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sábado, abril 08, 2017
En Ecuador sí ganó Scioli
Por una diferencia mínima, el domingo 2 de abril, el candidato oficialista de Alianza País, Lenin Moreno, derrotó al opositor de derecha, el banquero Guillermo Lasso. Para algunos, el resultado desmiente que América Latina se encuentre inserta en un nuevo “ciclo” derechista o neoliberal a partir de la victoria de Macri en Argentina, seguida de la destitución de Rousseff, en Brasil y la derrota de Evo Morales en el plebiscito que convocó para obtener el derecho a otra reelección; y la paliza electoral que recibió Maduro en las últimas parlamentarias en Venezuela. El desenlace ecuatoriano estaría justificando entonces la consigna “vamos a volver”. En Ecuador, el presidente Rafael Correa había resignado la posibilidad de disputar una nueva reelección y designado un sucesor. Moreno obtuvo en su país lo que no consiguió su equivalente argentino, Daniel Scioli, ungido por Cristina Kirchner.
Ecuador, a partir del domingo 2, se ha convertido en el escenario donde se pondrá de manifiesto la diferencia de gestión de gobierno entre un Macri y un Scioli. Tendremos el lujo excepcional de asistir a un acontecimiento contrafáctico: qué gobierno habría hecho Scioli en contraposición al que hace Macri. De todos modos, no estamos ante una verdadera novedad, porque ya Lula había logrado imponer a su Scioli brasileña, Dilma, la cual había obtenido también su reelección por un margen de votos pequeño, acompañada, en el lugar de vice, por Michel Temer. La política de ajuste violento que aplicó Rousseff le valió una fuerte crisis en el PT, el descontento de los sindicatos y la pérdida del apoyo popular que aún gozaba. Estos factores pavimentaron el camino para la operación golpista que la sacó del cargo. Desde entonces, los congresistas del PT apoyan la mayoría de los proyectos de ley que envía el Ejecutivo de facto.
El sociólogo y religioso Francois Houtard, un simpatizante de Correa, destaca (ver Correio da Cidadania) en el activo de la Revolución Ciudadana la caída de la pobreza, que según la Cepal fue del 43 al 29% entre 2006 y 2014, y la salida de la indigencia de dos millones de habitantes. Añade la realización un vasto programa de obras públicas y “avances significativos” en salud y educación. Apunta, sin embargo, que “fueron realizaciones reales pero limitadas en su contenido”. En el período en cuestión, la petrolera Ecuador recibió el beneficio de un precio internacional del barril que superó los 100 dólares. Incrementó también la recaudación fiscal gracias a un cambio en los contratos petroleros: de reparto a servicios, aunque al costo -dice- de un parate en las inversiones extranjeras.
Houtard es generoso con su caracterización, porque enseguida señala que Correa llevó adelante una política de expulsión de campesinos de la tierra con la finalidad de establecer una agricultura de exportación. La pobreza rural era, al final del mandato de Correa, del 44%, y la indigencia del 19,5%. La “monocultura de exportación” implicó la destrucción masiva de florestas. Acentuó, asimismo, como en la Venezuela de Chávez, en la Argentina de Kirchner y en el Brasil de Lula, el extractivismo minero. Houtard, repetimos, un proselitista del “socialismo del siglo XXI", destaca también algo fundamental: cuando Correa comenzó a perder el apoyo de los movimientos indígenas y sociales, armó los suyos propios bajo una rigurosa regimentación del Estado. O sea, nada nuevo por aquí ni por allí.
Rafael Correa, graduado en Economía en Estados Unidos, mantuvo a rajatabla la dolarización de la moneda que había impuesto el gobierno que le precedió. El nacionalismo ecuatoriano se adaptó a la dependencia monetaria (la forma más extrema de dependencia), mientras los precios de las materias primas estaban en ascenso y las tasas de interés internacionales en retroceso. Por eso no perdió el acceso al crédito internacional a pesar de haberse visto forzado a declarar un defol en 2008 (Stratfor, 8/12/15). China fue generosa a cambio de una garantía en combustibles. La deuda externa ha aumentado en forma significativa. La situación se ha agravado, y podría convertirse en insostenible, como consecuencia del movimiento inverso: caída del precio del barril y un ascenso de tasas de interés en mercados externos.
No fue necesario esperar a la asunción de Moreno, el Scioli amazónico, para que empezara el ajuste, pues el gasto público, con énfasis en el gasto social, fue recortado en un 20%, sucesivamente, en 2015 y 2016. Con sus promesas reiteradas de "diálogo", Moreno insinúa la salida del "decisionismo" de Correa y la tentativa de acuerdos con la oposición. Correa debe haber advertido esta perspectiva cuando decidió bajarse del podio hasta 2021 y quedar como reserva última de su Revolución Ciudadana.
La izquierda de Ecuador atraviesa una crisis severa, al punto que un sector de ella llamó a votar a Lasso en segunda vuelta, contra la promesa de que liberaría a luchadores populares encarcelados por Correa. Como aún ocurre en toda América Latina, la izquierda no ha desarrollado una caracterización adecuada del nacionalismo burgués: es seguidista de él y se pasa al otro campo cuando la expectativa se convierte en decepción. No ha sido capaz de desarrollar un método de independencia política del nacionalismo, porque tampoco es la expresión o la herramienta de un proletariado consciente. Tampoco advierte el carácter de conjunto de la crisis por la que atraviesa el capitalismo y sus Estados. Busca los intersticios de una salida progresista, cuando se trata de desarrollar una orientación de poder obrera y socialista.
Jorge Altamira
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