El gobierno privilegia en el debate político y electoral de este año los temas de seguridad antes que los relativos a la economía, especialmente ante el negativo impacto sobre la población de menores ingresos: la inflación y la recesión.
Hemos sostenido que el macrismo disputa consenso desde la política, principalmente contra el “populismo”, una categoría difusa que alude a los gobiernos kirchneristas; pero también a los procesos políticos regionales críticos a la orientación neoliberal, muy especialmente en estas horas sobre Venezuela.
No pueden defender el resultado económico, aun cuando sostienen que el rumbo político y económico es el adecuado. Incluso, tienen críticos por derecha, caso de los economistas “libertarios”, cruzados del liberalismo a ultranza, fanáticos del odio a todo proceso de distribución del ingreso o la riqueza, que pretenden acelerar el ajuste y la reaccionaria reestructuración del capitalismo local.
Por eso la critica a toda propuesta que contradiga, aun parcialmente el rumbo acordado entre el gobierno, el FMI y la oposición cómplice que disputa la gestión presidencial.
¿Cuál es el rumbo?
El de la regresiva reestructuración de la economía, la sociedad y la política. Es una lógica favorable a la ganancia y a las inversiones privadas; a la promoción del individualismo y la defensa de la propiedad privada y su seguridad jurídica; junto a una “modernización” de las relaciones políticas y del Estado que aleje toda forma de participación popular en la toma de decisiones.
Por eso sostienen la necesidad de avanzar en una reforma laboral y previsional, achicando el gasto estatal y de las grandes empresas, para flexibilizar las relaciones entre el capital y el trabajo, a favor de los propietarios de medios de producción.
Esperan modificar conquistas sociales producto de una larga historia de luchas reivindicativas a través de la historia y generar una nueva normalidad. Ese es el sentido de lo sostenido contra el “derecho a la energía”, oportunamente expresado por el ex Ministro Aranguren; o la deliberada acción des-financiadora de la salud o la educación públicas.
La privatización promovida desde 1975/76 e iniciada con fuerza en los 90 pretende ser completada en un nuevo turno bajo hegemonía de las derechas locales.
El saldo será una sociedad más desigual como forma de hacer frente al relanzamiento del orden capitalista con oportunidades para grandes inversores externos, en el camino de la soja y los hidrocarburos (Vaca Muerta). Es la oferta de Macri en los viajes al exterior realizados durante su gestión.
Aprovechan un clima mundial de ofensiva del capital, las derechas y las dominantes, en una estrategia que se despliega de los 70´ con las dictaduras del cono sur y luego en los 90´ ante la caída del socialismo en el este de Europa.
Son fenómenos que ahora se presentan bajo nuevas modalidades de crítica al aperturismo globalizador, bajo el liderazgo de Donald Trump y/o procesos como el Brexit o las nuevas derechas en expansión en todo el mundo.
Cuentan con el apoyo ideológico propagandístico del sentido común inducido desde la dominación mediática y cultural. Ello exige un accionar contracultural sustentado en argumentaciones y prácticas sociales de confrontación contra el orden capitalista, el patriarcalismo y toda forma de dominación y discriminación.
Pensar y actuar otros rumbos
Por eso, no solo se trata de contrarrestar el rumbo del gobierno Macri, sino de sembrar condiciones de posibilidad para habilitar otro debate en la sociedad, que contribuya a gestar nuevas subjetividades y programas que reviertan el rumbo del poder.
Requiere de mucha audacia en la definición del diagnostico de situación y en las propuestas de transformación unidas a una práctica social económica, productiva, que anticipe en el presente la sociedad esperada. No se trata de cambios individuales sucesivos, sino de multiplicar experiencias socioeconómicas y políticas de colectivos organizados para construir el orden alternativo.
Apunto a variados procesos, sea de nuevo sindicalismo u organizaciones populares, económicas, sociales, culturales, que anticipan el devenir esperado. Un ejemplo importante está siendo protagonizado por el movimiento de mujeres, que en diversidad están impulsando un cambio cultural de enorme magnitud desde el “ni una menos” y las luchas por el aborto seguro.
Claro que no se trata de idealizar, pero en esa búsqueda está lo mas importante de las experiencias de cambio político ocurridas en Nuestra América en este Siglo XXI y que hoy se condensan en el debate sobre Venezuela.
El debate sobre Venezuela es principalmente sobre el ¿Qué Hacer? en estos tiempos de ofensiva del capital contra el trabajo, la Naturaleza y la sociedad; de ofensiva de las derechas mundiales.
No es que no importe analizar los porque de los problemas que puedan existir en la tierra de Bolívar; pero si debemos enfatizar en que lo que le importa al poder es impugnar cualquier perspectiva anti capitalista, por lo que insisten en que el único rumbo posible es el capitalismo.
Ese es el discurso de Trump o Macri, de Piñera o Duque, más allá de comprensibles matices. El cerco de la derecha mundial se cierra sobre el proceso venezolano y convoca a un fuerte debate ideológico y político, no solo contra estas derechas, sino y muy especialmente con el conjunto de la sociedad, sometida a una campaña de desprestigio de cualquier intento transformador.
Resulta muy complejo ir contra el sentido común mayoritario, mas aun cuando los principales medios de comunicación propalan un mensaje critico a cualquier intento de ir contra la corriente hegemónica del orden capitalista .
En ese marco hay que pensar las elecciones de renovación presidencial de octubre próximo en Argentina y colocar un límite a la continuidad del proyecto en curso, ejecutado por el gobierno o de los cómplices políticos en los gobiernos provinciales, el poder legislativo o incluso en organizaciones del movimiento sindical y social.
Por eso insistimos también en que hace falta polemizar con los discursos críticos de la hegemonía actual para pensar en conjunto como revertir el proceso que explicita el acuerdo con el FMI. De ese modo iniciar un rumbo alternativo, de contenido y forma plural, que necesariamente confronte con el orden del capital, al tiempo que proponga otra economía para otra política y sociedad sin dominados ni dominadores.
Se trata de desafíos que trascienden el debate nacional y convergen en otros similares en la región y en el mundo.
Julio C. Gambina
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