En la serie de artículos publicados en el Financial Times se destaca el que lleva la firma de la reconocida periodista Gillian Tett, que advierte que la intervención del Tesoro norteamericano en la crisis financiera de Argentina, lejos de convertirla en Grande De Nuevo (MAGA), la precipitaría a un default una vez más (MADA). Denuncia al secretario del Tesoro, Scott Bessent, por desafiar la ley de la gravedad en materia financiera por el intento de impedir una devaluación que ya está descontada por el mercado. En una incursión más aguda en el análisis, señala que la “geoeconomía” de Trump, en referencia al uso geopolítico del dólar, pondría fin a la hegemonía monetaria internacional de Estados Unidos. Califica a la tentativa como el ejercicio de un imperialismo financiero, en el cual incluye las sanciones en serie contra un número elevado de países y en especial Rusia, China, Venezuela e incluso Brasil. Señala que es dudoso que Milei pueda evitar una crisis financiera y un default, incluso si cuenta con una ayuda estadounidense. En otros términos, dice, “si el paquete de EEUU fracasa en detener una crisis de mercado en Argentina, no solamente se va a perjudicar Milei, sino que también repercutirá mal en Washington mismo”. Tett describe la intervención norteamericana en el escenario de derrumbe financiero de Argentina como una lucha desesperada del imperialismo estadounidense por mantener la supremacía mundial. Pone, de este modo, a la crisis local en un contexto histórico de crisis del capitalismo mundial. La crisis no es un episodio que se resolverá el lunes próximo, cualquiera sean las variantes en los resultados electorales, sino toda una etapa de convulsiones políticas y sociales.
Bessent y Caputo, de todos modos, enfrentan una coyuntura explosiva, porque gran parte de la dolarización de activos de las últimas semanas son contratos que vencen entre el 28 y el 31 de octubre próximos. Hay 7 mil millones de dólares en el mercado de futuros a la espera de la devaluación del peso; otros tantos de miles de millones en bonos que se ajustan por el dólar; 35 mil millones en depósitos en dólares que prefirieron apostar a la devaluación, en lugar de dejarlos a altísimas tasas de interés en pesos; y por último, aunque no menos importante, los 2 mil millones de dólares que el mismo Bessent destinó a la compra de pesos para contener su caída. Si la inversión de Bessent termina en pérdidas, sería el notición internacional en los mercado, con independencia de las cifras en juego. Los cinco días hábiles de la semana próxima serán el campo de una lucha encarnizada entre devaluadores y antidevaluadores, para que cualquier variación importante del tipo de cambio se traslade a la semana siguiente. En tal caso, el “lunes negro” podría pasar del 27 de octubre al 3 de noviembre. Los especuladores saldrían derrotados, pero la devaluación eventual sería un mazazo para los trabajadores activos y pasivos.
La cuestión de la devaluación del peso no sólo está cruzada por la estabilidad monetaria sino, fuertemente, por la crisis industrial. “La cadena de pagos está rota”, informó un empresario a El Cronista. Con encajes superiores al 60 %, los bancos han dejado de prestar, mientras tampoco pueden recuperar lo prestado. La íliquidez se ha acentuado como consecuencia de la absorción de pesos, por parte del Banco Central, a cambio de la venta de dólares. Los únicos prestamistas son las Fintech, cuyas reglas son algo más que flexibles, con rendimientos abusivos. Una devaluación podría agravar la situación antes que los dólares frescos vuelvan al mercado para comprar pesos devaluados. Milei y Caputo han manifestado repetidamente su desinterés por la situación industrial, en función de su opción por la minería, Vaca Muerta y otras opciones de dudosa perspectiva. En contraste con la apuesta a la hegemonía descendente del dólar, China ha monopolizado numerosas cadenas de producción internacionales, con una autonomía relativa del mercado global. La depresión industrial y la asfixia monetaria, sin embargo, tienen el potencial de disparar una crisis social y política que rivalizaría con la desintegración que causaría una devaluación. Entre 1999 y 2001, la crisis industrial y la asfixia financiera de la convertibilidad fueron factores eficientes en la promoción del Argentinazo. Quienes propugnan una dolarización inmediata de la moneda, alegando que régimen monetario del peso es la causa de la inestabilidad, ignoran que demolería a la industria –o la proponen precisamente con ese propósito-. La dolarización en un régimen de patrón dólar declinante es un despropósito.
En este escenario ha hecho su aparición el JP Morgan, la banca donde se entrenó Bessent, que ya logró que Pablo Quirno, el secretario de Economía, fuera ascendido a Canciller. El Morgan pretende armar un consorcio internacional de bancos para financiar la recompra de una parte de la deuda externa de Argentina en los mercados secundarios –es decir, no a valor de face sino al muy inferior de mercado-. El anuncio de la operación elevaría, claro está, la cotización de esos bonos. Argentina cambiaría una deuda por otra, pero a cambio de fuertes garantías de repagos, incluso patrimoniales, o sea con prima de embargo territorial. La operación sería respaldada por el estado norteamericano. La iniciativa del Morgan se encuadra en una definición global del banco, que ha anunciado la inversión de 1.5 billones de dólares en la formación de cadenas de producción para pelear el mercado a China -desde la minería y los recursos estratégicos a la industria de armamentos y de guerra-. El Morgan tiene el propósito (así lo ha anunciado públicamente) de convertirse en el financista de la guerra comercial, financiera y militar de Trump. Ha participado, con el Citi y el Santander, en el mandatario de la compra de pesos por parte de Bessent. De prosperar este proyecto, Argentina se convertiría en una colonia financiera monopolizada por los principales bancos y fondos de cobertura (Black Rock, Pimco y otros). Como se ha convertido en práctica habitual en el mercado, la masa de bonos podría ser empaquetada, eventualmente, con otros títulos en circulación, transformando el “riesgo argentino” en un riesgo de las Bolsas internacionales y en la ampliación potencial de una crisis financiera global. Donald Trump y Jimmy Dimon encerrarían a Argentina en la cadena de la guerra mundial.
Mientras se desarrollan estos acontecimientos, Brasil anuncia el default de tres grandes compañías y la caída del mercado de deuda pública. La prensa lo compara con el default de dos compañías norteamericanas First Brand y Tricolor, que al igual que el resto de las empresas internacionales se encuentran apalancadas con deudas muy elevadas.
Argentina es un espejo de la economía capitalista mundial.
Jorge Altamira
25/10/2025

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