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sábado, junio 29, 2019
El FMI pone un huevo en cada canasta
El programa de Macri y el de Fernández-Fernández representan dos variantes para que la crisis la paguen los trabajadores
Como ya se ha hecho costumbre, esta semana llega al país nuevamente una misión del FMI. Pero a diferencia de otras veces, el motivo del viaje no será verse con funcionarios del gobierno para evaluar la aplicación de los compromisos asumidos, sino para reunirse muy especialmente con Alberto Fernández, el candidato a presidente nominado por Cristina Fernández de Kirchner. La reunión con candidatos de la oposición es una metodología habitual del FMI como así también de los fondos de inversión y representantes del gran capital, que suelen poner un huevo en cada canasta para tener a resguardo sus intereses más allá de quien gane las elecciones. En el caso argentino, el FMI ha hecho lo imposible para sostener la candidatura de Macri y apuntalar su reelección. Pero incluso luego del anuncio de la fórmula con Miguel Angel Pichetto, las encuestas siguen ubicando al oficialismo muy por debajo de la fórmula Fernández-Fernández. Por el momento, el ex jefe de la bancada peronista en el Senado parece haberle aportado a Macri sólo varias tapas de congratulación del diario Clarín. Pero votos, nada. Las recientes elecciones municipales de Río Negro debieron, con seguridad, alarmar al macrismo. Realizadas luego del anuncio de la candidatura de Pichetto, y a pesar de su condición de rionegrino, el resultado obtenido fue pésimo, perdiendo incluso la intendencia de Cipoletti que hasta ahora dirigían.
A la luz de estas perspectivas electorales, se entiende la importancia que tiene para el FMI la reunión con Alberto Fernández. Pero la importancia es mutua. En la previa, el candidato del pejotismo-kirchnerismo hizo saber que discutirá los términos de una renegociación de las condiciones del acuerdo. El objetivo sería prorrogar el pago de los vencimientos que deben pagarse en el 2021 y el 2022 al FMI, que equivalen a unos 50.000 millones de dólares, sobre un total de vencimientos que rondan los 150.000 millones de dólares. Se trata de cifras imposibles de afrontar, lo que explica finalmente que el riesgo país de la Argentina siga por encima de los 900 puntos, triplicando a los países de la región. Detrás del pedido de prórroga se encuentra también el interés de la banca acreedora, que requiere que las divisas del país sean utilizadas para cancelar los vencimientos de los bonos y no que las acapare el FMI.
La posibilidad de que el FMI acceda al pedido de Alberto Fernández está supeditada a que un eventual gobierno suyo admita los condicionamientos ya por todos conocidos. El FMI reclama la aplicación de la reforma laboral para precarizar aún más el trabajo, la reforma previsional para elevar la edad jubilatoria, la reducción de los haberes y proceder a la virtual liquidación del fondo de garantías de la Anses, y una reforma fiscal que profundice el carácter regresivo del sistema impositivo. También está en juego la entrega de los recursos naturales que tiene la Argentina, empezando por el gas y el petróleo de Vaca Muerta. La aprobación del macrismo a este programa se da por descontada, pero no así que reúna las condiciones políticas para poder llevarlo adelante. El interés de la misión del FMI es obtener de Alberto Fernández, no sólo el compromiso en relación a este programa, sino evaluar los medios políticos con que cuenta para aplicarlo. Con seguridad, la nominación de Sergio Massa como primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires será exhibida por Alberto Fernández como prueba de que el kirchnerismo ha quedado reducido a una minoría dentro de su coalición política. Por si eso no alcanzara, podría invocar también la presencia de los gobernadores peronistas, que cogobernaron con Macri en estos casi 4 años.
Devaluación
En la previa, Alberto Fernández no solo anticipó su propósito de rediscutir los plazos de pago, o sea, de pagar la deuda con el Fondo. Su crítica más fuerte al acuerdo vigente consiste en que se esté usando los dólares del préstamo para sostener el tipo de cambio en los niveles actuales. Recientemente señaló que “el precio del dólar es ficticio”, dejando entrever que es partidario de una nueva devaluación, que lleve el tipo de cambio más allá de los 60 o 70 pesos por dólar. Esto sería un gran negocio para los exportadores, que verían incrementados en pesos sus ganancias, y también para los capitalistas industriales por el impacto que tendría sobre la desvalorización del salario. Para Alberto Fernández, que se jacta de representar al kirchnerismo de los orígenes, la devaluación debe ser un hecho fundante de su gobierno. Después de todo, fue esa gigantesca devaluación pos-convertibilidad la que permitió a Néstor Kirchner un crecimiento económico asentada en el derrumbe del salario y la restitución de una tasa de beneficio más alta para el capital.
El ex viceministro de economía de Axel Kicillof, Emmanuel Alvárez Agis, ha dado aún más precisiones de cómo sería este plan. Agis propuso un congelamiento de ingresos de los trabajadores por el término de un año, que debiera aplicarse con un congelamiento similar de los precios. Para llevar adelante este tipo de entuerto, conocido en la historia como “pacto social”, Cristina Kirchner propuso un “contrato ciudadano” entre los capitalistas y los sindicatos. La trampa de este tipo de propuestas ya ha sido develada innumerables veces en la historia argentina. Antes de proceder al congelamiento, los capitalistas recurren a la devaluación y a la remarcación de precios. Después de todo tiene lógica: un congelamiento sin previa devaluación y aumento de precios oficiaría como una operación matemática de simplificación. Sería perpetuar una situación de impasse.
Del lado del gobierno no difieren con esta política. Solo quieren discutir el momento oportuno. Para el macrismo esa devaluación debiera llevarse a cabo luego de las elecciones, pues es consciente que un nuevo salto en el tipo de cambio sepultaría para siempre las ya muy maltrechas posibilidades de reelección de Macri. En este sentido, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne acaba de prometer en Nueva York un “superpeso”… hasta las elecciones. En el ínterin pretenden tentar a los fondos especulativos a que aprovechen el tipo de cambio planchado para hacer negocios con un nuevo carry trade, valiéndose de las tasas siderales que paga el Banco Central y que contrastan con la reducción de tasas a nivel internacional. El debate entre el gobierno y la fórmula Fernández-Fernández se reduce a esto: quién paga el costo político de la devaluación que todos quieren aplicar. El pejotismo-kirchnerismo quiere que lo haga Macri ahora, para reducir sus chances electorales y evitar que quede como tarea pendiente para un eventual gobierno del peronismo. Esto será lo que Alberto Fernández le `exigirá al FMI´. Se entiende, entonces, por qué un reciente informe del Bank of América presentado en Wall Street saludó la candidatura de Alberto Fernández calificándola de “moderada”.
Quién paga la crisis
El programa de Macri y el de Fernández-Fernández representan dos variantes para que la crisis la paguen los trabajadores. De hecho es lo que ya está sucediendo y de un modo cada vez más agravado. Los últimos informes sobre la situación social dan cuenta de una situación alarmante. Casi la mitad de los trabajadores tienen trabajos informales y con ingresos que están por debajo de la línea de pobreza. Incluso en la Ciudad de Buenos Aires el promedio salarial de la mitad de los trabajadores es de $ $16.000, una cifra que marca el retroceso social que se está operando de modo cotidiano. Sólo la bochornosa tregua que todas las burocracias sindicales han sellado con el gobierno, y que se consolidó luego de la postulación de la fórmula Fernández-Fernández, explica que este ataque sistemático a las condiciones de vida pueda progresar sin que convoque a medidas de acción directa de la clase obrera. En oposición a esta política, la campaña del Frente de Izquierda- Unidad plantea la necesidad de un paro activo de 36 horas como inicio de un plan de lucha para derrotar la ofensiva de Macri, los gobernadores y el FMI.
La campaña del Frente de Izquierda-Unidad tiene por función denunciar estos planes reaccionarios que se están cocinando entre los capitalistas, el gobierno y la oposición patronal, oponiendo un programa de salida de los trabajadores. El programa del FIT-Unidad plantea la ruptura con el FMI, el repudio al pago de deuda y la reorganización social integral a favor de los intereses de los trabajadores, para que la crisis la paguen los capitalistas. Con este programa nos lanzamos a ganar el voto a favor de la izquierda, para separar a los trabajadores de las fuerzas patronales, y construir una alternativa política obrera y socialista.
Gabriel Solano
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