domingo, junio 16, 2019

Black Mirror: menos oscuro y un tanto trillado



Sobre la quinta temporada de la serie británica.

El pasado 5 de junio tuvo lugar el estreno mundial de la quinta temporada de Black Mirror, serie británica de ciencia ficción creada por Charlie Brooker y producida por la plataforma de Netflix.
Para quienes tuvieron la posibilidad de indagar en la serie habrán podido encontrar allí un fuerte punto de reflexión acerca de la sociedad actual y el comportamiento humano, atravesados por la intervención de innovaciones tecnológicas que, aunque aún inexistentes, podrían eventualmente tornarse posibles.
El atractivo de Black Mirror radica, como su nombre lo indica, en el reflejo oscuro que devuelve la proyección de una sociedad dominada por aspectos como la opinión pública, el ego, la virtualidad, las mediaciones, el éxito, la obsesión, el castigo, el poder, la sátira, el miedo, la nostalgia, entre otros.

Jaque al poder

Con el primer capítulo de su primera temporada, Black Mirror lanzó toda su artillería para expresarnos que la cosa iba en serio, poniendo en el centro de la escena al poder político y al Estado como rehenes de la población y la opinión pública. Para luego seguirnos cautivando con los extremos retorcidos de sus temáticas: el martirio, la condena y el castigo; las manipulaciones y la vulneración de la privacidad; el tráfico de la información; el militarismo y el exterminio; la represión de la personalidad; el acecho a la intimidad; la división social.
Todas grandes apuestas que arrojaban en su mayoría conclusiones sombrías sobre la sociedad capitalista y su influencia en la conducta de las personas. La tecnología aparece como un prisma que revela las consecuencias de la vida mercantilizada y alienada, enfatizando en la apatía de la sociedad -o en los peores casos, la insidia- provocada por un régimen que explota lo peor de la humanidad.
Estas críticas agudas y atrapantemente construidas aparecían, con todo, teñidas de cinismo, con tramas concentradas únicamente en las consecuencias barbáricas del desarrollo tecnológico y en la alienación de las masas, y casi nunca en la lucha que estas dan por romper con el statu quo, y para la cual hacen uso también de las redes sociales y de otros desarrollos tecnológicos.

La quinta temporada

En esta nueva entrega, dotada de 3 episodios de una hora de duración cada uno, Black Mirror acude a temáticas y recursos menos innovadores que en el pasado, y de menor actualidad.
Lejos de incomodar al espectador, nos encontramos ante circunstancias que develan problemas que la sociedad ya se encuentra discutiendo hace varios años. Más allá de que esto no quita el mérito y la justeza de los interrogantes planteados, centrados en esta ocasión en la realización de las fantasías reprimidas y la liberalización de las relaciones; las redes sociales, su poder, y su influencia en el control social y en el manejo de la información, incluso en detrimento de las propias instituciones del Estado, y el predominio de lo privado por sobre lo público; y por último una crítica al mercado de la cultura, la cosificación del artista, su deshumanización e incluso la obsolescencia del ser humano.
La serie nos vuelve a invitar a la reflexión pero ya desde un lugar de armonía con el espectador, privándose así del recurso de shock que estremecía al público dejándolo en un estado de profunda deliberación.
Aunque mucho más digerible, esta nueva temporada no parece haber reparado en lo fundamental del problema: la decadencia capitalista no precisa de atenuantes, las ficciones más crudas son tal vez el reflejo más realista de una organización social sin futuro. La tecnología, en manos del capital, adquiere estas características “distópicas” porque es puesta en función de conservar un régimen en agravado estado de putrefacción. El problema de fondo es qué intereses sociales disponen de esos desarrollos.

Marcelo Mache

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