sábado, marzo 16, 2019

De Washington con “amor”: Lagarde autorizó a redoblar el vaciamiento del país



Frente al desorden económico, el FMI autorizó la venta de U$S 9.600 millones para financiar la fuga de capitales e intentar contener el dólar. ¿Lograrán el objetivo? ¿Cuál es la dimensión del saqueo?

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, viajó el lunes a los Estados Unidos junto al secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, para participar en un “road show” en Houston (Texas) con el fin de profundizar la entrega de Vaca Muerta a capitales extranjeros. Como quien no quiere la cosa, el miércoles pasó por Washington, vio luz y se reunió con Christine Lagarde, directora gerente del FMI, y David Lipton, el número dos del organismo.
Este jueves 14 se conoció el resultado de esa reunión que duró sólo cuarenta y cinco minutos: el Ministerio de Hacienda (formalmente separado del Banco Central) podrá vender U$S 9.600 millones desde abril y hasta fin de año, a razón de U$S 60 millones diarios. Más tarde, el presidente del Banco Central, anunció un endurecimiento de la política monetaria.
No debería pasar por alto un detalle: el carácter decorativo de la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda. Las decisiones se toman en otro lado.

No alcanza

En contacto con la prensa, Dujovne intentó identificar la autorización de Lagarde con una supuesta fortaleza: el exceso de liquidez en dólares y la “necesidad” de adquirir pesos para cubrir los gastos de la administración pública. Pero la única verdad es la realidad: el pedido de autorización se precipitó debido a la creciente presión sobre el dólar, que el equipo económico esperaba recién para el período inmediato antes de las elecciones primarias.
Durante la semana pasada el dólar alcanzó a venderse a $ 43,41 en el segmento minorista: un récord histórico. Hacia el viernes 8 la cotización retrocedió gracias a que el Banco Central subió la tasa de interés al estilo terrorista (no es una metáfora: la tasa elevada destruye por distintas vías la actividad económica y el empleo). No obstante, esta semana siguió el tire y afloje entre dólar y tasa de interés.
El monto de U$S 60 millones que autoriza a vender el FMI es totalmente insuficiente observando la historia reciente: el año pasado, durante la vigencia del primer acuerdo con el Fondo, Hacienda vendió a razón de U$S 100 millones diarios para luego elevar la subasta a U$S 150 millones.
Como las subastas no alcanzaron, el Banco Central intervino vendiendo reservas: los registros exhiben pérdidas de reservas de entre U$S 1.500 y U$S 2.000 millones en algunas jornadas. Aun así, el dólar se disparó por encima de los $ 40 hasta que Guido Sandleris lo contuvo con el segundo acuerdo con el Fondo, alcanzado hacia finales de septiembre, y elevando la tasa de interés a alrededor del 70 %.
Debido a ese acuerdo, el Banco Central tiene menos herramientas para enfrentar una corrida cambiaria: no puede vender dólares mientras la cotización se ubique dentro de la banda cambiaria (este jueves la zona de no intervención se encontró entre $ 38,9 y $ 50,4).
Si el dólar salta por fuera de la banda, superando los $ 50,4, recién puede vender a razón de U$S 150 millones por día, lo cual también resulta insuficiente. En estas condiciones, el Gobierno buscó con la autorización de Lagarde comenzar a intervenir antes de que devenga mayor descontrol. No hay ninguna garantía que lo logre.
¿Cuánto tiempo pasará para que Dujovne pida una ampliación de la autorización o permiso para usar en la subasta los U$S 10.793 millones que ingresen con el desembolso que el Fondo hará antes de fin de mes?

El "modelo" de la bicicleta

La “bicicleta financiera” se transformó inherente, orgánica, al esquema económico. La política oficial apunta a mostrar a los fondos de inversión, capitales golondrina, bancos y toda especie de especuladores que sostener sus inversiones en Leliq (la letra que emite el Banco Central) en pesos (una moneda débil tanto como la economía local) es una buena opción frente al dólar. Por eso subió la tasa de interés de Leliq por encima del 63 % (y puede seguir subiendo).
Y para ese fin también quiere mostrar, autorización del FMI mediante, que tiene los dólares suficientes para mantener el tipo de cambio estable. Es que la suba del dólar le quita rentabilidad a la “bicicleta financiera” o directamente la liquida si la incipiente corrida se desarrolla. Una cosa retroalimenta a la otra: la dolarización de carteras apresuraría la corrida.
Con el stock actual de Leliq (superior a $ 1 billón) y a la tasa de interés vigente, el Central estaría gastando unos $ 640 mil millones al año en pago de intereses. Es decir, un 70 % más que los presupuestos nacionales de educación y salud juntos, que suman $ 379 mil millones. Mientras el Ministerio de Hacienda destruye las condiciones de vida para achicar el déficit fiscal, el Banco Central engrosa el déficit cuasi fiscal (que genera la entidad con las Leliq) y realiza una transferencia fenomenal en beneficio del capital financiero, que en simultáneo genera una deuda de la entidad monetaria que es una bomba de tiempo y potencialmente puede transformarse en un vehículo de transferencia de la tensión cambiaria a una crisis bancaria.
Las Leliq no se compran en el supermercado ni siquiera a través del “home banking”. El monopolio para operar con esos papeles que emite el Central lo tienen los bancos privados y públicos, nacionales y extranjeros. En general, operan orientando a sus clientes a constituir plazos fijos: el stock de plazos fijos en pesos equivale a alrededor de U$S 46 mil millones. Su paso a dólares causaría un terremoto en el sistema bancario y cambiario.
Por este motivo, más una inflación incesante, el presidente del Central, Guido Sandleris, anunció este jueves el endurecimiento de la política monetaria: extiende el plazo de restricción del dinero circulante y seguirá absorbiendo pesos del sistema económico (y del bolsillo de todos los argentinos). Además, enviará al Congreso un proyecto de ley para que el Central no pueda financiar el déficit fiscal del Ministerio de Hacienda. La entidad monetaria se vuelve más autónoma de cualquier interés local. Y un apéndice directo de Lagarde.
La inflación medida por Indec registró 3,8 % en febrero. Esa cifra anualizada implica 56 % de suba de precios en doce meses. “Este dato de inflación no significa que el esquema no funcione”, afirmó Sandleris. Pero tampoco que funcione: la política monetaria restrictiva sobre los ingresos de la mayoría no logra frenar la inflación porque la suba de precios está motorizada por el tarifazo permanente, la remarcación incesante de las grandes empresas y por los movimientos del dólar. Sandleris no maneja casi ninguna de esas “variables”.

Fuga o muerte

La autorización de Lagarde para vender U$S 9.600 millones busca en parte atender la fuga de capitales. De este fenómeno emerge otra medida de la insuficiencia de la decisión de Washington: la fuga de capitales (que para simplificar es una suerte de contraparte de los dólares que pierde el Estado) que se registró el año pasado totalizó alrededor de U$S 27 mil millones. Y, este año, debido al recambio presidencial, se espera que se acreciente.
Al tipo de cambio actual, los U$S 27 mil millones de fuga representan prácticamente la mitad del presupuesto anual de la seguridad social para pagar a jubilados, beneficiarios de asignaciones y pensiones. Recursos hay, pero se timbean en el casino cambiario.
La fuga es una de las causas estructurales que explican la suba de la divisa estadounidense y que devela un aspecto característico de momentos de desborde económico: se toma deuda que termina financiando el vaciamiento del país por parte de los grandes empresarios adictos a paraísos fiscales.
En el libro Endeudar y Fugar, editado por Eduardo Basualdo, se detalla cincuenta grupos que fugaron capitales al calor de la crisis de 2001: Pérez Companc, Telefónica de Argentina, Repsol, Telecom, Nidera, Shell y sigue la lista. La fuga tiene como herramienta al sistema bancario. El Banco Central debería abrir su contabilidad para exponer qué empresas están comprando dólares ahora.

Las penas son de nosotros

La deuda implica una hipoteca presente y futura: este año sólo los intereses se llevarán casi el 20 % del presupuesto nacional; en los próximos años, entre intereses y capital, la sangría será de mínima del 7 % del PIB (Producto Interno Bruto, o lo que produce el país en un año) sin contar la devolución del préstamo del FMI. No sólo eso. Los pagos se deberán asumir sin la asistencia del Fondo: los U$S 57 mil millones del préstamo se agotan prácticamente este año.
En estas condiciones, todo el régimen político y el sistema financiero anticipa una reestructuración de deuda o directamente un default (no pago) hacia el año próximo, sino directamente durante 2019. Exigirán más sudor y sangre al pueblo trabajador, poner el hombro, para que sigan con su fiesta.
Las penas seguirán siendo de nosotros. Excepto que el no pago de la deuda se imponga por la movilización obrera y popular, poniendo por delante las necesidades de las mayorías trabajadoras, y se eche al FMI de estas pampas.

Pablo Anino
@PabloAnino

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