Cuando el 23 de enero de este año, el diputado Juan Guaidó se proclamó presidente encargado de Venezuela, todas y todos auguramos un período de graves tensiones en el país que se acumularían a las penurias producto de la guerra económica y el bloqueo impuesto por Estado Unidos que ya sufren las venezolanas y los venezolanos. Lo que difícilmente se podía imaginar es que Guaidó y sus aliados buscaran imponerse sumándole más y más sufrimientos al pueblo al que el “autoproclamado” (como ya se le conoce popularmente) dice gobernar.
Y es que paulatinamente se empieza a develar la verdadera naturaleza de las operaciones de este personaje, que ha sido largamente preparado para asumir un nuevo intento de golpe de Estado en Venezuela (ver https://goo.gl/MmA5rZ).
La “ayuda humanitaria” incendiada en el puente
Según una investigación realizada por el New York Times (https://goo.gl/75rXFB), la supuesta ayuda humanitaria que el pasado 23 de febrero la oposición pretendió hacer ingresar a través de un puente que une a Colombia y Venezuela, fue quemada por los propios manifestantes opositores y no por las fuerzas de seguridad venezolanas como proclamaban a coro la casi totalidad de los medios de comunicación del mundo.
No era el New York Times el primer medio en afirmarlo, ya los periodistas destacados por la cadena multiestatal Telesur, que se encontraban en el lugar de los hechos, habían señalado precisamente eso mismo (https://goo.gl/kVemKp), pero los medios hegemónicos y las cadenas internacionales habían preferido no creer en su testimonio.
El NYT también revelaba que los supuestos alimentos y medicinas que en teoría iban en el camión, no eran tales, a pesar de que el senador norteamericano Marco Rubio, había señalado a través de la red social Twitter que cada camión llevaba 20 toneladas de alimentos y medicinas.
“La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), principal proveedor de la ayuda que estaba en el puente para ser cruzada desde Cúcuta no tenía medicamentos listados entre los objetos que anunció como donación. Un funcionario de alto nivel que estaba en el puente ese día de febrero le dijo a The New York Times que el envío quemado contenía suministros como guantes y tapabocas, pero no medicamentos. Videos revisados por el Times muestran que algunas cajas tienen kits de cuidado e higiene, que, según lo que los estadounidenses identificaron en sus listas, tenían suministros como jabón y pasta dental”, señala la nota.
Pero dice más. “Un portavoz de Guaidó, tras ser contactado por el Times el 7 de marzo sobre la información posiblemente contradictoria respecto del contenido del camión, dijo que “no tenía información precisa” y refirió las preguntas a la parlamentaria Gaby Arellano, encargada de la distribución de ayuda. Arellano no pudo ser contactada esta semana, pero cuando fue entrevistada por el Times en el puente poco después del incendio del camión, el 23 de febrero, dijo que no llevaba medicamentos. “Había tapabocas, jeringas, guantes, eso que usan en los quirófanos”, declaró entonces.
Sin embargo, nuevamente recurrimos a Telesur, que como decíamos más arriba se encontraba en el lugar de los hechos. Los periodistas Madelein García y Leonel Retamar, que se encontraban con Luis Hernández Navarro (jefe de Política del diario La Jornada), encontraron que en los camiones había nada menos que rollos de alambre de acero, máscaras, restos de “miguelitos” y otros insumos que más parecen material para desarrollar guarimbas que ayuda humanitaria (https://goo.gl/UPBPq5).
En simultáneo, un puesto militar fronterizo cercano a ese lugar era atacado con armas de grueso calibre buscando aparentemente generar una suerte de “cabeza de playa” que permitiera una acción militar.
El “ingreso pacífico” que no fue pacífico, de una “ayuda humanitaria” que no era ayuda humanitaria, llevada adelante por “voluntarios” que no eran voluntarios, los “manifestantes pacíficos” que no eran manifestantes pacíficos, dirigidos por un “presidente” que no es presidente.
Una oposición sin luces
El pasado jueves 7 de marzo, pasadas las cuatro de la tarde, un gigantesco apagón dejó sin energía eléctrica a 22 de los 23 estados de Venezuela, así como también al Distrito Capital, la casi totalidad de la población vivió casi cien horas de oscuridad.
Junto con la interrupción de la energía, el pueblo venezolano se vio privado de agua (que se bombea también eléctricamente) y de los sistemas de transporte masivos, todos ellos también eléctricos.
Con el transcurso del tiempo, pudo saberse que la causa de este evento casi catastrófico era un sabotaje realizado por medios cibernéticos en la principal represa hidroeléctrica del país, ubicada en el embalse de Guri sobre el cauce del río Caroní.
La central, completamente automatizada, recibió en el año 2007 una fuerte inversión que permitió que el “cerebro” de las operaciones de la represa fuera totalmente controlado informáticamente.
Casi inmediatamente y de forma indisimulada, el secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, el senador Marco Rubio, los embajadores John Bolton y Elliot Abrams (todos ellos al parecer ampliamente informados de la situación) anunciaban que esto provocaría la caída del presidente venezolano Nicolás Maduro.
Luego de ingentes esfuerzos y de subidas y bajadas del sistema, se logró estabilizar los niveles de energía sobre la tarde del martes 12, tras superar también los atentados con explosivos que se produjeron en subestaciones eléctricas ubicadas en urbanizaciones de clase media alta del Este caraqueño.
El “autoproclamado” Guaidó, ya muy ansioso para esos momentos, intentó convocar a sus seguidores en Caracas sin lograr movilizar más que algunos pocos miles de personas que se concentraron en pequeños piquetes en puntos neurálgicos también de urbanizaciones de clase media y alta de la ciudad, donde bloquearon las vías por algunas horas.
De forma sorprendentemente irresponsable, a través de su cuenta de Twitter Guaidó escribió: “No se puede hacer apología de la violación a la propiedad privada, pero tampoco se puede ignorar la desesperación de comunidades que están sin luz ni agua desde hace días y sin poder comprar lo que necesitan con urgencia”. A ese mensaje, siguió este otro: “Sin luz, ni agua, ni comida, el desespero puede conducir a nuestro Pueblo a un estado límite por conseguir sustento para los suyos. Esos reportes de saqueos que llegan de varias ciudades son consecuencia de que el régimen usurpador siga impidiendo la solución a esta crisis”.
Esta casi convocatoria al saqueo no fue acompañada por parte de la población. Con muy contadas excepciones (particularmente en la ciudad de Maracaibo), el pueblo venezolano mantuvo la calma en todo el territorio nacional y lo que cosechó el “autoproclamado” fue millares de mensajes de rechazo de sus propios seguidores a través las redes sociales.
Cuando escribimos este artículo, el jueves 14, todos los sistemas que dependen de la energía eléctrica se encuentran normalizados o en su última fase de normalización.
Guaidó demostró que está dispuesto a casi cualquier cosa con tal de hacerse con el poder, pero es consciente que con cada hora que transcurre su papel es más vacuo.
En tanto, la Asamblea Nacional (cuyas decisiones son nulas por estar en desacato) aprueba nada más y nada menos que declarar “el estado de alarma”, movilizar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, prohibir los envíos de petróleo a Cuba (https://goo.gl/B4qvZQ) e iniciar la discusión de la privatización de la industria petrolera ( https://goo.gl/a8PxMb ).
Al falso presidente se le ve cada vez más la hilacha neoliberal. No logra mandar ni siquiera en una junta vecinal. Se le nota la desesperación y la ansiedad. Quienes lo habían apoyado originalmente lo empiezan a olvidar y marcan distancia. Algunos sectores de oposición empiezan a mostrar sin ambages su molestia por el curso que han tomado los hechos. Guaidó no logra tampoco que lo metan preso, que era lo que buscaba cuando retornó al país. Es de prever que en pocos días u horas encuentre una excusa para viajar fuera y quedarse por tiempo indeterminado.
Entre tanto, el pueblo venezolano – no sin sufrimiento – habrá vencido nuevamente al imperialismo y al golpismo.
Pablo Siris Seade
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