lunes, abril 13, 2009

Colecciones privadas dejan inaccesible a los ciudadanos valiosas obras

Avaros del arte arrebatan al mundo las obras más importantes de la humanidad

La avaricia es la responsable de que muchas de las obras de arte más importantes de la historia de la humanidad sean inaccesibles a los ojos del gran público, por estar en colecciones privadas.
La más importante y polémica es la colección Wildenstein, valuada por diversos expertos en no menos de ¡10 mil millones de dólares!
Ahí se encuentran cuadros de Van Gogh, Renoir, Gauguin, Cézanne, Monet, Caravaggio, El Greco, Fragonard, Rembrandt y Rubens, e incluso –se dijo durante un juicio sobre ese patrimonio familiar– una pintura de Vermeer aún desconocida por los críticos.
Si bien casi nadie ha podido inventariar con exactitud la totalidad de la colección, en 2005 salió a la luz una pequeña porción, al ser subastados muebles, tapices y otras obras de arte.
La casa Christie’s, de Londres, calculó entonces en más de 25 millones de dólares el valor del lote ofrecido, que incluía desde cuadros de François Boucher y tapices franco-flamencos, hasta una colección de muebles del famoso ebanista francés André Charles Boulle (1642-1732).
Las piezas estaban impecables, no obstante haber sido adquiridas hace 100 años por el fundador de la dinastía de origen judío, Nathan Wildenstein.
Las obras formaban parte del decorado del hotel de Wailly, en la calle parisina de la Boetie, donde se ubica el instituto Wildenstein (www.wildenstein-institute.fr), fundado en 1970 por Daniel Wildenstein, nieto de Nathan, cuya biblioteca alberga poco más de 400 mil libros, la mayoría dedicados al arte.
Los Wildenstein, quienes han ayudado a conformar otras importantes colecciones privadas en el mundo, se han visto implicados en juicios relacionados con obras de arte robadas por los nazis. En uno de ellos presentaron una demanda por difamación, rechazada por los tribunales, contra un historiador de arte que los acusó de colaborar con Hitler.
En otro lío judicial, los jueces debieron determinar si una colección de libros medievales, robadas por los nazis en 1940, pertenecía al judío Alphonse Kann o a la familia que, sin duda, continúa acaparando las mejores obras en las subastas internacionales.

Depredador del arte

El multimillonario estadunidense Steve Cohen es también conocido como uno de los mayores depredadores del mercado del arte. Es de los mejores clientes de las casas subastadoras de Londres y Nueva York, pues no duda en gastar millones de dólares para mantener al día su colección, la cual integra obras como Bañistas, de Paul Gauguin; Retrato de campesina, de Vincent van Gogh, y una madonna de Edvard Much.
Su debilidad son las obras de arte contemporáneo, por ejemplo, es dueño de dos espléndidos óleos de Willem de Kooning: Police Gazette y Woman III, por los que pagó 64.5 y 137.5 millones de dólares, respectivamente.
También tiene la obra más famosa y polémica de Damien Hirst, el tiburón conservado en formol dentro de una enorme caja transparente, pieza titulada La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo, por la que desembolsó 11.8 millones de dólares, la cifra más alta pagada por la obra de un artista vivo.
Según algunas fuentes, Cohen pensaba donarla al Museo de Arte Moderno de Nueva York, pero el cuerpo del animal empezó a descomponerse, por lo cual el artista y el comprador debieron ponerse de acuerdo en las condiciones para remplazarlo, informó en 2006 la revista Art Newspaper.
En estos días, la casa Sotheby’s expone Mujeres, colección sobre la figura femenina de autores como Picasso, Munch, Modigliani, Freud y Warhol. Todos los cuadros pertenecen a Cohen, quien ha causado revuelo con esta muestra, pues es la primera vez que comparte con el público una cantidad considerable de sus tesoros.
Otro ávido coleccionista de arte es Phillipe Niarchos, hijo del magnate naval griego Stavros Niarchos. Es fanático del impresionismo y del arte moderno, entre sus posesiones destacan el Autorretrato con la oreja vendada, el Retrato de Pere Tanguy y La casa de Pére Pilon, de Van Gogh, y la que es posiblemente la obra de Gauguin más importante en manos privadas: Jinetes en la playa, así como el autorretrato Yo, Picasso, que compró en 1989 por casi 48 millones de dólares, un autorretrato de Jean Michel Basquiat por el que pagó 3.3 millones de dólares y Shot Red Marilyn, de Andy Warhol, con quien mantuvo una cercana amistad.
De Escocia es el duque de Sutherland, quien posee una envidiable colección privada de obras de maestros clásicos que incluye un autorretrato de Rembrandt pintado en 1657, así como la Madonna Bridgewater, de Rafael, y la serie entera de Los Sacramentos, de Nicolas Poussin.
Un ataque de generosidad hizo que el aristócrata británico decidiera vender al gobierno de su país dos Tizianos a precio de oferta: 110 millones de euros. Pero Reino Unido, quien inició desde el año pasado una campaña pública para recabar los fondos, lo ha acusado de querer lucrar y evitar pagar impuestos con su venta.
El magnate exige que le paguen ya lo que pide por las pinturas tituladas Diana y Acteón, y Diana y Calisto; molesto por la tardanza comentó: en el mercado libre habría conseguido el triple de dinero.
Por su avaricia, no sólo en cuestiones de arte, la familia del duque ha sido criticada hasta por Carlos Marx, quien dedicó en 1853 un artículo en el que denunció la forma en que esa familia aristocrática se enriqueció, al expropiar terrenos a los pueblos escocés y gaélico, lo que significó la expulsión de unas 3 mil familias entre 1814 y 1820 para convertir esos predios en pastizales para las ovejas de los Sutherland.
En Madrid, los duques de Alba, en Francia, el marido de Salma Hayek, François Pinault, y el ya legendario Charles Saatchi (quien con Cohen se arrebatan las obras de Hirst), son algunos de los personajes más importantes hechizados por la avaricia de coleccionismo privado del arte.

Mónica Mateos-Vega
La Jornada

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