Milei mantenía, al menos hasta ahora, una relación amistosa con el presidente ucraniano, Volodomir Zelensky, quien visitó Buenos Aires durante su investidura presidencial. A su vez, el mandatario argentino participó en 2024 de una cumbre en Suiza organizada por Kiev y prometió impulsar una conferencia latinoamericana en apoyo a ese régimen.
En aquellos momentos no tan lejanos, el presidente norteamericano, Joe Biden, era uno de los más fervientes apoyos de Zelensky, al que brindaba armamento y financiación. Sin embargo, la llegada de Trump a la Casa Blanca impuso un cambio de enfoque, privilegiando una negociación con Rusia para alcanzar un cese al fuego, en función de quedar con las manos libres para su enfrentamiento con China. Y, ante el giro estadounidense, como en un reflejo, Milei hizo lo propio.
La votación de la ONU refractó las divisiones que cruzan al imperialismo. Mientras que Estados Unidos, al calor de su nueva postura en el conflicto y un intento poco solapado de Trump por sacar del poder a Zelensky, votó en contra, los países de la Unión Europea lo hicieron a favor. Lo que no cambia es el hecho de que tanto Washington como Bruselas usan a Ucrania como un peón de sus disputas geopolíticas con el Kremlin. Se trata de una guerra imperialista, ajena a los intereses de las masas trabajadoras.
La obsecuencia de Milei con los Estados Unidos, antes con Biden y ahora con Trump, no trae ningún beneficio para la Argentina sino que solo consolida su yugo ante el imperialismo yanqui.
Gustavo Montenegro
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