domingo, abril 19, 2009

Prólogo a la edición francesa de El talón de hierro

Este prefacio fue escrito por Anatole France para la primera edición francesa de El Talón de Hierro de 1923.

Talón de Hierro es la expresión enérgica con la que Jack London designa a la oligarquía. El libro que lleva este título fue publicado en 1907. Expone la lucha que algún día estallará entre la oligarquía y el pueblo, sí los hados, en su cólera, lo permiten. ¡Ay! Jack London tenía el genio que ve lo que permanece oculto a las muchedumbres y poseía una ciencia que le permitía anticiparse a los tiempos. Previó el conjunto de los acontecimientos que se desarrollan en nuestra época. El espantoso drama al que nos hace asistir en espíritu en El tolón de hierro, aún no se ha convertido en realidad, y no sabemos dónde y cuándo se cumplirá la profecía del discípulo americano de Marx.
Jack London era socialista, más aún, socialista revolucionario. El hombre que en su libro descubre la verdad, el sabio, el fuerte, el bueno, se llama Ernesto Everhard. Como el autor, fue obrero y trabajó con su manos. Pues habéis de saber que aquel que escribió cincuenta volúmenes prodigios de vida y de inteligencia y murió joven era hijo de un obrero y comenzó su ilustre existencia en una fábrica. Ernesto Everhard es un hombre lleno de coraje y de sabiduría, lleno de fuerza y de dulzura, rasgos comunes a el y al escritor que le ha creado. Y para terminar con la semejanza que existe entre ambos, el autor atribuye a su criatura una mujer de alma grande y de espíritu inconmovible, de la que su marido había hecho una socialista. Y todos sabemos, por otra parte, que Mrs. Charmian abandonó, juntamente con su esposo Jack, el Partido Laborista cuando esta asociación dio señales de moderación.
Las dos insurrecciones que constituyen la materia del libro que presento al lector francés son tan sanguinarias, y suponen en el plan de los que las provocan tal perfidia y tanta ferocidad en la ejecución, que uno se pregunta sí serían posibles en América, en Europa; sí serían posibles en Francia. Yo no lo creería sí no tuviera el ejemplo de las jornadas de junio y la represión de la Comuna de 1870, que me recuerdan que todo está permitido contra los pobres. Todos los proletarios de Europa han sentido, como los de América, el talón de hierro.
Por el momento, el socialismo en Francia, lo mismo que en Italia y en España, es demasiado débil para tener nada que temer del TALÓN DE HIERRO, pues la extrema debilidad es la única salvación de los débiles. Ningún TALÓN DE HIERRO pisoteará este partido aniquilado. ¿Cuál es la causa de su merma?. No hace falta mucho para abatirlo en Francia, donde el número de proletarios es escaso. Por diversas razones, la guerra, que se mostró cruel con el pequeño burgués, al que despojó sin hacerlo chillar, pues es un animal mudo, no fue demasiado inclemente con el obrero de la gran industria, que pudo vivir torneando obuses, y cuyo salario, bastante exiguo después de la guerra, nunca cayó, sin embargo, demasiado bajo. Para eso velaban los amos de la hora, pero ese salario no era, después de todo, más que papel que los patrones opulentos, cercanos al poder, no tenían demasiado trabajo en procurarse. Bien o mal, el obrero fue viviendo. Había escuchado tantas mentiras, que ya no se asombraba de nada. Fue ese el momento elegido por los socialistas para desmigajarse y reducirse a polvo. Esto también es --sin muertos ni heridos-- una bonita derrota del socialismo. ¿Cómo ocurrió? ¿y cómo todas las fuerzas de un gran partido cayeron en tal letargo?. Las razones que acabo de dar no son suficientes para explicarlo. La guerra debe tener algo que ver con ello, la guerra que mata lo mismo a los espíritus que a los cuerpos.
Pero un día comenzará de nuevo la lucha entre el capital y el trabajo. Entonces se verán días semejantes a los de las revueltas de San Francisco y de Chicago, cuyo horror indecible Jack London nos muestra por anticipado. No hay, sin embargo, ninguna razón para creer que ese día (próximo o lejano) el socialismo será una vez más despedazado bajo el TALÓN DE HIERRO y ahogado en sangre.
En 1907 le gritaron a Jack London: «Usted es un horrible pesimista». Socialistas sinceros le acusaban de sembrar espanto en el partido. Estaban equivocados. Es menester que los que poseen el don precioso y raro de prever publiquen los peligros que presienten. Recuerdo haber oído decir más de una vez al gran Jaurés: «Entre nosotros no se conoce bastante bien la fuerza de las clases contra las cuales tenemos que luchar. Ellos tienen la fuerza y se atribuyen la virtud: los sacerdotes se han despojado de la moral de la Iglesia para adoptar la de la fábrica; cuanto se sientan amenazados, la sociedad entera acudirá para defenderlos" . Y tenia razón, como la tiene London cuando nos tiende el espejo profético de nuestras culpas y de nuestras imprudencias.
No comprometamos el porvenir; es nuestro. La oligarquía perecerá. En su poderío se advierten ya los signos de su ruina. Perecerá porque todo régimen de castas está condenado a muerte; el régimen del salario perecerá porque es injusto. Morirá hinchado de orgullo en plena potencia, como murieron la esclavitud y la servidumbre.
Ahora mismo, observándolo atentamente, se advierte que está caduco. Esta guerra, que la gran industria de todos los países ha querido, esta guerra que era su guerra, esta guerra en la cual aquélla ponía una esperanza de riquezas nuevas, ha causado tantas y tan profundas destrucciones, que ha sacudido a la oligarquía internacional y ha aproximado el día en que se desmoronará sobre una Europa arruinada.
No puedo anunciar sí morirá de golpe o sin luchas. Ha de luchar. Su última guerra será tal vez larga, y su fortuna podrá variar. Oh, vosotros, herederos de los proletarios; oh, generaciones futuras, hijos de los días nuevos, lucharéis,. y cuando crueles reveses os hagan dudar del éxito de vuestra causa, recobraréis confianza y os diréis con el noble Everhard: «Perdida esta vez, pero no para siempre. Hemos aprendido muchas cosas. Mañana la causa volverá a levantarse más fuerte en disciplina y en sabiduría».

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