condiciones de combatir, ya sea por muertes, heridas o deserciones. La ultra minoritaria y voluntaria movilización de reservistas, en el mejor de los casos, quizás pueda reemplazar la mayoría de esas bajas. Es plausible que, teniendo en cuenta la rotación de tropas para descanso y recuperación, en las últimas dos semanas Rusia tenga quizás unos 120.000 combatientes y probablemente mucho menos, dispersos en una línea de contacto que se estira por cientos de kilómetros. Ucrania fácilmente posee múltiples veces esa cantidad de combatientes. A esa superioridad los rusos la vinieron compensando con ventaja aplastante en armas y municiones, particularmente en aviación y artillería de todo tipo. Se trata de dos ejércitos con ratios inversos de “carne” y “acero”. La diferencia fundamental radica en que, gracias a la OTAN, Ucrania ha podido compensar parcialmente la falta de material militar pesado, al menos suficiente para una cantidad limitada de ofensivas, mientras que los rusos no han tomado pasos para solucionar su problema relacionado con la falta de soldados movilizados. Rusia puede triturar brigadas ucranianas a fuerza de bombardeos, pero al no tener suficientes soldados para avanzar y tomar el terreno, los ucranianos simplemente rellenan los baches con otra brigada o refuerzos. 
 El primer contraataque tuvo lugar hacia la ribera occidental de la región de Jersón, que para Rusia es un puente a través del Dnieper y que le permite mantener la amenaza de avanzar sobre Odessa y dejar a Ucrania sin salida alguna al mar. Desde el punto de vista estratégico, Jersón ofrece un gran perímetro defensivo al norte de los accesos a Crimea, cualquier intento ucraniano de retomar aquella península requiere arrebatar Jersón a los rusos. Como hemos reportado hace dos semanas, los rusos han reforzado sus unidades en Jersón, donde conducen una operación de defensa móvil en profundidad. El progreso de este contraataque por el momento ha sido muy magro y a un altísimo costo humano y material para los ucranianos (Washington Post,7/10). Hasta ahora, este contraataque no ha sido exitoso pero tampoco ha sido derrotado. Los ucranianos siguen aplicando presión en la zona y los rusos no pueden liberar sus tropas allí desplegadas para llevarlas a otros lugares. Rusia simplemente no puede permitirse ceder Jersón. 
 El panorama de Jarkov ha sido exactamente el contrario. El éxito ucraniano se explica por la escasa presencia de fuerzas rusas en toda la región y sobre todo en la zona específica donde los ucranianos hicieron una brecha, que desarrollaron en un exitoso avance en profundidad de tipo “blitzkrieg”. Sin ir más lejos, las únicas fuerzas rusas en la ciudad de Balaklyia, donde los ucranianos atravesaron la línea de contacto, ni siquiera eran unidades del ejército regular sino de la Rosgvardia, una suerte de gendarmería. El avance ucraniano prácticamente no encontró resistencia y llevó a los rusos a evacuar toda la región en Járkov desde Balaklyia hasta la estratégica ciudad de Izyum, capturada hace meses tras durísimos combates, y la frontera rusa hacia el norte. Izyum es el punto de paso entre dos ríos, el Oskil y el Seversky Donetsk y también es la llave entre la región de Jarkov y el Donbass (Lugansk y Donetsk). Los rusos se retiraron al Este del Oskil (que corre de norte a sur) y siguen ocupando una pequeña franja de la región de Járkov entre éste y la rivera norte del Seversky Donetsk, al este del cual está la región norte de Lugansk. Si bien se trata de un perímetro más defendible, por ser de menor extensión y por estar demarcado al oeste y al sur por ríos, los ucranianos siguen aplicando presión desde la zona sur del Severski Donetsk y, de hecho, algunas unidades han logrado cruzar el río para tomar pueblos cercanos. Si los ucranianos logran expulsar también a los rusos de esta zona, pueden entorpecer en gran medida los esfuerzos de progresar en el Donbass. De por sí, la caída de Izyum hace prácticamente imposible para los rusos rodear completamente las ciudades de Slaviansk-Kramatorsk. No obstante, en lo inmediato, la derrota en Járkov no compromete la capacidad de los rusos de continuar con la guerra. 
 Hay un tercer contraataque en preparación (que bien puede haberse iniciado una vez publicadas estas líneas) cuya naturaleza explica el abandono de los esfuerzos rusos en la región de Járkov. Los ucranianos están concentrando una enorme cantidad de unidades en Zaporiyia, a lo largo de la línea que va de este a oeste entre Velika Novo Silka y Kamianski, de manera paralela y unos 100 km al norte de las costas del Mar de Azov, en cuya costa está la emblemática ciudad de Mariupol. Si los ucranianos tienen éxito en este sector, pueden efectivamente cortar las vías de comunicación terrestres a Jersón y Crimea y también invadir la región oriental del primero, abriendo las puertas para pasar a la segunda. En otras palabras, se trata de un peligro en órdenes de magnitud mayor para los rusos que perder la franja occidental de Jersón o ceder la totalidad de Jarkov, razón por la cual estuvieron las últimas semanas transfiriendo fuerzas desde allí para reforzar sus líneas defensivas. Se tratará de un enfrentamiento de características decisivas para el resto de la guerra, o sea, de carácter estratégico.
 Putin se halla ante un dilema estratégico. Incluso si rechaza la ofensiva Zaporiyia, los ucranianos seguirán movilizando a su población y seguirán siendo equipados y preparados por la OTAN, por lo que la presión sobre las pocas unidades rusas desplegadas irá en aumento. Por lo tanto, sobre los rusos el dilema consiste entre una rendición condicional o una escalada en la guerra. 

 Leib Erlej 
 14/09/2022

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