Pero la crisis financiera; los acuerdos de canje de monedas con Trump y Bessent; la pelea de mercado por la devaluación; la depresión industrial; todo esto pone al kirchnerismo ante la obligación de adelantar sus tiempos de 2027 al lunes próximo y las semanas subsiguientes. La confrontación con una crisis agotadora de sistema supera su capacidad de respuesta y de acción. Incapaz de forzar una cuestión de poder con la camarilla de Milei, el JP Morgan y Donald Trump, rápidamente pondrá a luz esa impotencia y provocará el estallido de diferencias internas que tienen larga data. Oponer a la confiscación descomunal que provocará esta suerte de segunda etapa de Milei, el palabrerío de la justicia social, obviamente no alcanza. La burocracia de la CGT será la primera en “frenar”, no a Milei y sus tutores extranjeros, sino cualquier desafío político serio. La desilusión de la clase obrera con el kirchnerismo no demorará dos años, hasta las eventuales elecciones de 2027. Ellas podrían adelantarse si la crisis se lleva puesto al liberticida.
Argentina ya ha dado varios pasos en la convulsión económica y social, como lo muestra el vaciamiento de dólares por parte de la burguesía y la pequeña burguesía acomodada, y como lo muestran las luchas muy importantes de jubilados, organizaciones de salud y organizaciones de discapacitados, y las huelgas parciales y plantones en las fábricas, incluso ocupaciones, en varias industrias. La inflación erosiona los salarios y jubilaciones, y la depresión industrial el empleo.
De cara a un ascenso de la acción de masas, el kirchnerismo es un freno. No lo son, por supuesto, numerosos militantes y simpatizantes del kirchnerismo, que ocuparán, muy probablemente, las primeras filas de esa lucha. Desde el lunes en adelante es más necesario que nunca desenvolver una gran politización de la clase obrera, o sea una comprensión de la crisis terminal en su conjunto. Es el callejón sin salida del capitalismo para las masas explotadas, y un derrumbe del régimen político. La consigna de un gobierno de trabajadores debe ser la conclusión de toda la actividad de propaganda y agitación política.
La consigna de huelga general, primero por medio de la propaganda, juega un rol objetivo muy claro ante luchas parciales crecientes –en este caso como agitación-. En el terreno de la acción, es necesario promover la formación de comités de huelga, comités de lucha y autoconvocatorias. En los sindicatos, la crítica a la burocracia sindical y sus acciones de aparato debe ser todo lo severa que corresponde a las circunstancias.
Es con esta perspectiva que hemos participado en estas elecciones como fuerza política independiente, ajena a compromisos oportunistas paralizantes. Advertimos que la peor conciliación de clases es cuando se abre una oportunidad revolucionaria. La “unión del campo popular” es una gigantesca trampa, porque busca atar a la clase obrera a compromisos con otras clases. La clase obrera debe esforzarse, mediante la lucha y un planteo político claro, por ganar a las clases medias. La construcción de un partido revolucionario de la clase obrera es el eje de una estrategia victoriosa.
Comité Editorial
25/10/2025

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