martes, marzo 26, 2019

Trump “not guilty”, la crisis política sigue



Donald Trump se acaba de anotar una victoria política contra sus rivales demócratas tan rotunda como inesperada, luego que el fiscal especial, Robert Mueller, lo exonerara, hace 48 horas, de cualquier colusión con Rusia en las elecciones presidenciales norteamericanas de hace más de dos años. Hasta ahora se suponía exactamente lo contrario, después que el primer asesor de Seguridad, el teniente general Michael Flyn, y luego el operador electoral de Trump, Paul Manafort, fueran condenados a prisión precisamente por esa conexión. El texto afirma que “la investigación no encontró ninguna evidencia de colusión entre el equipo de campaña de Trump y el gobierno de Rusia”. La conclusión desmiente entonces la implacable campaña llevada adelante por los medios de comunicación de Estados Unidos, que aseguraban que la elección había sido distorsionada por una campaña de noticias falsas (”fake news”) difundidas por servicios manejados por la camarilla de Putin. Llama la atención, entonces, que los titulares de la prensa se refieran a una vindicación de Trump y no del presidente de Rusia. A partir de las denuncias en EEUU, Rusia y Putin fueron responsabilizados de intentar condicionar cada proceso electoral que haya tenido lugar en el mundo. En menos de lo que canta un gallo se ha derrumbado una campaña anti-rusa de proporciones enormes. Por sobre todas las cosas, el informe especial debe ser entendido como una decisión de evitar un juicio político a Trump de cualquier modo. En esto coincide el liderazgo del partido demócrata.
Las conclusiones del informe no clarifican, sin embargo, las razones del montaje de la campaña que hacía de Trump un aliado de Putin. Rusia fue uno de los ejes de la confrontación entre Trump y Hillary Clinton en las elecciones pasadas, porque Trump planteaba un retiro del escenario militar del Medio Oriente y calificaba a la presencia norteamericana allí como un desangre nacional, en tanto Clinton abogaba para expulsar a Rusia de Siria mediante una intensificación de los ataques militares. Esta ‘grieta’ no se superó luego del proceso electoral, al punto que originó varias renuncias en el equipo de gobierno de Trump; la última fue, nada menos, que la del jefe del Pentágono, en oposición al retiro del contingente de tropas en el norte de Siria ordenado por Trump. La sospecha de un canal reservado de acuerdos entre los bonapartistas de ambos países no quedó disipada ni cuando Trump mantuvo e intensificó las sanciones contra jerarcas rusos por la ocupación rusa de Crimea y el apoyo de Rusia a los territorios rebeldes del este de Ucrania. Tampoco hubo un cambio a pesar de las presiones de Trump contra Merkel para que abandone la construcción del gasoducto Norte 2, que debe abastecer de gas ruso a Alemania. Trump impulsa también la instalación de bases de la OTAN en la ex Macedonia, que Putin está dispuesto a enfrentar. En Venezuela, Rusia ha desplegados misiles tierra-aire SS-300, uno de los más sofisticados del arsenal militar mundial. En el intermedio, Trump removió las sanciones contra el oligarca ruso, Oleg Derispkaia, luego que este se aviniera a ser reemplazado por un testaferro en la dirección de Rusal, el mayor monopolio internacional del aluminio. Putin le ha ofrecido a Trump un negocio de características espectaculares en este período de crisis capitalista lindante de nuevo con la bancarrota: la reconstrucción de las ciudades sirias, en donde las propiedades de los que han escapado de las bombas ha sido expropiada por el Estado. Con el reconocimiento de Jerusalem, como capital única de Israel, y de las alturas del Golán, como territorio sionista, Trump ha subido mucho la apuesta de un acuerdo con Putin.
La espina de una colusión Trump-Putin sigue, sin embargo, plantada, debido a la agenda de guerra comercial contra Alemania, por parte de Trump. De acuerdo a informaciones últimas, sería inminente el establecimiento de aranceles prohibitivos a la importación de autos germanos a Estados Unidos. Trump, asimismo, ha incitado a una ruptura sin atenuantes de Gran Bretaña con la Unión Europea, lo que es visto como un golpe a los aliados europeos de la OTAN y en especial a Francia – la única con armamento nuclear. Es claro, en el plano estratégico, que Trump persigue una política unilateral, iniciada por sus predecesores, por ejemplo cuando invadieron Irak, en 2003, contra la oposición de Francia, Alemania y otros gobiernos europeos. La regimentación de la OTAN por parte de EEUU es un instrumento político estratégico en la guerra, también estratégica, contra China. Es precisamente lo que defiende la banda dirigida por Steve Bannon, ex jefe de campaña de Trump, empeñado en organizar una internacional derechista, desde el brasileño Bolsonaro al húngaro Orban, que no excluye a Putin, el cual tiene una relación de preferencia con la derecha de Francia, Le Pen, e Italia, Salvini. Para los opositores a Trump, en cambio, un desmembramiento de la UE es enteramente funcional al incremento del espacio de acción de Rusia y un retaceo a la preeminencia que han alcanzado los altos mandos de la OTAN en la política mundial.
La exoneración que le ha dado el fiscal especial a Trump, es política. En los estrados judiciales Trump sigue acusado por diversos desfalcos y por infracciones electorales, sobre las que la gran prensa norteamericana y el partido demócrata han prometido seguir batiendo el parche. No es la democracia o el estado de derecho lo que pretenden defender. Es la expresión de una división cada vez mayor de la burguesía mundial ante el desarrollo político de la crisis mundial. El cierre sistemático de plantas de los grandes monopolios industriales, así como la sangría de dinero y capitales que sufren los países emergentes, plantean una reorganización de conjunto de la economía y política mundial, con choques internacionales cada vez mayores – y guerras. En especial cuando desde México y EEUU, hasta Argelia, Irán y Sudán, pasando por Francia, Alemania o Hungría, emergen luchas populares en gran escala, con una creciente participación de la clase obrera de la industria y la tecnología de punta.

Jorge Altamira

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