domingo, septiembre 25, 2022

Cristina Fernández, un alegato previsible y una pérfida mentira


Las arbitrariedades y parcialidades del juicio no niegan la corrupción. 

 En su alegato de este viernes frente al Tribunal Oral Federal 2 (TOF 2), en el juicio por la cual se le imputan corrupción y asociación ilícita en la causa de Vialidad, Cristina Fernández ratificó los argumentos que viene sosteniendo sin novedades que alteren su estrategia: basar su defensa en la denuncia de las parcialidades de los fiscales y jueces que la juzgan, comparar el comportamiento de los justicia en relación a ella con respecto a los dirigentes de la oposición, sobre todo Macri, y una buena dosis de mentiras sobre el peronismo y su propio gobierno. 
 Que las parcialidades que CFK denuncia existen no hay duda, pero ello no implica que la corrupción no existió y que tanto ella como Néstor favorecieron a Lázaro Báez, el que pasó de ser gerente bancario al zar de la obra pública, beneficiado por su relación con los Kirchner, con quienes mantenía negocios comunes. Por qué Báez llegó a ser un terrateniente multimillonario, la vice no cree necesario explicarlo; se remite a la corrupción del resto de los gobiernos, fundamentalmente el de Macri, para mostrar la parcialidad que existe al solo juzgarla a ella por una práctica que es común en la Argentina, como declaró en su anterior descargo público.
 Cristina se refugia en la acusación de asociación ilícita, que estaría para ella legalmente cuestionada porque serían solo actos de gobierno. Independientemente de la jurisprudencia, que no corresponda la figura de asociación ilícita no la libera de la acusación de corrupción. No niega la corrupción solo pretende que la acusación no llegue hasta ella.

 La única verdad es la realidad

 En su alegato Cristina hizo una afirmación cuya falsedad puede demostrarse casi de memoria, sin revisar siquiera los archivos (de hacerlo seguramente sería aun más demoledora la refutación). Cristina dijo, muy suelta de cuerpo, que “los peronistas nunca reprimimos, nunca un gobierno peronista reprimió al pueblo”. Podemos traer a colación la Triple A, bajo del gobierno de Juan Domingo Perón e Isabel. Podemos recordar a Kosteki y Santillán y los heridos por las balas que mandó a disparar Duhalde en 2002. Pero vayamos al propio gobierno de los K: Guernica, con Berni y Kicillof en plena pandemia; Berni contra los trabajadores de Lear y Gestamp en la Panamericana, bajo el gobierno de CFK; la tercerización vía las patotas del sindicalismo que Cristina alababa: asesinato de Mariano Ferreyra, contra docentes en Santa Cruz vía la Uocra; la represión a los trabajadores del Casino en 2006, en defensa de otro empresario amigo, Cristóbal López; y así podríamos seguir. 
 Cuando Cristina miente con tanta alevosía y facilidad en una alegato público, pone en duda el conjunto de sus afirmaciones. Esto explica en parte la ausencia de “euforia” por parte de los trabajadores para salir a acompañar a la vice en su “lucha contra el lawfare”.
 El kirchnerismo se refugia en la defensa de la vice de una persecución judicial, que es parte de una lucha de las distintas fracciones por copar el aparato del Estado, mientras por el otro lado apoya y habilita un ataque al pueblo por parte de su propio gobierno. No hay alegato que pueda ocultar esto, y revela que el peronismo en todas sus expresiones ya no tiene nada que ofrecer a los trabajadores y el pueblo. Por eso la tarea es poner en pie un movimiento que los supere y para ello debe tener otras banderas: las de los intereses obreros, las del socialismo. Así terminaremos con tanta podredumbre.

 Eduardo Salas

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