sábado, agosto 17, 2019

¿Está la guerra comercial entre Estados Unidos y China acelerando la nueva recesión global?



Los cimbronazos en las Bolsas de Valores del mundo trajeron a la superficie indicios más fuertes de una posible nueva recesión mundial. Los mercados financieros fueron golpeados por los temores de que la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China (un factor semi estructural en el panorama internacional), ya hayan introducido daños significativos en la economía mundial.

Las caídas registradas en la producción industrial de tres colosos como Alemania, China y Estados Unidos, que indica estar llegando al límite del más largo ciclo de crecimiento económico de su historia, hicieron sonar las alarmas que se sintieron en todo el planeta.

Las acciones bursátiles cayeron en los mercados de Europa, Asia y Estados Unidos este miércoles. Las bolsas de Wall Street fueron las más deterioradas. El índice S&P 500 cayó 2,93% y el índice Nasdaq, que concentra las acciones en las empresas de alta tecnología de Estados Unidos cayó más de 3%. El índice Nikkei japonés tuvo una caída de 1,6%. En Brasil, ninguna acción del Ibovespa cerró en alza, y el dólar superó los 4 reales.
Más importante fue el efecto en las tasas de rendimientos de los títulos del Tesoro estadounidense. Aunque suelen ser estables, los títulos de largo plazo de Estados Unidos registraron una caída de rendimiento abrupto, con la caía de la tasa de rendimiento de los títulos a 10 años a 1,58% y a 30 años a poco más del 2%, las más bajas desde la década de 1970. En Inglaterra, los títulos de la deuda de plazo similar tuvieron una caída de rendimiento a menos del 1%.
Los títulos de largo plazo del Tesoro normalmente ofrecen mayores tasas de rendimiento, justamente por el mayor riesgo que significa tener deudas estatales por un tiempo tan largo. Pero esta vez la caída en el rendimiento de los títulos a 10 años lo ubicó por debajo del rendimiento de los títulos a 2 años, haciendo más rentables los de corto plazo que los de largo plazo. Los economistas llaman a este fenómeno, que ocurrió por última vez en 2007, "inversión en la curva de rendimiento", y en el caso de Estados Unidos es el indicador más fiel desde la década de 1960 de que una recesión se aproxima en el país.
La jefa de economía estadounidense del Bank of America Merrill Lynch, Michelle Meyer, dijo que los datos de la economía envían señales crecientemente recesivas, particularmente en el segmento industrial; el comercio constituye una gran parte de ese problema.
Esos movimientos indican que los inversores prevén un crecimiento débil y una inflación más baja en los próximos años, y no pretenden acumular capital (invertir en la producción) en gran escala, preservando el escenario de "estancamiento secular", concepto utilizado por el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos Larry Summers, para explicar el contexto de bajas tasas de préstamo para inversión en la producción aun con bajísimas tasas de interés disponibles.
Estos problemas pueden indicar que llegaron a su fin las tasas trimestrales de crecimiento económico superiores al 3% en Estados Unidos, una de las principales bases sobre las que se apoyaba Donald Trump. El sector de la industria en particular, acompaña las dificultades comunes de otros países. El sector industrial de Estados Unidos se contrajo por dos trimestres consecutivos según el Federal Reserve: cayó 1,9% en el primer trimestre de 2019 y 1,2 en el segundo, en comparación con el mismo período de 2018.
La situación se complejiza cuando se combina con datos estructurales. Megan Greene, economista de la Universidad de Harvard, presenta datos que muestran la caída de la producción industrial estadounidense en el último ciclo: hace 50 años atrás la producción industrial componía el 25% del PBI de Estados Unidos; hoy compone solo el 11% del PBI, y 8% del empleo. En 1998, las inversiones capitalistas en implementación industrial componían el 50% de las inversiones totales, mientras que el 30% se direccionaban al procesamiento de datos y propiedad intelectual: ahora los números se invierten.
En Alemania, el gobierno anunció que la economía se contrajo 0,1% entre abril y junio, y el Deutsche Bank prevé que la contracción económica seguirá en el próximo trimestre, abriendo camino a la posibilidad de una recesión en la mayor economía de la Unión Europea. La economía alemana es particularmente vulnerable a la guerra comercial entre Estados Unidos y China, ya que su producción industrial es altamente dependiente de las exportaciones a esos dos países. Los resultados negativos de la industria alemana (caída del 2% en abril) hicieron que Alemania tenga la peor performance económica entre todas las naciones de la eurozona en el segundo trimestre. Peor que Italia, que tuvo 0% de crecimiento.
China, por su parte, que viene administrando de forma estable los efectos de la guerra comercial, presentó sin embargo una caída superior a la proyectada en la producción industrial: cayó a 4,8%, la tasa más baja desde 2002. Teniéndose en cuenta que el crecimiento del PBI chino (6,2%) es el más bajo en 30 años -incluso cuando los fundamentos para esa reducción tengan una naturaleza específica relacionada al cambio de padrón de acumulación chino- se trata de un alerta más sobre las incertidumbres del panorama económico mundial.
Así, vistas en un cuadro compuesto, la erosión de las Bolsas internacionales fueron precedidas por los datos de contracción del comercio y de producción industrial de las principales potencias del mundo. Además de Estados Unidos, las estadísticas de actividad industrial en China, Japón, Alemania e Inglaterra -segunda, tercera, cuarta y quinta mayores economías del mundo- registraron contracción.
Al buscar la razón de esta inesperada caída, es inevitable observar la guerra comercial movida por Trump que contribuyó para debilitar la demanda interna china y golpear las cadenas globales de valor en un escenario de contracción del comercio internacional. El movimiento más reciente en este conflicto fue ejecutado por Trump: impuso el 10% sobre los restantes 300.000 millones de dólares de exportaciones de China (aunque algunas tarifas quedaron para ser aplicadas posteriormente, después de la temporada de compras en Estados Unidos), que se suman al 25% que ya pesa sobre 250.000 millones de exportaciones chinas. China, a modo de represalia, devaluó su moneda, el renminbi, atravesando el umbral de 7 renminbi por cada dólar, abriendo la preocupación por una posible guerra monetaria entre las dos potencias.
Lo que comienza a dibujarse en el horizonte es el lazo orgánico entre la guerra comercial entre Estados Unidos y China y una nueva recesión sincronizada en las principales economías del globo. Ya componen una tropa considerable los economistas que, como Nouriel Roubini o Larry Summers, consideran que el mundo vivirá una nueva recesión generalizada hasta el 2020.
Estas previsiones, sin embargo, pasan por alto el fundamento estructural -y no solo coyuntural- que explica en estadío de debilidad endémica de la nueva economía mundial: replantea un problema estratégico al capitalismo, la inexistencia de nuevos espacios de acumulación, sin los cuales la inversión permanecerá débil, y los declinantes índices de crecimiento de la productividad del trabajo, como señala correctamente la economista argentina Paula Bach. Estos son los factores que obstaculizan -en el modo de producción capitalista- la incorporación de nuevas inversiones en un grado de reproducción ampliada que permita una expresión vigorosa de la economía capitalista.

¿Un conflicto para debilitar a Alemania?

En esta tríada de colosos de la producción capitalista, Alemania es el país más dependiente de las exportaciones. Según datos del Banco Mundial, mientras las exportaciones componen solo el 12% del PBI de Estados Unidos y 25% del de China, llegan al 50% del PBI de Alemania. Con la contracción del comercio mundial, los países son afectados a distinta escala.
En el caso alemán, el cimbronazo es mayor, en general y en particular: el país tiene 5000 empresas en China y una Inversión Extranjera Directa (IED) de 76.000 millones de euros anuales. Las cadenas de producción alemanas son muy interrelacionadas con las exportaciones a China, lo que da un carácter sui generis a la relación entre ambos. Monopolios automotrices alemanes como Volkswagen, Daimler y BMW -que componen el corazón de la industria exportadora teutónica -tienen al menos un tercio de sus ganancias extraídas de China, donde las ventas de autos con motores a combustión están siendo sustituidos además por vehículos eléctricos.
Por el lado de sus relaciones con Estados Unidos no surgen datos favorables: Trump ya amenazó con grabar la exportación de vehículos de Alemania y ya impuso tarifas al aluminio y al acero de la Unión Europea, afectando gigantes alemanas como ThyssenKrupp.
No es impensable que la guerra comercial entre Estados Unidos y China sea manipulada por Trump y por Xi Jinping, desde cierto punto de vista, directa o indirectamente, para debilitar económicamente al imperialismo alemán y agrabar los problemas políticos en Berlín, que ya se ve afectado por la caótica crisis del Brexit en Reino Unido. De hecho, el gobierno de la canciller Angela Merkel, en declive desde que su partido perdió las elecciones regionales en sus bastiones (Hesse y Bavaria) producto de la crisis migratoria de 2015, está ahora siendo presionado para invertir en la economía y relajar la política fiscal.

Las turbulencias no están lejos de Washington y Pequín

Sería equivocado, sin embargo, considerar que Trump y Xi Jinping pueden seguir el conflicto comercial-tecnológico sin ser alcanzados por el tornado de la economía mundial o por los eventos de la lucha de clases.
Trump tuvo un poderoso aliado en la guerra comercial con Pequín, desde que la lanzó en abril de 2018: la economía estadounidense. El conflicto coincidió durante toda su duración con excelentes performances de la economía de Estados Unidos, que crecía a un promedio de 3,5% a nivel trimestre según el diario The New York Times. Ese factor es uno de los principales pilares para la campaña de reelección de Trump en 2020, con una de las tasas de desocupación más bajas de la historia, 3,7%, y el aumento de los índices de consumo de las familias.
Pero el ritmo de crecimiento está disminuyendo, alcanzando el 2,1% en el último trimestre, caminando al lado de las dificultades industriales. Si la economía deja de ser un auxiliar de Trump -y una eventual recesión mundial tomaría a Estados Unidos del cuello, ya que los efectos recesivos en Alemania y especialmente en China generarían convulsiones en todo el mundo- la propaganda "triunfalista" de la Casa Blanca sobre la guerra comercial puede tener menos llegada de la que tiene hoy.
China vive tensiones más exasperantes en el dominio de la política (nunca está demás recordar a Lenin, es "economía concentrada"). La crisis en Hong Kong amenaza tener un desenlace militar, con la orden de Xi Jinping para que el Ejército chino aumente sus tropas en Shenzhen, en la frontera con el territorio de la antigua colonia británica. El embajador de China en Londres, Liu Xiaming, dijo en conferencia de prensa publicada en el diario Financial Times que "si la situación en Hong Kong sigue deteriorándose, el gobierno chino no se va a quedar de brazos cruzados mirando". A pesar de tener tropas del Ejército de Liberación Popular en la frontera, una de las hipótesis es que Pequín utilice las fuerzas policiales, para evitar analogías con la masacre de la Plaza Tiananmen en 1989.

Tropas chinas se concentran en la frontera con Hong Kong

Las protestas contra la ley de extradición promovida por Carrie Lam, gobernadora de Hong Kong indicada por Pequín, se convirtieron en manifestaciones antigubernamentales que desafían el autoritarismo de Xi Jinping y del Partido Comunista Chino. El conflicto es parte del tablero de disputas entre Estados Unidos y China, al punto de que Trump sugirió en un tuit que "habría espacio para un compromiso en la guerra comercial, dependiendo de qué tan humanamente se comportarán en Hong Kong". Una hipocresía abierta que muestra la importancia de no caer en la trampa de la política imperialista, al combatir el autoritarismo chino.
Todos estos componentes son múltiples determinaciones que fundamentan las señales recesivas en el horizonte de corto plazo, y es plausible identificar en la guerra comercial uno de los principales factores, aunque no el único. El impacto sobre las economías tiene distintas gradaciones, y por ahora colocan a la Unión Europea, y en particular a Alemania, en una situación más difícil que los dos lados directos de la contienda. Por encima de todo, lo que se encuentra de fondo son los efectos no solucionados de la Gran Recesión de 2008, que dieron origen a procesos de "crisis orgánica" en los términos del marxista italiano Antonio Gramsci (o crisis de autoridad estatal y de los partidos tradicionales de la burguesía) en las principales potencias del mundo.
La derecha neoliberal y la extrema derecha, más allá de la retórica, están demostrando que no logran hacer que la economía mundial recupere tracción. No por otro motivo, fenómenos como la estrepitosa derrota de Macri en Argentina vuelven a ocurrir, mostrando que el giro a la derecha en la política global (particularmente en el Cono Sur de América Latina) tiene claros límites. Bolsonaro vislumbra la economía brasileña al borde de la recesión, en un escenario internacional desfavorable. En base a esto, las nuevas formas de pensar y sentir, producto de la crisis orgánica, pueden también dar salidas en otra dirección.

André Augusto
Natal | @AcierAndy
Viernes 16 de agosto | 00:59

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