Hace un año, Donald Trump, al más puro estilo hitleriano, decidió romper el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, cuyo nombre oficial es Programa de Acción Integral Conjunto (PAIC). La descabellada acción y la reimposición por Washington de asfixiantes sanciones económicas al país de los ayatolas desencadenó y ha agravado el nuevo conflicto estadounidense con esa nación a tal grado de tensión que el mínimo error humano puede llevar a la “catástrofe” anunciada la semana pasada por Vladimir Putin. Esto, suponiendo que la escalada militar gringa en curso en el golfo Pérsico solo se limite a la usual práctica trumpiana de conducir los conflictos a un punto álgido para luego negociar desde posiciones más ventajosas. Porque no hay nada más parecido al zafarrancho de Estados Unidos en las últimas semanas respecto al país persa que los que precedieron a la agresión a Irak y a otros países como Vietnam, incluyendo las operaciones de falsa bandera contra buques tanques en la región de los que se culpa a Teherán y otros embustes semejantes. Bolton sabe mucho de eso.
En cualquiera de los dos casos es válido continuar citando a Putin: "Una acción bélica norteamericana contra el país persa solo contribuiría a una explosión de violencia en la zona y los iniciadores de una acción como esa deben tener en cuenta las consecuencias negativas". Ya este desenlace, solo en la zona, sería de una magnitud sin precedente pues Irán es mucho más poderoso militarmente que lo que eran Afganistán, Irak y Libia juntos, posee tradiciones milenarias y sus combatientes han demostrado un gran patriotismo. Tiene, además, los buques yanquis a tiro de sus misiles, tupida defensa antiaérea y aliados en la región que pueden extender el eventual conflicto bélico más allá de sus fronteras y hacer mucho daño a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, principales compinches mesorientales de Washington y también principales enemigos del pacto nuclear con Teherán.
Cuántos millones de muertos más; cuánta destrucción más, muchas veces de tesoros del patrimonio mundial, cuantos cientos de miles, o millones, de refugiados más, ocasionados por las guerras estadounidenses desde 2003. Una gigantesca ola humana tocando desesperada a las puertas de Europa y de la propia potencia agresora podrían esperarse, pues los que huyen del hambre y la violencia, como estamos viendo en México, poseen insospechadas capacidades para cruzar desiertos, mares y océanos.
Supongo que por prudencia, Putin se abstuvo de referirse a un posible desarrollo de las acciones militares en el que Rusia, más que ningún otro país, podría verse involucrada aunque no lo desee y en el que es muy difícil imaginar que los dos grandes contendientes, si no es que China resulta succionada también a la hoguera, recurran al uso del arma nuclear. Tal vez por eso el presidente ruso se cuidó de advertir que los agresores deben tener en cuenta las consecuencias “negativas”. No hay más que observar un mapa y reflexionar.
El PAIC fue negociado durante años y firmado en 2015 por China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia -los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU- más Alemania, la Unión Europea (UE) y, por supuesto, Irán. Al desentenderse de su compromiso con este, Washington, además, impuso a sus socios europeos y a Japón que abandonaran la mayor parte de sus intercambios económicos con Irán bajo amenaza de duras sanciones, amenaza también dirigida a China, India y otros países. La UE, que puede ser muy dañada por un conflicto en Irán y también teme las sanciones de Trump, no ha enfrentado a Washington con la energía que se requeriría para mantener sus compromisos con el PAIC. Además, sus empresas con negocios en Estados Unidos abandonan Irán por temor a las sanciones.
El PAIC busca asegurar el carácter estrictamente pacífico del programa nuclear iraní y el país persa ha venido cumpliendo con sus duras estipulaciones al pie de la letra, tal como certifican periódicamente los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Se trata de los estándares de inspección más duros que se hayan aplicado a Estado alguno. A cambio de este cumplimiento, las sanciones económicas que ahogaban injusta y arbitrariamente a Irán se iban levantando gradualmente. Las transnacionales regresaron a hacer negocios en el país asiático, este pudo comenzar a recibir limitadamente créditos y vender cantidades de petróleo en el mercado internacional. Después de todo, Irán, firmante del Tratado de no Proliferación Nuclear, siempre aseguró que no tenía intención de desarrollar el arma atómica. En contraste con Israel, que junto a Trump y los fundamentalistas sionistas de la Casa Blanca -como Bolton, Kushner, Pence y Pompeo-, lo acusan de ser una amenaza terrorista, pero es el Estado judío el que, contra el derecho internacional, posee no menos de 200 armas nucleares y ha agredido a todos sus vecinos, mientras Irán nunca ha agredido a ningún otro país. Y ahora los señores del dinero le exigen que siga cumpliendo los acuerdos aunque muera de hambre.
Ángel Guerra Cabrera
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