sábado, septiembre 27, 2025

En la 80° Asamblea de la ONU, Trump pronuncia un largo discurso fascista contra el derecho internacional y la ‘globalización’


Porqué y para qué. 

 Las sesiones de la 80 Asamblea General de la ONU han dejado expuesta la desintegración del orden imperialista mundial y el avance que ha alcanzado la guerra imperialista. La estructura del sistema internacional “basado en reglas” ha sido repudiado oficialmente por Donald Trump en un largo discurso. Hasta las vísperas, sin embargo, la violación de esas normas había sido la acusación principal contra la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Putin habría atropellado la soberanía de Ucrania, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y los acuerdos internacionales firmados o avalados por la llamada “comunidad internacional” con posterioridad a la disolución de la URSS. El “nuevo orden” que reivindica Trump autoriza la masacre de Gaza, la anexión de Cisjordania, el asesinato selectivo de líderes internacionales, la construcción de una Riviera frente al Mediterráneo oriental, el bombardeo no provocado contra las instalaciones nucleares de Irán y el despliegue de una flotilla en el Caribe para consumar “un cambio de régimen” en Venezuela – por vía de un golpe de estado o por una invasión militar. Lo que en el pasado se justificaba como reacción defensiva contra los ataques al “orden basado en reglas” (los bombardeos contra la Serbia yugoslava o las invasiones de Afganistán e Irak), Donald Trump lo ha convertido en la nueva regla. Es decir, la nueva regla mundial es el derecho unilateral del imperialismo norteamericano a violar todos los derechos ajenos (incluso en su propio territorio). El derecho de los estados a la defensa depende, para la doctrina Trump, de quién es y de qué lado está el estado involucrado. Israel puede violar el tratado de no proliferación nuclear, con 250 ojivas atómicas, sin perder la prepotencia de hacer la guerra contra Irán para impedir un desarrollo nuclear necesario, por el peligro potencial de que pueda servir para construir su propio arsenal. Pero la abolición del derecho internacional es inseparable de la abolición del derecho en general – como viene ocurriendo en Estados Unidos. 
 Dicho de otro modo, Trump ha abolido el derecho internacional basado en la ficción de la igualdad jurídica entre las naciones. Es lo que ocurrió con Hitler cuando abolió por su cuenta la prohibición establecida en el tratado de Versalles al rearme alemán; fue el primer disparo de la Segunda Guerra. En 1923, sin embargo, el imperialismo francés había ocupado el Ruhr para imponer la obligación de ese mismo tratado al pago de indemnizaciones de guerra por parte de Alemania a Francia. La guerra imperialista ha sido justificada en el derecho internacional (el orden basado en normas) y también con la ruptura de ese derecho internacional. El salto puede ser, sin embargo, cualitativo, porque en el primer caso se hacen esfuerzos por volver al status quo imperante, mientras que el segundo es un reconocimiento irrevocable de que el viejo orden debe ser sustituido por uno nuevo por medio de una gran masacre humanitaria. El edificio construido hace 80 años sirvió para regular hasta el infinito las relaciones internacionales, con una Justicia Penal, la Organización del Comercio y, en la cúspide, las Naciones Unidas. El “orden basado en reglas” cumplió un papel extraordinario en la campaña conjunta del imperialismo mundial y burocracia rusa para desarrollar una estrategia ‘pacífica’ para proceder a la restauración del capitalismo en Rusia y en China. En dos tratados de la década del 70, la burocracia rusa admitió el principio de la libre circulación comercial y de personas, que fue seguido de pactos ulteriores con Alemania. En cuanto a China, el régimen político aceptó el principio de “un país, dos sistemas” que le impuso el imperialismo para ceder Hong Kong, el mayor centro financiero de Asia. El estado chino progresó decisivamente en el camino de un estado capitalista.
 Con teleprompter o no, el discurso de Trump no debe ser visto en absoluto como una improvisación, aunque sea todavía un ensayo o una puesta en escena. Ello se manifiesta, por, sobre todo, en un ataque en apariencia sorprendente a la “globalización”. El concepto es de neto cuño norteamericano y cobró su fuerza con la disolución del viejo bloque stalinista. Un periodista del ‘establishment’ fue más lejos cuando escribió que el mundo se había convertido en “plano”. Ahora Trump y las camarillas financieras que lo rodean, lo repudian. Es el reconocimiento, sin embargo, del carácter contradictorio de la ‘globalización’ como de la internacionalización de las fuerzas productivas en general. Como una salida a la sobreproducción de bienes y capitales de Estados Unidos, la globalización profundiza también la dependencia del imperialismo norteamericano de sus clientes industriales y comerciales; tiene que abrirle su propio mercado a la producción extranjera. Europa, luego Japón, naciones menores como Brasil o Corea del sur, pasaron a desarrollar sus propias fuerzas productivas y a rivalizar en pequeña o gran parte con Estados Unidos. Estados Unidos pareció superar la competencia exterior en experiencias sucesivas, pero provocando crisis en sus rivales y un crecimiento relativo disminuido para el conjunto de la economía mundial. 
 La apertura capitalista de China ha sido, sin la menor duda, el mayor salvataje histórico que conocieron Estados Unidos y Europa, y que les dieron una salida parcial al derrumbe económico de 1968-71 y 73-75. En el medio siglo transcurrido desde entonces, el capital de China, apalancado por una enorme acumulación originaria de capital interna, disputa ramas enteras del mercado mundial a Estados Unidos. La dominación económica y política mundial que avalaba la estabilidad política norteamericana se va extinguiendo, al mismo tiempo que se agudizan las contradicciones en el desarrollo de las nuevas industrias vinculadas a la automatización. El gobierno de Estados Unidos ha pasado a las manos de una oligarquía financiera – una alianza de Silicon Valley y Wall Street. Se ha desarrollado una concentración de capital sin precedentes. Para esta oligarquía no sólo el marco nacional es absolutamente estrecho; lo es también todo el marco mundial “basado en reglas”. Esta es incuestionablemente la base económica de la guerra imperialista mundial. 
 Pero Trump y el conjunto del imperialismo mundial enfrentan un obstáculo – los trabajadores luchan contra la austeridad y la precarización laboral, y no dan muestra de convertirse en una base de masas del fascismo. La abolición del “orden basado en reglas” es equivalente al fascismo doméstico. Si Trump fuera desalojado del gobierno en 2029, o su sucesor designado perdiera las elecciones, el reemplazante no podrá volver al orden previo ni reconstruir un derecho internacional que no se ajusta a la tendencia de la guerra imperialista. Es por eso que el susodicho descargó toda la crisis mundial sobre la migración, como el chivo emisario de una descomposición social que es capitalista. 
 El campo de la oposición imperialista a Trump en la Asamblea, no estuvo a la altura de las circunstancias. Sigue con fidelidad una recomendación de no hacerle el juego a las provocaciones de Trump; o sea cambiar de tema. No expuso sus propios intereses imperialistas, como participar de los despojos de guerra en el Medio Oriente (Líbano, Siria, Palestina) y anexar a Ucrania a la UE. El reconocimiento (muy tardío del estado palestino) sobre los escombros, mutilaciones y asesinatos en Gaza es peor que un crimen político de falsificación – sorprende por la torpeza y el cinismo, de parte de quienes han provisto de armas al estado sionista, incluso impulsado el arsenal atómico. Especula que la consigna los ayudará a ganar para la UE a Arabia Saudita, Turquía, Jordania, Egipto y algún emirato, cuando ninguno de los dictadores y jeques va a poner sus destinos en una coalición imperialista políticamente cobarde. La expectativa de que a las orillas del río Hudson se fuera a producir una rebelión popular es una increíble necedad.
 Al día siguiente de la cruzada hitleriana de Trump, un Presidente de fantasía se emocionaba hasta las lágrimas al escuchar que el Tesoro norteamericano garantizaría la prosperidad de un país llamado Argentina. Pero en la crisis mundial hasta los farsantes son una pieza del escenario. 

 Jorge Altamira 
 24/09/2025

No hay comentarios.: