sábado, agosto 24, 2019

Jacinto Torras



Ejemplo de economista revolucionario. A propósito del 110 aniversario de su nacimiento y 56 de su muerte.

Hurgar en las raíces de las ideas que han servido de base filosófica, histórica o política a la obra de la Revolución Cubana, ha sido una de las tareas que la Dirección del país ha mantenido en lugar priorizado.
El peculiar status de la república cubana, signada por el subdesarrollo y la aguda dependencia a Estados Unidos, elevó a los primeros planos la lucha económica en el país, lo que tributó al caudal de la teoría económica en el pensamiento de los revolucionarios cubanos.
En el caso de Jacinto Torras no se trata de un líder político que encabeza la dirección revolucionaria, pero sí de un intelectual militante del partido marxista leninista que desarrolla una actividad periodística combativa desde las posiciones del marxismo, en función de los intereses de los obreros y los campesinos.
Jacinto Torras de la Luz (6 de agosto de 1909 al 24 de agosto de 1963), se inicia en la lucha desde las filas estudiantiles contra la tiranía de Machado y a la caída de este ingresa en el Ala Izquierda Estudiantil y en la Liga Comunista.
El estudio de su pensamiento económico nos permite comprobar el carácter ininterrumpido de la lucha de los revolucionarios contra el imperialismo yanqui y el capitalismo en general. Torras nos muestra una interpretación dialéctica del marxismo leninismo en las condiciones del subdesarrollo en Cuba, enfocando sus análisis hacia las causas más esenciales de los problemas del país. En este sentido, resulta paradigmática su visión y proyección antimperialista como intelectual del socialismo.
Economista de profesión, consagra su talento a la defensa de los trabajadores. Para ello escribe regularmente en la sección económica del periódico Noticias de Hoy, y otras publicaciones del Partido Comunista. Esta labor lo vincula estrechamente con las masas trabajadoras, con las que mantiene estable comunicación, personal y por correspondencia pues, además, fungió como asesor económico de diferentes organizaciones, como la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA), la Asociación Nacional Campesina, y otras relacionadas con sectores de pequeños comerciantes.
No se dedicó a escribir tratados teóricos para fundamentar desde la ciencia, las posiciones del Partido, sino que desarrolló un periodismo cotidiano dirigido a armar ideológicamente a la población, sobre todo a los trabajadores. El contenido y la forma de sus artículos constituyen una expresión muy especial de comunicación con sus lectores, una población con bajos niveles de escolaridad, a la que había que llegar de manera clara y profunda. Aquí radica lo que consideramos como didactismo revolucionario, uno de los grandes méritos intelectuales y políticos de Jacinto Torras.
En un artículo escrito en 1939 bajo el título “La industria azucarera y su verdadera significación para Cuba en el momento actual”, muestra cómo el capital norteamericano se ha ido apoderando de la industria azucarera cubana. Para ello utiliza la imagen gráfica de mapas de Cuba, cuyo territorio se va ocupando progresivamente por las inversiones de Estados Unidos desde 1860 hasta 1936, destacando en seis mapas los por cientos que representaba el capital norteamericano, llegando en la última fecha al 79 %. De esta forma es evidente que el mensaje llega más completo y más asequible, por tanto más eficaz.
Es interesante el manejo de las categorías costo, ganancia, rentabilidad, que hace Torras para la educación económica y política del pueblo. Sobre esta base defiende los aumentos de salarios a los obreros, explicándoles cuestiones teóricas, como la diferencia entre salario nominal y salario real, para que el trabajador no se deje engañar. Dice que: “En Cuba, por falta de suficiente educación económica, se habla siempre del salario en forma nominal, es decir, en su valor absoluto en dinero, sin tener en cuenta su verdadero valor o valor real, que mide su poder de compra para satisfacer las necesidades del trabajador”.
De ahí que el aumento de los precios sea objeto de su atención constante, mostrando con datos estadísticos prolíficos el aumento de las ganancias mientras que los salarios nominales no suben o lo hacen por debajo de los aumentos de los precios, lo que produce “una disminución de las mercancías adquiridas por los consumidores”. Como conclusión de esos estudios, señala ―en un artículo de octubre de 1943― que los precios aumentaron 68,7% en 1943 respecto a 1940 y que cualquier aumento en el salario nominal no llega a cubrir el aumento de los precios pues el máximo alcanzado (en obreros de la industria azucarera) de 50%, sólo cubre el 89% de las mercancías, por lo que presenta una disminución adquisitiva de 11%.
En la zafra de 1944, Torras aboga porque el salario de los trabajadores azucareros se fije de acuerdo con el alza del costo de la vida. En diciembre de 1946, ante la nueva zafra, se aprecia un aumento del precio del azúcar y se ocupa de preparar a los trabajadores para que conozcan sus derechos a reclamar aumentos salariales, para lo que se apoya en datos estadísticos que demuestran la justeza del reclamo.
Su preocupación por los trabajadores abarcaba todos los sectores. Así lo hace por ejemplo, con los cosecheros de café que sufren las consecuencias de la especulación y el abuso con los precios de compra, donde “el 80 por ciento de estos no reciben en ninguna ocasión el precio mínimo que marca la ley”.
El fenómeno de la especulación es atacado por Torras, ya que rebaja el salario de los trabajadores. En julio de 1943 expone datos concretos, para demostrar que se aumenta en un 64% el costo de la vida, por la pérdida de poder adquisitivo del dinero en 39,2% y una subida del costo de los alimentos en 145 millones de pesos. Torras localiza los especuladores en los grandes almacenistas importadores de la Lonja del Comercio, o como él también los llama, los “tiburones de la Lonja”, epíteto que consta en el repertorio del cubano desde el gobierno de Miguel Mariano Gómez (“Tiburón se baña, pero salpica”). De manera regular, estos datos eran acompañados de gráficas e imágenes que hacían más comprensible su significado.
Su confianza en el pueblo se traduce en convocatoria; por eso plantea la necesidad de señalar a las masas objetivos concretos y certeros que permitan a la acción popular hacer blanco en el propio corazón de la especulación. De ahí su interés por la educación y la movilización de estas, considerando que, aun en las condiciones del capitalismo, existían en ese momento en Cuba reservas políticas para resolver algunos problemas presionando al Estado mediante la acción popular. Arengaba al respecto: “Cuando el pueblo se organice y luche: en cada esquina, en cada barrio, en cada ciudad, en cada central, se remediarán los defectos existentes en el control de los precios.” Por lo que se encarga de publicar regularmente la lista oficial de precios de los productos de primera necesidad, como paso inicial en esa lucha En ese proceso de incorporación de las masas en la lucha económica, mantiene una vigilia constante para poder informar al pueblo, al que considera como “un ejército que espera sólo por los generales para echar a andar.”
Así vemos cómo demuestra estadísticamente que de 1939 a 1944 los precios de productos de primera necesidad aumentan en un 102,9%, reduciendo el poder adquisitivo de cada peso a 49 centavos al relacionarlo con 1944. Así lo hace también en octubre de 1948 al demostrar la disminución adquisitiva a 33 centavos comparado con 1940, cuestión muy sensible para la familia cubana que ―según sus estudios―, dedica el 60% del presupuesto familiar a la alimentación y la vivienda.
Al abordar los problemas fiscales, el insistente economista señala que los trabajadores llevan la carga mayor de los impuestos, cuestión que califica como “enorme injusticia en la distribución de los impuestos”, pues debían ser las clases ricas las llamadas a cubrir los gastos públicos en proporción a sus bienes.
De igual manera, la situación de los retiros o jubilaciones no le fue ajena. Veía este tema como algo esencial en la vida de los trabajadores y una preocupación latente que se sumaba a los grandes trastornos del capitalismo dependiente: “la angustia de una vejez desamparada, que va creciendo a medida que el trabajador va acercándose al final de su vida”, por lo que llama a luchar para obtener alguna conquista bajo el régimen imperante pues aunque, como él mismo afirmaba, “dentro del sistema capitalista no podrá llegarse nunca a una garantía de tranquilidad para la vejez […] aún dentro de estos obstáculos puede avanzar mucho para mejorar estos problemas que confrontan los hombres de trabajo”, destacándose de este modo su visión dialéctica de la política, en función de aprovechar todas las reservas de la democracia burguesa que pudiera ser utilizada en beneficio del pueblo en condiciones concretas.
Una de las grandes batallas de los trabajadores azucareros, liderados por Jesús Menéndez, fue el pago del diferencial azucarero de las zafras de 1946 y 1947. Papel decisivo jugó el talento y la vigilancia de Torras, capaz de demostrar ―y explicarlo a los obreros―, que los procesos inflacionarios que se producían en Estados Unidos aumentaban los precios de las mercancías que exportaban a Cuba en virtud de convenios comerciales y, de esta manera, se exportaba también la inflación a Cuba. Mientras el azúcar que se vendía de Cuba a Estados Unidos estaba fijado en precios acordados previamente por convenio, ya en el momento de la exportación estos precios habían subido, por lo que se imponía exigir el pago de la diferencia entre lo que se había pagado a los obreros (tomando como base los precios en los momentos del convenio) y lo que debía pagarse al aumentar el precio del azúcar.
En cuanto Prío llega al poder Torras lo califica inmediatamente como un gran desconocedor de los problemas económicos del país y político reaccionario enemigo del pueblo, preconizador de una política que lo sitúa “dentro del pensamiento más reaccionario” y seguidor “de la tesis imperialista del monocultivo y la dependencia del azúcar”.
El gobierno dictatorial de Batista es criticado por Torras a partir de la naturaleza de este, cuyo ejecutivo de facto se ha dado la facilidad de gobernar por decretos convirtiéndose en una “máquina de crear impuestos, a diestro y siniestro”.
Al revisar toda la obra de Jacinto Torras, vemos como una constante la tarea de trasmitir conciencia de clase al pueblo trabajador, desenmascarar sus enemigos de adentro y de afuera y señalar el camino de la lucha para obtener las conquistas inmediatas y futuras. Nos deja además, una imagen viva de aquella república neocolonial, impuesta por la mano interventora del imperialismo yanqui, y que tanto se empeñan los enemigos del pueblo, por enaltecer y presentárnosla en vidriera como verdadera democracia. En ese escenario, la práctica revolucionaria se nutre de experiencias tácticas que exigen dinamismo y cohesión con las masas y el periodismo cotidiano de Torras cumplía ese cometido.
Viene a la medida la valoración que sobre él hace un especialista como Ernesto Molina en su libro, El pensamiento económico en la Nación cubana: “La obra económica de Torras merece ser reconocida, no solo por su valor teórico, sino por su inmediatez práctica, pues iba pisándole los talones a la toma de decisiones que el movimiento obrero y los pequeños colonos, aliados naturales, debían realizar en cada coyuntura difícil de nuestra economía subdesarrollada”.
A partir de 1959, Jacinto Torras se pone en función de la defensa de la Revolución. En sus escritos de 1959 a 1963 se destacan por lo menos cuatro aspectos significativos:
No hay una diferencia esencial en cuanto al enfoque y el contenido político de los problemas, aunque se notan apreciaciones teóricas más profundas, sin dudas como respuestas a exigencias del momento y posibilidades brindadas por un proceso revolucionario y de promoción cultural y política por demás. Sigue asumiendo una actitud antimperialista y atacando a la burguesía nacional traidora. Igual Continúa defendiendo las relaciones con los países socialistas y la URSS.
Hay un reforzamiento del trabajo educativo a las masas desde la óptica de un proceso revolucionario popular, en virtud de la unidad indisoluble entre pueblo y Revolución.
La lucha por el desenmascaramiento de las calumnias del enemigo yanqui y las posiciones contrarrevolucionarias de la burguesía, junto a la demostración al pueblo acerca del carácter humano y popular de la Revolución Cubana.
La lucha en el plano externo, defendiendo la política de la Revolución y demostrando la justeza de la misma.
Como parte de la preparación ideológica del pueblo, está esclareciendo ideas; desenmascarando las patrañas imperialistas y mostrando el carácter popular y de honda raíz martiana de la Revolución. Así, puede encontrarse en sus escritos el llamado a “consumir productos cubanos” como una primera forma de defender el país. Al respecto escribe el 8 de marzo de 1959 y demuestra matemáticamente que dado que a la sazón se gastaba en productos extranjeros 0.28 de cada 100 pesos, si se disminuye a 0.20, el ingreso nacional aumentaría un 30 %.
Considera muy importante trasladar al pueblo la idea de la necesidad de restringir la importación de determinados artículos suntuarios en los momentos en que el país está luchando por conquistar la independencia económica y el pueblo debe adquirir conciencia de ello.
Al revisar toda la obra de Jacinto Torras, vemos como una constante, la tarea de elevar la cultura económica y política del pueblo trabajador, desarrollarle la conciencia de clase, desenmascarar sus enemigos de adentro y de afuera y señalar el camino de la lucha para obtener las conquistas inmediatas y futuras. Nos deja además, una imagen viva de aquella república neocolonial, impuesta por la mano interventora del imperialismo yanqui, y que tanto se empeñan los enemigos del pueblo, por enaltecer y presentárnosla en vidriera como verdadera democracia.
El día 24 de Agosto de 1963, víctima de una dolencia cardíaca, dejaba de existir Jacinto Torras de la Luz, a la temprana edad de 54 años y en pleno fragor del trabajo y la lucha, dos componentes que integraron su vida como cerebro y corazón. Ocupaba en ese momento el cargo de vice ministro del comercio exterior de Cuba.

Orlando Benítez Víctores
Investigador del Instituto de Historia de Cuba

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