El Banco Central ha tomado una medida que emparenta la presente crisis con el 2001. Los bancos podrán aumentar su posición en Leliqs hasta el 100% del promedio de los depósitos diarios en pesos. Dicho de otro modo, si los ahorristas se presentan en alto número a retirar sus depósitos a plazo fijo, no estarán los pesos para devolvérselos, sino bonos del Banco Central.
La medida está acompañada con el aumento de las tasas de las Leliqs al 68%, una enormidad que da por tierra con el plan de rebajas graduales para liberar fondos al crédito que pueda mover en algo la economía. El objetivo de semejante tasa y al mismo tiempo la posibilidad de calzar el total de los depósitos a plazo fijo en las letras del Banco Central, es que la tasa de los plazos fijos se eleve hasta igualar o superar la inflación que está en el orden anual del 50% y no cede de ese lugar. Eso ya está ocurriendo puesto que en ciertos tramos de depósitos la tasa pasiva alcanzó esta semana el 52%. Un círculo vicioso que alimenta la recesión y la ola de suspensiones y despidos. Los pedidos de concursos de acreedores en Capital y Gran Buenos Aires han aumentado un 62% con respecto a 2017 y su nivel es sólo comparable al 2001/2002 (La Nación, 31/3). Por supuesto, los bancos acrecentarán sus ganancias parasitarias tomando depósitos al 50% y poniendo el total de ese dinero en Leliqs del Banco Central al 68% sobre un total de unos u$s30.000 millones de dólares.
El objetivo de semejante desastre económico es mantener en calma el dólar que pegó otra levantada hasta casi $45, mediante estos “incentivos” –léase tremendo negociado financiero. Pero el operativo no es gratuito. Respaldar los depósitos en bonos y no en moneda lleva el riesgo de la corrida cambiaria al riesgo de la corrida bancaria. Sabemos que las Leliqs superan ya el billón de pesos, un pasivo del central de unos 25 mil millones de dólares que son equivalentes a sus reservas netas. Pero a su vez en el sistema bancario hay otros u$s30.000 millones en depósitos directamente nominados en dólares cuyo encaje o respaldo en moneda es de un 30% de ese importe, pero en caso de una corrida fuerte hacia el dólar la demanda de los ahorristas puede superar rápidamente esa reserva.
En resumen, la medida tomada por el Banco Central por cuenta y orden de la jefatura del FMI que controla el ministerio colonial de economía, coloca a la Argentina al borde del abismo en el terreno financiero. Y las medidas que se toman para no caer directamente en ese abismo, al menos por un tiempo, nos precipitan aún más al otro abismo, al de la recesión aguda combinada con una inflación que lejos de ceder se mantiene en el primer trimestre más cerca del 4% mensual que del 3%. Este cocktel dramático es el que ha llevado la pobreza a 13 millones de personas que bien medido es un 35% de la población porque ese es el porcentaje del último trimestre (el 32% es el promedio del segundo semestre del 2018).
Las razones del aumento del dólar fueron presentadas como parte de una ola de devaluaciones mundial de las monedas “emergentes”. Lo cual es solo parcialmente cierto puesto que el nivel de la devaluación del peso lleva un 14% en lo que va del año y un 134% en los últimos 15 meses, mientras que la Lira Turca se devaluó un 40% en el mismo período. La política del gobierno Macri y el capitalismo argentino están marcados por contradicciones enormes que amplifican la crisis mundial capitalista que entra en fase de recesión.
La fuga de capitales durante el gobierno Macri alcanza la friolera de u$s64300, lo que supera la abultada cifra operada durante toda la década kirchnerista. Se trata de un dato indicativo que los mercados financieros tan íntimos del gobierno de CEOs, están apreciando que el gobierno se va al tacho, que iremos tarde o temprano a un cuadro de reestructuración de deuda lo equivale a un default.
Los motivos son muy profundos. El modesto superávit de la balanza comercial que marca la entrada y salida de dólares no alcanzan para el pago de la deuda en moneda dura contraída que alcanza al 100% del PBI si consideramos junto a la deuda del tesoro nacional la del Banco Central y la de las provincias. Si consideráramos las deudas privadas, que son parte de lo que tiene que producir el país como ahorro nacional para pagarlas, la cosa es más grave aún.
Entre las medidas de emergencia, Dujovne fue a gestionar a Washington el permiso para vender dólares del préstamo que financien el pasaje de “carteras” que es clásico en la previa de las elecciones y que se ha acentuado como resultado de la presente bancarrota. Pero sólo habrá por ese lado la venia para liquidar u$s60 millones diarios a partir del 15 de abril. En tanto hasta que el dólar pise el tope de $50 de la banda establecida en el segundo acuerdo con el FMI el Central no puede vender para contener el precio. El otro maná que se espera es la liquidación de la cosecha gruesa por parte de los exportadores, cuestión vidriosa teniendo en cuenta que los dólares de la cosecha fina fueron retenidos en gran medida empujando la devaluación de este año. De ese modo el capital agrario y las compañías exportadoras licúan los $4 por dólar fijos de retenciones.
El cuadro es de tal fragilidad que uno de los fondos más poderosos del mundo, el Templeton, que tuvo pérdidas importantes con la devaluación de abril/mayo 2018, -en tiempo de Luis Caputo en el Banco Central-, envió dos de sus ejecutivos a reunirse con dos economistas cercanos a Cristina para conocer lo que pasaría de ganar la ex presidenta. Recibieron garantías de repago tanto al FMI, como a los tenedores de deuda privada, debido, según Ambito Financiero, a “que es deuda contraída por un gobierno democrático”.
La excusa es elegante. Pero el punto es que la tendencia de esta crisis después de la medida que origina esta nota, el respaldo en Leliqs de hasta el 100% de los depósitos en plazos fijos, tiende a tener dos salidas, el corralito o la hiperinflación, experiencias por las que ya pasamos los argentinos. Desde luego combinadas con devaluación, antes o después.
Ni la clase obrera, ni las clases medias soportan ya la situación. A la par de nuestra lucha con los trabajadores para enfrentar la ofensiva de suspensiones, despidos y pérdida salarial, de nuestro impulso desde abajo a un paro activo nacional de 36 hs, mediante un congreso de delegados electos por las bases de todos los sindicatos, el FIT tiene que presentar un programa urgente de salida a la crisis desde el campo de los trabajadores: ruptura con el FMI, repudio de la deuda, nacionalización del comercio exterior y de la banca, expropiación sin pago de los pulpos petroleros y enérgeticos, apertura de libros de las empresas formadoras de precios, control obrero de la producción, salario y jubilaciones equivalentes a la canasta familiar.
Sólo los trabajadores pueden ofrecer una salida para que la crisis la paguen los capitalistas.
Néstor Pitrola
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