lunes, febrero 18, 2019

La historia de una fuga con perspectiva de género



Es la historia de una fuga relegada por la Historia. El 30 de julio de 1971, treinta y ocho presas políticas uruguayas –la mayoría pertenecientes al Movimiento Nacional de Liberación Tupamaros (MLN-T)– protagonizaron la mayor fuga planificada de una cárcel de mujeres del mundo. Aquel día se las tragó la tierra. Graciela Jorge, las mellizas Lucía y María Elia Topolansky, Alicia Rey Morales, América García y otras treinta y tres mujeres se escaparon del penal de Cabildo por las cloacas de Montevideo a través de un túnel que fue construido desde afuera.
Josefina Licitra rescató el acontecimiento y lo cuenta como nadie en el libro 38 estrellas. La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia (Seix Barral, 2018).
La monumental huida fue opacada por otra fuga de presos políticos varones (también en su mayoría militantes del MLN-T) que tuvo lugar dos meses después en la cárcel del barrio montevideano de Punta Carretas. Mientras se organizaba un levantamiento en la localidad de la Teja –con el objetivo de distraer a las fuerzas de seguridad–, el 6 de septiembre del mismo año tuvo lugar la “Operación Abuso” que abrió el camino subterráneo hacia la libertad a 111 detenidos –106 eran presos políticos y 5 presos “comunes”. El nombre de la operación no era metafórico: fue un abuso. Huyeron por los mismos túneles que había utilizado un grupo de anarquistas para evadirse de esa cárcel en la década del ‘30. Según el sinfín de artículos de prensa, el escape tuvo características épicas y ribetes cinematográficos, fue reconocida como la fuga de presos políticos más grande de Uruguay y del mundo, y hasta conquistó un lugar en el libro Guinness. Existen documentales, múltiples informes periodísticos en todas las plataformas y hasta películas sobre esta hazaña de los tupamaros hombres. También se tejieron mil intrigas, entre ellas, que el régimen conocía los planes de escape y lo dejó correr para justificar una represión mayor.
La “Operación Estrella” no tuvo la misma suerte y Josefina Licitra ensaya dos hipótesis para este “olvido”: una es la primacía alcanzada por el escape descomunal de Punta Carretas que se impuso por su propio peso, pero la otra es que la fuga de Cabildo
… sucedió en un tiempo en el que las mujeres eran vistas, incluso en los movimientos de izquierda, con un prisma que las llevaba al redil de las “pequeñas cosas”; a un lugar devaluado, inofensivo y alejado de las marcas discursivas que hoy permiten hablar de la igualdad de género.
Por lo tanto, 38 estrellas es un relato de las batallas de las mujeres por su lugar en la Historia, una lucha que viene desde tiempos antediluvianos y que, entre otras cosas, pretende cambiar las jerarquías de lo que se nombra y de lo que se olvida. De hecho, algunas de las protagonistas de la fuga de Cabildo posteriormente formaron parte del atroz sistema de “rehenato” aplicado por la dictadura uruguaya (1973-1985). El régimen mantuvo como rehenes a militantes tupamaros que estaban detenidos en condiciones inhumanas, eran trasladados permanentemente, torturados física y psicológicamente. Durante casi tres décadas la condición de rehén distinguió a nueve dirigentes del MNL-T, conocidos a partir de una famosa conferencia de prensa brindada por siete de ellos, liberados junto al último grupo de presos políticos en 1985. La noche de los doce años, la conmovedora película estrenada recientemente, cuenta el calvario de tres de estos rehenes, luego figuras prominentes de la política uruguaya (entre ellos, el expresidente José “Pepe” Mujica). Solo mucho tiempo después salió a la luz la historia de Las rehenas, gracias al libro de la historiadora Marisa Ruiz y el periodista Rafael Sanseviero, que lleva ese título y es una investigación sobre las once mujeres “rehenas” que fueron literalmente desaparecidas de todas las fuentes posteriores a la dictadura.
Pero si esta perspectiva constituye la columna vertebral del libro, 38 estrellas también es la historia de un país que entró en crisis tras el fin de la bonanza exportadora que habilitó la Segunda Guerra Mundial, fue empujado al ajuste y puso en cuestión también al Uruguay fundado por José Batlle y Ordóñez y al batllismo como movimiento histórico. El país posterior a la “crisis de las exportaciones” acompañó así los avatares económico-sociales de un continente y sus tendencias a la radicalización política.
También es el relato de las contradicciones ardientes de una generación que irrumpió a la política al influjo de la gesta cubana y que contaba en sus filas con jóvenes que a los 20 años (a veces menos) se lanzaban al combate –eventualmente armado, casi siempre violento¬¬– convencidos y convencidas de la justeza de una causa colectiva. Una subjetividad que hoy puede ser observada con asombro, desde esta época antiheroica bajo reinado del yo instagramero que el sentido común dominante fogonea como máximo objetivo de realización personal.
En 38 estrellas también hay elementos de una discusión estratégica que va desde el balance de los combates de aquellos años vislumbrado en cada decisión táctica; hasta el presente, por la trayectoria de algunos de los principales referentes que atravesaron el proceso que el marxista italiano Antonio Gramsci calificó como “transformismo”: de cabezas dirigentes de un movimiento subalterno a la gestión del Estado que sostuvo su naturaleza de clase.
Por último, la crónica periodística, el género elegido por Josefina Licitra y que maneja con delicada maestría, no es menor para lograr la fuerza narrativa a la altura de una historia potente: una fuga con perspectiva de género, pero que es mucho más que la historia de una fuga.

Fernando Rosso

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