Palabras para Homenaje en Casa Memorial Salvador Allende (La Habana, julio 2019)
Muchas gracias por estar aquí acompañándonos todos y todas las que queremos y admiramos a mi madre. Sé que muchos que hubiesen querido estar no pudieron en esta fecha por diversos motivos, pero nos acompañan igual.
Los que no le conocieron personalmente seguramente habrán escuchado que fue una escritora prolífica, con más de 80 libros; tantos que nunca me fue posible leer todo lo que producía cada año. Pero pocos saben que ella no quería que se le identificara como escritora o teórica marxista o analista sobre América Latina. El título del que más se sentía orgullosa es de educadora o pedagoga popular. Y es que era cuando estaba con las personas de barrio, centros de trabajo, organizaciones sociales populares, era cuando más cómoda y realizada se sentía.
Pienso que mi madre se tomó bien en serio la idea de Marx de que los filósofos (lo que hoy en día incluiría a todos los intelectuales) no solo deben estudiar el mundo, sino también actuar para transformarlo.
Por ese motivo, ella casi siempre escribió para las grandes mayorías populares, con un lenguaje accesible y que por tanto tenía que ser sencillo. Algunos intelectuales le catalogaron de simplista o esquemática, porque no entendieron cuál era el objetivo de sus escritos. Pero creo que muchos reconocen el rigor intelectual de sus escritos, su conocimiento profundo de los clásicos del Marxismo, y su análisis verdaderamente crítico y comprometido.
Los que sí le conocieron personalmente saben que era una trabajólica, que no podía dejar de trabajar, ni fines de semana, ni días feriados, ni durante enfermedades. Siempre estaba terminando proyectos y empezando muchos otros más. Saben también que era una persona muy organizada, detallista, y muy muy exigente. Para algunos que comenzaban a trabajar con ella, y para mí misma, a veces no era fácil aceptar con agrado tanta exigencia. Pero lo cierto es que ella se exigía a ella misma más que a los demás, y por eso siempre terminábamos por perdonarle cuando se le pasaba la mano asignándonos demasiadas tareas.
Ella se sentía igual a cualquier persona, y hacía que los demás se sintieran cómodos hablando con ella. Por eso fue tan buena entrevistando a tantas personas con las más diversas responsabilidades en gobiernos y organizaciones progresistas en NuestraAmérica.
Eventos como este que nos reúne hoy nos muestran los valores y la ética de la derecha. Ellos celebran la muerte. Nosotros celebramos la vida; y nos conmovemos con la muerte de cualquier ser humano, sin mirar color de la piel, orientación sexual, creencias o ideologías. Los extremistas de la derecha --y los del centro sin darse cuenta-- parten de la presunción que ellos, generalmente el hombre blanco y de dinero o con ansias de enriquecerse son mejores que los demás, y que las vidas de los "otros" no valen.
Por eso Marta Harnecker ha sido una verdadera revolucionaria, porque se sentía y se relacionaba con cualquier persona como iguales, fuera una trabajadora doméstica, obrero, campesino, indígena, empresario o presidente.
Hay otros que han pretendido ser de izquierda --pero que a nadie engañan-- y han usado este evento tan duro para nuestra familia y muchas personas que le querían para intentar validar teorías cuyo único propósito es desmovilizar y desarticular a la izquierda latinoamericana.
Sin dudas perdimos todos a una observadora crítica, pensadora aguda, no dogmática, ilustrada por los marxistas clásicos y los más recientes. Pero lo que más lamento es que perdimos a una mujer incansable, crítica e indoblegable dedicada a que las organizaciones de izquierda de Latinoamérica y el mundo fueran más efectivas en sus empeños por convocar, guiar y conquistar el poder para transformarlo y ponerlo al servicio de los sectores más marginalizados históricamente. Perdimos a una defensora de la importancia del protagonismo de las personas en la transformación social, como única forma de transformarse también a sí mismos en las mujeres y hombres nuevos capaces de superar las mezquindades del capitalismo.
Pobres los que celebran su desaparición física: no saben que las ideas justas cobran más vida cuando sus defensores pasan a la eternidad. Sus ideas han sido sembradas en las generaciones que le siguen, quienes recogeremos el batón y seguiremos en esta carrera que es realmente una lucha por un mundo mejor para las grandes mayorías y por tanto, realmente para todas y todos.
¡Marta Harnecker, PRESENTE!
Camila Piñeiro Harnecker
La Habana, 19 de julio de 2019
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