martes, junio 18, 2019

El socialismo de Bernie Sanders​ no va más allá de un capitalismo edulcorado



Bernie Sanders se comparó con Franklin Delano Roosevelt y se comprometió a retomar “los asuntos pendientes” del New Deal. Su discurso fue un llamado de unidad nacional contra el fascismo. Sin embargo, su descripción del “socialismo democrático” se parece a la de cualquier estado de bienestar europeo.

De todos los candidatos a la presidencia de los EE.UU., Bernie Sanders es el más progresivo. Su plataforma destaca por ser un conjunto de medidas favorables a los trabajadores, como la exigencia de “Medicare para todos” (un sistema de salud público universal), el salario mínimo de USD 15 la hora y un sistema universitario gratuito y público. Es también el único candidato que se presenta como socialista (democrático), y a menudo se le adjudica haber reintroducido el término “socialista” en el escenario político estadounidense. Es por este motivo que hubo mucha expectativa en los días previos a su discurso del pasado miércoles, donde presentó su visión del socialismo democrático.
Sin duda el haberse referido a sí mismo como “socialista” siendo uno de los contendientes a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata, aportó a quitarle el estigma al término, luego de décadas de persecución, macartismo y propaganda anti comunista. Su discurso puede ser interpretado como otro esfuerzo en este sentido. Sin embargo, quien haya tenido la esperanza de oír un discurso contra la explotación capitalista, o una denuncia del sistema capitalista de conjunto, definitivamente ha sido decepcionado. De hecho, no hubo una sola crítica hacia el capitalismo como sistema económico. Las pocas veces que Sanders pronunció la palabra “capitalista”, lo hizo siempre con mucho cuidado de acompañarla con el adjetivo “irrestricto”. No hubo ninguna de las usuales referencias al viejo socialista Eugene V. Debs, que parecen haber sido desplazadas a favor de las 14 menciones que hizo de Franklin Delano Roosevelt (FDR). Intencional y cuidadosamente ligó su visión del socialismo democrático al New Deal.
Globalmente, su discurso fue un llamado de unidad nacional. El principal mal de nuestros tiempos, según Sanders, es la “oligarquía y el autoritarismo”, un punto que enfatizó varias veces: Vladimir Putin, Xi Jinping, Mohammed Bin Salman, Rodrigo Duterte, Jair Bolsonaro y Victor Orban. Para Sanders, todas estas figuras, junto con Trump, pertenecen a esta categoría de oligarcas, que no serían muy diferentes al fascismo del siglo XX. Por lo tanto, la tarea de primer orden es enfrentarlos unidos como nación “sin importar la raza, religión, orientación sexual o país de origen”. Esta unidad, aseguró, es “una idea fundamentalmente americana”.
Las críticas incisivas a Wall Street, empresas de seguros, la industria de los combustibles fósiles y los complejos industriales militares y carcelarios fueron acompañadas de una promesa a proteger los derechos políticos, civiles y económicos. Luego procedió a definir su tarea programática de “retomar los asuntos pendientes del New Deal, y completarlos”. Esto incluiría salud pública y gratuita de calidad, el derecho al “buen trabajo con un salario mínimo vital”, vivienda accesible, jubilación segura y un medioambiente limpio.
Describió el New Deal como “una economía que sirvió a todos, y no sólo a unos pocos” sin ninguna mención al hecho de que las dos principales legislaciones que otorgaban derechos a la clase obrera (la Ley Wagner y la Ley de Seguridad Social) excluían a los trabajadores rurales y domésticos, las dos ocupaciones donde Afroamericanos del sur se encontraban ampliamente sobrerrepresentados.
¿Y qué dijo acerca del socialismo democrático? En dos ocasiones Sanders describió su visión del concepto. Primero, luego de denunciar las políticas nefastas de Trump contra los migrantes, los derechos reproductivos y sexuales, la comunidad LGBTQ+, etc. Ante esto llamó a rechazar el “camino de odio y divisionismo” y elegir “un camino de compasión, justicia y amor. Ese es el camino al que yo llamo socialismo democrático”. Sería difícil encontrar una definición más vaga.
Luego, igualó socialismo democrático a derechos económicos básicos: “el derecho a la salud de calidad, […] educación, el derecho a un buen trabajo con un salario mínimo vital, el derecho a la vivienda accesible, jubilación segura y un medioambiente limpio”. Todo esto es de primera necesidad, y componen un programa progresiva y moderada. Pero no importa desde dónde se lo mire, esta sumatoria de demandas no equivale al socialismo. A estas alturas, el término “socialismo demócratico” que supo ser muy disruptivo en la política estadounidense, quedó reducido a describir cualquier estado de bienestar Europeo.
Esto, sin embargo, no es un error. Sanders, que sufrió una caída en las encuestas, entiende que tiene que suavizar los aspectos más radicales de su discurso para incrementar su “elegibilidad”. Remarcó que FDR fue acusado de ser un socialista, que el Medicare fue llamado “un programa socialista” y que incluso el plan de salud de Bill Clinton fue denigrado como socialista. Luego citó al ex presidente Harry Truman, diciendo que “socialismo es el epíteto que han arrojado ante cada avance que hemos logrado en estos últimos veinte años”. Lo subyacente a todo esto es claro: no le teman a mi etiqueta de socialista, soy como todos ellos.
Más adelante, le recordó a su audiencia que FDR se enfrentó a la oposición del gran capital, Wall Street, el Partido Republicano y el ala conservadora del Partido Demócrata – cómo hace él hoy en día. Esta semejanza fue mencionada o implicada repetidamente en su discurso.
Pero si este argumento retórico fue suficiente para borrar todo el filo anticapitalista que muchos ven en su política, lo siguiente, fue el golpe de gracia. Hacia el final de su discurso declaró sorpresivamente que Trump y sus “compañeros oligarcas […] no se oponen realmente a todos los tipos de socialismo”, ellos aman absolutamente el socialismo corporativo”.

Si el oxímoron “socialismo corporativo” te confunde, no es tu culpa.

Luego pasó a describir la crisis financiera del 2008, “En Wall Street pasaron a ser socialistas a favor del gran gobierno y rogaron por el salvataje económico más grande de la historia norteamericana”. Agregó que tanto la “Big Pharma” (industria farmacéutica), la industria de los combustibles fósiles, Amazon y los Waltons (Walmart), se han beneficiado de los recortes impositivos y los subsidios gubernamentales. “Y esa es la diferencia entre Donald Trump y yo. El cree en socialismo para los ricos y poderosos. Yo creo en un socialismo democrático que sirva a las familias trabajadoras de este país”.
Esta maniobra retórica es clara: artera pero forzosamente iguala la palabra socialista a cualquier política de estado. Alimentando una idea errónea entre los estadounidenses (idea que consiste en llamar a cualquier servicio público “socialista”), Bernie Sanders, en su discurso transmitido nacionalmente, le arrancó todo significado a la palabra socialismo.
Verdaderamente, su plataforma sigue siendo la más progresiva de todos los candidatos actuales a la presidencia en este sistema increíblemente antidemocrático. Y sus propuestas centrales están lejos de ser pequeños ajustes que pueden ser descartados. Sin embargo, estamos quienes entendemos que ponerle un fin al capitalismo es la única manera de eliminar los males de nuestra sociedad: la pobreza, desocupación, segregación racial, dominación imperialista, la opresión de género y más. En los últimos diez a quince años, el número de personas que rechazan al capitalismo en favor del socialismo (más allá de qué entiendan por esto) ha aumentado dramáticamente. Varios miles de ellos van a acompañar a Bernie Sanders y se darán cuenta que no puede proveer ninguna solución –sólo reformas parciales – debido a que no plantea alternativa alguna al capitalismo. Ese proceso histórico es inevitable, y no puede ser salteado. La tragedia, sin embargo, es que la mayor organización socialista en los EE.UU. – el DSA (Socialistas Democráticos de América)- aquella que debería estar a la cabeza de la inmensa tarea de agitar las ideas socialistas, construir una fuerza anticapitalista y delinear una estrategia para destruir al capitalismo, es el furgón de Bernie Sanders. No sólo el DSA falla en señalar que lo que Sanders ofrece no es socialismo, la organización se está preparando para poner las manos en el fuego por la campaña de Sanders el 2020, dedicando más recursos a esto que a cualquier actividad política.
Bernie Sanders dejó claro que está dispuesto a continuar la tarea que FDR inició, y que lo hará al interior del Partido Demócrata. “Es el asunto pendiente del Partido Demócrata y la visión que juntos debemos lograr”. Mientras el DSA hace alarde de su flexibilidad de cara a las elecciones, se está encaminando directamente al Partido Demócrata de la mano de Sanders (y Alexandria Ocasio-Cortez). El discurso que Sanders dio es una muestra clara, para quien quiera oír, que prioriza su viabilidad electoral antes que una política radical, de la misma manera que prioriza la integridad del Partido Demócrata antes que las tareas para romper con el gran capital. Elige lo que ve como políticamente viable antes que lo que las mayorías necesitan: una pelea constante contra el capitalismo.
Necesitamos ser claros de nuestra concepción de una sociedad socialista, una sin explotación y opresión. Esto requiere la socialización de los recursos que hoy son monopolizados por la clase capitalista, poniendo todas las fuerzas productivas al servicio del bien común y no para satisfacer la codicia de un puñado de personas. El cambio climático, las crecientes desigualdades económicas y el ascenso global de la extrema derecha, requieren acciones osadas y una clara definición de nuestras metas. Ser intransigente es un comienzo.

Juan Cruz Ferre
Sábado 15 de junio | 16:00
Traducción: Federico Gozzi

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