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domingo, febrero 17, 2019
Escape a Jinggangshan
El Partido Comunista Chino 1927-1931 parte V. Mao y la formación del soviet de Jiangxi
En la primera mitad de 1927, Mao Zedong había planteado sus diferencias con la dirección del PCCh en torno a la relación entre el partido y el campesinado. Después de la Masacre de Shanghai, se abriría otro debate, en torno a la cuestión de la forma que debería tomar la lucha rural. En este tema, el Centro del Partido, tanto bajo Qu Qiubai como bajo Li Lisan, adoptaría la postura de generar guerrillas en el campo, mientras que Mao Zedong iba a considerar que era necesario crear un ejército regular, sin cuyo auxilio no había posibilidad de sobrevivir a la ofensiva del Kuomintang.
El problema para Mao se resumía en su famosa frase “el poder emana de la boca del fusil”, pronunciada por primera vez en el Quinto Congreso del PCCh en Agosto de 1927. En este período de ultraizquierdismo, el Partido además se planteaba objetivos que eran irrealizables, y Mao era simplemente uno entre muchos otros comunistas que rechazaban participar en alzamientos en ciudades que implicaban enfrentar grupos casi desarmados de campesinos con fuerzas regulares, armadas y entrenadas. Este rechazo táctico, sin embargo, no va a elevarse en principio a un debate estratégico, como se intentará mostrar a continuación.
La Insurrección de la Cosecha de Agosto
En el texto más completo disponible sobre la insurrección, The Autumn Harvest Insurrection de Hofheinz, el problema de las diferencias entre la dirección del Partido y Mao acerca de la cuestión se va a abordar a través de dos puntos centrales. El primero refiere a como se debía propagandizar la insurrección y las consignas políticas que deberían adoptarse. Para Mao, el Partido debía dejar de usar las banderas del KMT, debía defender la expropiación de toda la tierra (y no sólo de los grandes terratenientes), y debía construir soviets en el territorio ganado en la insurrección. Es importante aclarar que en este contexto, lo que se quería decir con soviet era muy distinto a las organizaciones de base de la Revolución Rusa. En el pensamiento maoísta, soviet significaba simplemente el control administrativo del PCCh en las zonas conquistadas. De todas formas, en términos generales lo que Mao proponía en la preparación política de la insurrección era la radicalización de las consignas. Otro punto de discusión concernía a las tácticas mediantes las cuales se iba a llevar a cabo la insurrección. En esta cuestión, había también tres diferencias: Reducir el alcance de la insurrección, de tres ciudades a solo una (Changsha, la capital de Hunan), adelantar la fecha debido al avance de los Señores de la Guerra en la zona, y por último usar dos regimientos de fuerzas irregulares como elemento central en la ofensiva.
Es interesante ver cómo los dos elementos, político y militar, hay una aparente desconexión, debido a que se propone una radicalización de consignas pero no se espera que esta provoque el desborde popular que Mao había descrito en el Informe sobre una investigación del Movimiento Campesino en Hunan, sino que se combina este izquierdismo en la propaganda con la militarización de la acción política. Stuart Schram considera a esta combinación, en la que masas y ejército toman en muchos casos lugares intercambiables, como la característica distintiva del pensamiento maoísta. Un ejemplo de esta lectura se puede encontrar en las memorias del trotskista chino Zheng Chaolin, que afirma: “Después del Quinto Congreso, no sé qué rol jugó Mao en las disputas internas del Partido. No es necesario aclarar que no se encontraba satisfecho con Chen Duxiu, pero no se identificaba tampoco con Qu Qiubai, Zhang Guotao o Tan Pingshan. Era independiente: su visión y sus propuestas eran distintas a las de la dirección del Partido. Una vez dijo ‘el poder proviene del cañon del arma’. Despreciaba a los líderes comunistas del movimiento obrero, y de todo movimiento que no estaba conectado con las armas.” Para la dirección del Partido, en ese momento dominado por Qu Qiubai, la contradicción en la posición de Mao era evidente, y si después de la insurrección iba a terminar adoptando la posición política que recomendaba Mao, el rechazo a la táctica militarista continuó.
Más allá de las diferencias entre el Partido y Mao, o quizás precisamente por ellas, la insurrección fue un fracaso en toda línea. Mao fue arrestado antes de su comienzo, y aunque logró escaparse sobornando a los guardias no pudo dirigir las acciones de ese día. Uno de los grupos de campesinos descargó sus armas después de un caso de fuego amigo, por lo que fueron fácilmente apresados por las fuerzas que defendían Changsa. Los mineros de Anyuan, que tenían gran experiencia en asuntos militares, lograron el objetivo de tomar parte de la ciudad, pero al encontrarse aislados tuvieron que retirarse. Al final de todo este confuso proceso, Mao y un pequeño grupo (algunos dicen que apenas 50 personas) se retiraron a una región montañosa llamada Jingganshan. Con el tiempo este grupo se unió a otro contingente dirigido por Zhu De, y de esa combinación nació el primer Ejército Rojo.
Jingganshan
La dura derrota sufrida en la insurrección, y en otras insurrecciones del mismo período, iba a llevar a Mao a profundizar su pesimismo, aunque sin por eso dejar de lado las posibilidades que ofrecía la situación. El diagnóstico que soportaba la tesis de Mao era la visión de que China había pasado de una etapa revolucionaria con protagonismo del proletariado a otra en la que las características predominantes eran contrarrevolución que amenazaba con exterminar completamente al PCCh y la guerra civil entre el Kuomintang y los Señores de la Guerra (junfa) (hablar sobre el imperialismo). En ¿Por qué es posible el poder político rojo en China? y en La lucha en las montañas de Jinggang de 1928, Mao justamente argumentaría que la contrarrevolución encontraba su límite en la disputa interna entre el Kuomintang y los Señores de la Guerra (junfa). Esto era caracterizado como una situación altamente excepcional e inestable, de carácter transitorio.
Al mismo tiempo, esto abría la posibilidad de una retirada táctica, que aprovechase la existencia de zonas de difícil acceso que no eran controladas por ninguna de las variantes de derecha. Jinggangshan, una cadena montañosa ubicada en el límite entre Hunan y Jiangxi, fue el lugar elegido por Mao y los sobrevivientes del alzamiento de otoño para construir una base revolucionaria que pudiese aprovechar esta situación. La posibilidad de éxito estaba para Mao basada en cinco condiciones: una base popular sólida, una organización partidaria sólida, un ejército rojo fuerte, un terreno favorable para las operaciones militares, y condiciones económicas suficientes para soportar este ejército. Este enfoque en la solidez se entiende debido a que la situación requería repliegue y extensión en forma de olas de acuerdo al desarrollo del conflicto en las zonas blancas.
Una sola chispa puede incendiar la pradera
Debido a la excepcionalidad de la situación, en 1928 Mao todavía no le adjudicaba un carácter estratégico a la política que estaba desarrollando en Jinggangshan. A medida que el tiempo iba a pasando y el movimiento de las bases rojas crecía, abarcando regiones cada vez mayores de Jiangxi, Hunan y Fujian, la visión puramente táctica iba a cambiar. Esta transición partía de la idea de que la situación nacional había cambiado. Si en 1928 el espíritu revolucionario se encontraba en retroceso, en 1930 esto había cambiado, y las circunstancias eran más favorables a un avance.
En Una sola chispa puede incendiar la pradera este cambio se va a adjudicar a dos cuestiones centrales. La primera será la debilidad estructural del gobierno del GMD en China, que descansaba sobre bases débiles debido a la relación conflictiva entre los distintos imperialismos y la burguesía china, que planteaba una contradicción básica entre el deseo de unificar el país y el de controlarlo. El segundo elemento es el más relevante, dado que consistía en la apreciación de que si bien subjetivamente las clases oprimidas no se encontraban preparadas para la revolución, sus condiciones de vida no dejaban de empeorar, y esto abría la oportunidad para radicalizar el discurso de los revolucionarios y aprovechar esos descontentos, uniéndolos en una gran lucha. La metáfora de la chispa y la pradera expresa esta situación, en la que el Partido sería el primer elemento y el pueblo el segundo.
Lecturas en clave populista del pensamiento de Mao van a concentrarse en esta primera parte del texto, del que se puede derivar la idea de que la política correcta en una situación de este tipo es el de realizar grandes campañas de agitación de masas en las ciudades y la extensión de la lucha guerrillera en el campo. Sin embargo, es importante notar que esto no es para nada lo que Mao tiene en mente. En el texto, este error de interpretación es aclarado de forma terminante, dado que la táctica que se propone es la de mantener unido el ejército rojo, para mantener la capacidad de conquistar pueblos y establecer ahí el poder rojo. El esquema táctico maoísta en este contexto tiene entonces dos pasos: Primero, establecer pequeñas bases utilizando toda la fuerza del ejército, para luego realizar una campaña amplia de propaganda y de redistribución de la tierra que permita aumentar el poder militar y ganar a los campesinos para la revolución.
Las ideas fuera de lugar
Estos desarrollos muestran la persistencia de la aparente contradicción entre la perspectiva estratégica que Mao Zedong defendía en estos años y su aplicación táctica. Si el escenario político general que consideraba Mao iba variando de una situación revolucionaria en abril de 1927, a una contrarrevolucionaria en 1928, para en 1930 llegar a la conclusión de que se abría nuevamente la posibilidad de una revolución, en el plano táctico hay una sorprendente consistencia a la hora de privilegiar la cautela y el uso de la fuerza militar por encima de la organización política.
La primera y más obvia explicación de por qué Mao Zedong mantenía esta posición en apariencia contradictoria se puede encontrar en el contexto del funcionamiento interno del PCCh después de 1927. La dirección del Partido tenía muy pocas posibilidades de controlar el accionar de los militantes provinciales, debido a las dificultades para comunicarse y las distancias. Esto permitía cierta libertad de acción, en el que cada sector se podía manejar de forma más o menos autónoma. Al mismo tiempo, seguir la “línea general” era una condición necesaria para permanecer en el Partido, debido a que cualquier desviación de las tesis de la Comintern podía acarrear la acusación de trotskismo y la expulsión del Partido. Seguir este argumento permite además entender un fenómeno más general entre los comunistas chinos. Debido a su dependencia económica y política respecto al Partido, existieron muchos casos de militantes que dejaron de tener opiniones públicas disidentes, sin que ello significase una adhesión total a los dictados de la dirección. En este sentido, es importante notar que el fenómeno de la estalinización no debe tomarse como un momento monodireccional de creación de pensamiento único, sino que fue un proceso con resistencias y desvíos, cuyo eje central, al menos en el PCCh, era más la alianza política que la coincidencia ideológica.
Conclusión: El Soviet de Jiangxi-Fujian
El año 1931, que marca el fin del período analizado en esta serie de artículos, es notable por tres motivos. En primer lugar, porque se inicia lo que se conoce generalmente como la era dorada del Guomindang, una época en la que el partido nacionalista controlaría la mayoría del país, llevando estabilidad y permitiendo cierta recuperación económica después de varios años de guerra civil abierta. En su texto Algunos resultados del conflicto Sino-Soviético, Trotsky indica que a pesar de esta situación, la revolución burguesa no había triunfado en China, en tanto que no había logrado terminar de unificar todo el país.
Uno de los elementos que impedía esta unificación es la agresión japonesa. El incidente de Mukden en 1931 marcó el inicio de la invasión de Manchuria, que después de la conquista exitosa se convertiría en el estado títere de Manchukuo. Este acto por parte del imperio japonés es considerado el preludio a la segunda guerra sino-japonesa, que empezaría de forma abierta en 1937.
El último elemento sería la fundación del soviet de Jiangxi-Fujian, que se daría en Noviembre de 1931. En su máxima extensión, el soviet ocuparía 30.000 km2 y tendría una población de tres millones de personas. Esto, que parece un logro, en realidad fue la culminación de la derrota del PCCh en China. Habiendo abandonado las ciudades y la posibilidad de la revolución en el campo, el soviet era una posición defensiva que permitía la supervivencia del Partido pero no ofrecía en principio oportunidad de expansión. Pasarían muchos años hasta que el PCCh pudiese volver a ser un actor relevante a nivel nacional, y eso solo después de un largo derrotero.
Nicolás Torino
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