martes, agosto 27, 2019

G7: frágil unidad imperialista frente a la amenaza china y el temor a una recesión mundial



No los unió el amor sino el espanto: la amenaza china así como el temor de la recesión mundial es lo que ha logrado esta frágil unidad de las potencias del G7 en Francia.

Macron ha logrado su G7, dice la prensa francesa. Le Monde editorializa “Macron en el G7: la audacia como palanca diplomática”. Lo que no dicen estos escribas dóciles con el poder, es que éste “éxito” fue a cambio no solo de no confrontar con Trump, sino también de compartir cartelera con el dueño de la Casa Blanca. Más aun, es Trump quien aparte de lo mediático, sale bien parado en concreto del G7.
No satisfecho con haber logrado obligar a Francia a enmendar su proyecto de ‘tasa Google’, Trump logró varios avances comerciales: una mayor apertura del mercado interno japonés a los productos yankis, la conclusión de un "gran acuerdo comercial" después del Brexit con Gran Bretaña (sin que Boris Johnson pueda objetar algo), así como la promesa de Angela Merkel, preocupada por las amenazas arancelarias que pesan sobre los fabricantes alemanes, de avanzar "lo más rápido posible" en cuanto a la conclusión de un acuerdo comercial entre la UE y los EE. UU. ¿Quién ganó entonces en el G7?
La realidad es que en el medio de los nubarrones que amenazan a la economía mundial nadie quería abroquelar al presidente estadounidense, por temor a que la cumbre terminara de nuevo en escándalo, como el año pasado en Canadá. Al igual que Macron, ningún otro líder de las potencias presentes osó contrariarle, en especial sobre la guerra comercial que lleva adelante con China.
Así, mientras un periodista le preguntaba si sus aliados le habían aconsejado que terminara el conflicto con Beijing, Donald Trump dijo: "Nadie me dijo eso. Nadie se hubiera atrevido. Creo que respetan la guerra comercial". Más aún, en realidad todo el G7, preparado por la presidencia francesa, tenía en la línea de mira cómo contener el ascenso de Pekín. Así, en la previa, Macron se reunió con Putin preocupado de que la alianza estratégica entre China y Rusia no se siga consolidando, y ver si es posible restablecer lazos de utilidad con el presidente ruso.
En la Cumbre misma, la presencia del primer ministro hindú Narendra Modi, quien aplica una política abiertamente reaccionaria y riesgosa en Cachemira frente a la mayoría musulmana del Estado, que en otros momentos hubiera generado resquemores a los líderes occidentales, es una muestra fuerte de la importancia que Occidente asigna a la India como dique ante la influencia de China en Asia y el Océano Índico. Siempre con el beneplácito indudable de Trump. Así también fue invitado el primer ministro australiano Scott Morrison, uno de los más decididos apoyos de Trump en su cruzada contra China. "La participación de Australia es una oportunidad para compartir nuestra perspectiva del Indo-Pacífico con las principales democracias del mundo", dijo el líder del gobierno de Canberra antes de partir hacia Francia.
Igual significado tuvo la presencia de cinco países africanos, desde el dictador egipcio Abdel Fatah al-Sissi (presidente en ejercicio de la Unión Africana y socio de proyectos euro mediterráneos), pasando por el senegalés Macky Sall (Dakar, capital de Senegal, antigua colonia francesa, es la ciudad elegida para albergar la próxima cumbre chino-africana de líderes en 2021) entre otros, así como al nuevo presidente sudafricano Cyril Ramaphosa (primera economía africana y socio estratégico de Pekín), para contrarrestar con la red de relaciones en su viejo patio trasero colonial, así como otras nuevas, la presencia creciente de China en África.

¿El último canto de cisne del moribundo multilateralismo?

Este G7 sería una muestra de la utilidad del multilateralismo, según gritan enfáticos frente a los nacionalistas los más entusiastas comentadores de la Cumbre. Pero sería muy desmesurado decir algo así. Por ejemplo, el caso iraní está muy lejos de estar resuelto, a pesar de la visita “sorpresa” del ministro de Asuntos Exteriores de Irán, quien previamente había prevenido a Trump, que se convirtió en la “gran audacia” de Macron. Aunque se trató de un signo de distensión después de la escalada de las últimas semanas, no hay aún el más mínimo cambio sobre los temas espinosos del diferendo entre Irán y los EE. UU. “Nada está hecho, las cosas son eminentemente frágiles”, se apresuró a añadir Macron, prueba de la falta de garantías de las negociaciones concluidas en el marco de esta cumbre, liquidada con una simple rueda de prensa conjunta de Trump y Macron, sin comunicado común refrendado por los miembros del G7.
Más prosaicamente, podríamos decir que no los unió el amor sino el espanto: la amenaza china así como el temor de la recesión mundial es el que ha logrado esta frágil unidad de las potencias del G7. Aunque en un comentario publicado el sábado, la agencia oficial china Xinhua dijo que era poco probable que "la reunión de este año pueda generar algún tipo de liderazgo colectivo o iniciativa concreta que puedan beneficiar al planeta", ésta especie de encuentro de los “amigos” del mundo libre no pasó desapercibido para Pekín. La unidad de las potencias occidentales es el gran temor de la dirigencia del Partido Comunista Chino.

Juan Chingo
Lunes 26 de agosto | 18:03

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