viernes, agosto 30, 2019

¿Por qué debemos preservar el Amazonas?



Desde que se viralizó el famoso video en el 2018 donde el diputado Jair Bolsonaro, por entonces candidato a la presidencia, manifestaba que terminaría con la Reserva indígena Raposa Serra Do Sol y armaría a los terratenientes, quedó bien claro cuál sería su política respecto a los recursos naturales de Brasil.

En sólo siete meses, las motosierras y el fuego han sido los elementos principales con que Bolsonaro, ya desde el gobierno, armó a la clase capitalista terrateniente para resarcir todos los favores que le brindaron en su campaña.
Los incendios siempre tuvieron a la mano del hombre como una causa principal, siguen un patrón típico de la tala de bosques, a los largo de los bordes de las fronteras agrícolas; el proceso se comienza con la apertura de caminos, la deforestación de algunas especies de valor maderero y el fuego para limpiar las áreas ya deforestadas. Así, se van generando superficies que inmediatamente se cubren de pastizales y comienzan a aparecer los alambrados detentando propiedad, y con ellos la ganadería. No hay dudas de que el aumento indiscriminado de incendios está relacionado y asociado al aumento de deforestación para ganadería.
La falta total de prevención hace que esos incendios se propaguen a áreas que no se quería quemar. Por dicha razón ya se han propagado las llamas en varios estados brasileños y a partes de Bolivia y Perú. Estas prácticas son pan para hoy y hambre para mañana, pues esos suelos mantienen la fertilidad por la propia existencia de la cubierta arbórea; desnudos y con procesos productivos nunca tendrán larga vida. Por lo tanto, la amenaza de desertificación está siempre presente. Paralelamente comienzan los procesos de titularización y así los grandes “facendeiros” van incrementando su patrimonio en tierras. Por supuesto, siempre a costa de la represión y muerte de las comunidades indígenas, habitantes de esos sitios desde tiempos inmemoriales.
La situación actual refleja esta problemática. Si bien los primeros fuegos ya llevan más de 20 días, recién en los últimos se ha registrado un creciente aumento de la información sobre este flagelo.
Que éstos no son naturales lo confirma el hecho de que se han originado en sitios donde la temporada seca aún no llegó, y son provocados del mismo modo que ocurre con la gran mayoría de las casi 300.000 hs/año que se deforestan en nuestro país, sin que el gobierno haga nada. Esta situación se repite en Colombia, Bolivia y Perú, y se retroalimenta porque una vez que un bosque ha sido víctima de las llamas es más susceptible a que esto se repita.
El Amazonas, mayoritariamente perteneciente a Brasil, es la más extensa región de bosque tropical del planeta, llegando a siete millones de kilómetros cuadrados. Toda la flora de la selva tropical húmeda sudamericana está presente en la Selva Amazónica. Existen en ella innumerables especies de plantas todavía sin clasificar, miles de especies de aves, innumerables anfibios y millones de insectos.
Por tanto reviste una importancia enorme para la salud del planeta. El mote de “Pulmón del Planeta” que ostenta la Amazonia no es casualidad, ya que permite mantener equilibrados los ingresos y salidas de dióxido de carbono y de oxígeno. Pero sus funciones son muchas más: abastecimiento de agua potable (del cual depende la mayoría de las grandes ciudades de América del Sur), regulación de secas e inundaciones, producción del 20% del oxígeno mundial, captación de dióxido de carbono, regulación de la temperatura, albergue de infinidad de comunidades nativas, fuente de alimentos y de principios activos para medicinas, el control de la fertilidad de los suelos, entre otras.
Lo dicho muestra que la preservación de este pulmón es vital para no agravar la comprometida situación del cambio climático mundial, un fenómeno que tiene sus principales causales en los procesos de deforestación en todo el planeta -fundamentalmente en América del Sur, África Central y el Sudeste Asiático-, además de la quema de combustibles fósiles en los procesos industriales.
Brasil es el país que encabeza los ranking de deforestación a nivel mundial, pero también aportan lo suyo Colombia, Bolivia, Perú, Argentina y varios países de Centroamérica. En cuanto a superficies, Brasil es excluyente.

La causa de los incendios

El ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro, Ricardo Salles, dijo el miércoles pasado que el avance de los incendios se debe "al tiempo seco, el viento y el calor”, ocultando cómo han estimulado a los hacendados y grandes terratenientes a destruir la selva con las llamas, para limpiar la superficie y volcarlas al uso ganadero o para la agricultura, como caña y palma aceitera para producción de biocombustibles.
Los incendios aumentaron un 80 % respecto del año pasado, con un incremento del 278% en julio y un 88% en junio. Entre enero y lo que va de agosto han habido 72.843 focos detectados por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), la cifra más alta desde que en 2013 comenzaron a divulgarse estos datos. Según este mismo organismo, desde que asumió Bolsonaro el aumento de la deforestación amazónica realizada en forma ilegal fue del 45%. En apoyo a esta política de destrucción de las áreas de la Amazonía, el gobierno emprendió otras acciones como desmantelar las oficinas y echar a los técnicos de organismos vinculados al control del accionar destructivo de madereros, terratenientes, mineras y petroleras, dejando sin subsidios a un gran número de ONG que bregaban por controlar este recurso. Además, aseguró que no habrá más demarcación de tierras indígenas y que pretende enviar un proyecto de ley para permitir la minería dentro de los territorios ancestrales.
El gobierno está repitiendo el mismo discurso que la dictadura brasileña utilizó en 1973, año del llamado “milagro económico”, para poblar la Amazonia llevando agricultores de la región de la frontera de Argentina y Uruguay hacia la selva para plantar soja y criar ganado.
El imperialismo europeo (Francia, Alemania) vocifera muy fuerte contra las medidas de Bolsonaro y critica su política. Pero esta es exactamente la misma política que los países imperialistas llevan adelante en todo el mundo. Más allá de que las principales empresas que operan en el Amazonas, tanto petroleras como mineras y agrícolas, pertenecen al capital financiero internacional. El Amazonas es una fuente inagotable de recursos minerales e hidrocarburíferos, además de las extensas superficies destinadas a la ganadería, soja y a la producción de energía hidroeléctrica. Las crecientes exportaciones cárnicas y de soja también pesan, y en ellas está presente el gran capital. El Amazonas se encuentra entre estos dos peligros -la nefasta política derechista de Bolsonaro, de un lado, y del otro el verso de Francia y el resto de los países europeos, que actúan en defensa de sus propias empresas-; y su defensa aparece ligada a una transformación social y productiva en manos de la clase obrera y los explotados.

Raúl Stevani

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