jueves, agosto 15, 2019

Ante el derrumbe del macrismo promovamos la intervención de los trabajadores



El Frente de Izquierda-Unidad debe desenvolver una gran campaña agitando un programa de salida a la crisis.

Las elecciones han sepultado al gobierno macrista. Por su magnitud, la derrota se ha transformado en irreversible, no sólo a nivel nacional sino también en la provincia de Buenos Aires. Quienes esperaban que María Eugenia Vidal le acerque a Mauricio Macri los votos necesarios para dejar vivo hacia octubre su sueño reeleccionista se equivocaron y por mucho. La derrota sufrida por la gobernadora, que hasta el domingo era presentada por los encuestadores como la dirigente con mejor imagen del país, ha sido aún más dura que la de Macri. En los pocos distritos donde ganó el macrismo, lo hizo por muchos menos votos que lo esperado. Es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, donde después de muchos años el macrismo pierde en las comunas de la zona sur, expresando la aguda polarización social que se fue acumulando como resultado de una política basada en la entrega al capital inmobiliario.
La derrota macrista mostró el fracaso de toda la política dictada por el FMI. De nada sirvieron tampoco las medidas de ‘flexibilidad’ decididas a las apuradas por el Fondo, para que el gobierno utilice los préstamos para financiar la fuga de capitales y evitar transitoriamente una nueva corrida. El hundimiento general de la economía, la recesión que lleva ya casi un año y medio, el empobrecimiento de la población como resultado de la caída de los salarios y las jubilaciones crearon las condiciones inevitables de una derrota sin atenuantes, y como dijimos, irreversible.

Transición compulsiva

La diferencia conseguida por la fórmula Fernández-Fernández es de tal magnitud que equivale a una consagración como nuevo gobierno. Sin embargo, esa consagración está bloqueada porque las Paso están concebidas sólo como elecciones internas, cuyo propósito es designar a los candidatos de los partidos o alianzas. Este ‘detalle’ crea una diferencia con lo sucedido en 1989, cuando Alfonsín le entregó a Menem el mandato anticipadamente. Esto no podría suceder ahora por el simple motivo que Alberto Fernández aún no ha sido electo a nada. Si Macri decidiera renunciar sería reemplazado por Michetti, y si ésta también declinara, ocuparía el cargo Emilio Monzó.
Pero aunque es una variante que no se puede descartar, dada la profundidad de la crisis, lo cierto es que una renuncia de Macri a la presidencia debiera ir acompañada de una renuncia a su candidatura. Una decisión de este tipo dejaría fuera de juego a todas las listas de legisladores a nivel nacional y también a los gobernadores de su fuerza política, empezando por Horacio R. Larreta.
La derrota abrumadora del macrismo y las limitaciones institucionales que lo mantienen en el poder cuando ya es un cadáver político, ha dado lugar a una transición de crisis. Frente al difunto macrismo se encuentra la fórmula ganadora Fernández-Fernández, lo que opera de hecho como un doble poder dentro de la política capitalista. En este cuadro, los días que faltan hasta el 27 de octubre son una eternidad y no podrán descartarse cambios en el gabinete que habiliten un pacto de gobernabilidad con el peronismo-kirchnerismo. Es probable que la clase capitalista impulse ese tipo de acuerdo y que también operen en la misma dirección la liga de gobernadores. La “buena y larga” conversación telefónica entre Macri y Fernández está en esa línea de gobernabilidad de la crisis de la transición. Es que, como lo muestra Chubut, que vive un estado de pre-huelga general, la crisis amenaza extenderse a todo el territorio nacional.

Corrida y bancarrota económica

La corrida cambiaria y el hundimiento de la Bolsa y de los bonos que siguieron al resultado electoral muestran tanto un operativo del gran capital para dictar las condiciones del recambio de gobierno así como también son la expresión de la bancarrota económica de la Argentina. La devaluación del peso agravará la recesión y el proceso inflacionario en los próximos meses. Nadie se anima a descartar incluso la posibilidad de que la crisis derive en una hiperinflación, esto por la imposibilidad del gobierno de renovar sus deudas en pesos, imponiendo la necesidad de una emisión descomunal en un cuadro recesivo. La suba de la tasa de interés dispuesta por el Banco Central fracasará en su propósito de evitar una corrida hacia el dólar pero, mientras tanto, agravará todavía más el parate económico. El derrumbe de los bonos sólo es compatible con un país al borde del default. Los precios de remate que tienen hoy los títulos de deuda que vencen en 2020 ya anticipan el negocio que implicará una renegociación de la deuda. Quienes compren hoy bonos con descuentos del 50% o el 60% podrán admitir una quita del 20%, como acaba de suceder en Ucrania, y ganar en corto plazo sumas exorbitantes.
Las declaraciones de Alberto Fernández ante esta corrida contra la moneda nacional van en sintonía con sus pedidos previos favorables a una devaluación. En vez de denunciar el golpe de mercado, Fernández señaló que los mercados respondieron así porque “fueron estafados”. Mientras el pueblo asiste azorado a un desangre del país por parte de un grupo de parásitos capitalistas, Alberto Fernández presenta a los usureros internacionales como víctimas de una estafa. Del mismo modo, la devaluación no sería de una decisión impuesta por los especuladores sino un acto de sinceramiento de la economía. A esta altura no caben dudas que Alberto Fernández quiere que el macrismo realice el trabajo sucio de aplicar un ajuste a una escala inusitada para allanar la tarea de su gobierno. La “línea directa” que quedó establecida entre “Alberto y Mauricio”, según el tuit presidencial, es el teléfono rojo entre dos devaluacionistas.
En una reciente reunión de la UIA comentada por el diario La Nación, los capitalistas industriales señalaron que el ‘cambio de modelo’ reclama una devaluación muy superior a la ya ejecutada. La venta de dólares a futuro a 70 pesos para fin de año podría incluso quedarse corta. El reclamo capitalista es proceder a una desvalorización de la fuerza de trabajo a una escala inusitada, similar a la que se ejecutó con la salida de la convertibilidad en 2001. Sería el dólar competitivo reclamado por Fernández. A esto se refería cuando decía que quería reeditar un gobierno similar al primer kirchnerismo.
Tenemos que clarificar a los trabajadores sobre la impotencia de este planteo, puesto que ya han fracasado tres devaluaciones de Macri que no “recompusieron la competitividad capitalista” y que resultan aún más inútiles en el cuadro de la guerra comercial y de monedas que escaló en las últimas semanas. En pleno control de Macri, antes de su derrota, la fuga de capitales trepó a las nubes como consecuencia también de una fuga generalizada de los emergentes. También llamamos la atención sobre el hecho de que ni el gobierno derrotado ni la fórmula ganadora del PJ rechazan las reformas laboral y previsional del FMI. El “albertismo” plantea su propia vía para esas reformas de la mano de los convenios flexibles firmados por la burocracia sindical como el convenio petrolero de la muerte que acaba de reivindicar el futuro presidente. Lo mismo vale para el sistema jubilatorio que no es “sustentable”, sino se reponen el total de aportes patronales rebajados desde Menem hasta ahora, planteo por completo ajeno los Fernández y a Massa, uno de los ejecutores del vaciamiento de la Anses.

Tomar la iniciativa

Las “medidas” anunciadas por Macri y saludadas por Fernández tildándolas de “tardías”, son un taparrabos para hacer pasar la caída histórica del poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores: esa es la función de los “bonos” por única vez. Y para las jubilaciones, simplemente nada. Incluso la devaluación adicional operada inmediatamente, que llevó el dólar a 63 pesos después del anuncio, ya neutralizó los miserables montos de 2.000 pesos. Mientras la fórmula Fernández-Fernández asiste pasiva a este desangre del país, dejando que Macri pague el costo político de descargar hasta el final la bancarrota económica sobre las espaldas del pueblo, los trabajadores necesitan pasar a la acción para evitar ser quienes otra vez paguen la factura de la crisis. Esta necesidad choca con el operativo inusitado armado por el kirchnerismo, la burocracia sindical que le responde y los sectores ‘progres’ con vínculos con el movimiento popular para llamar a la calma y esperar mansamente a las elecciones del 27 de octubre y luego a la entrega del poder el 10 de diciembre. En las redes sociales, incluso, los kirchneristas han salido a calificar como maniobras macristas todo llamado a ganar la calle y enfrentar la desvalorización del salario que imponen los capitalistas.
Potencialmente, esta necesidad que tienen los trabajadores de salir a la calle para defender sus derechos elementales y la política de contención y complicidad que está desplegando el peronismo-kirchnerismo, puede transformarse en el primer choque entre los Fernández-Fernández y quienes masivamente lo acaban de votar. Un choque de este tipo mostraría la contradicción de un pueblo que quiere terminar con el ajuste permanente y pretende, al mismo tiempo, lograr ese objetivo votando a una fuerza capitalista, que se apresta a gobernar de la mano de los banqueros, industriales y rearmando un pacto con el capital internacional para asegurar un financiamiento para el pago de la deuda.
Para quienes luchamos por emancipar a los trabajadores de la tutela de la burguesía se presenta, en esta fase de la crisis, la obligación de promover la movilización de la clase obrera por sus reclamos. Contra la inflación creciente, recomposición salarial de emergencia, salario mínimo de 35.000 pesos, ajuste mensual por inflación y la eliminación del cobro de Ganancias sobre los salarios. Ante la desvalorización de las jubilaciones, imponer un aumento inmediato a 35.000 pesos, como lo establece la Defensoría de la Tercera Edad y la defensa del 82% móvil. Ante la desocupación que no deja de crecer, imponer la prohibición de los despidos y suspensiones, y el reparto de las horas de trabajo. Ante la remarcación de precios y el espiral inflacionario, planteamos la apertura de los libros de contabilidad de las empresas y comercios bajo supervisión y control de los trabajadores. Ante los intentos de avanzar en la reforma laboral, rechazar cualquier aprobación de una ley, así como también la flexibilización de los convenios colectivos.
Ante la bancarrota del país y el saqueo impuesto por los capitalistas, luchar por la nacionalización de la banca y del comercio exterior, la intervención en las sociedades de Bolsa, el control de cambios y el repudio a la deuda usuraria. Planteamos terminar con el régimen del FMI y abrir paso a una salida de los trabajadores y la izquierda mediante una reorganización social integral impuesta por un gobierno de los trabajadores.
Con estos planteos llamamos a ganar la calle, a reclamar un paro activo de 36 horas y un Congreso de delegados de Bases de todos los sindicatos y centrales que discuta un programa de los trabajadores de salida a la crisis y el plan de lucha para imponerlo. Para luchar por esta salida, el sindicalismo clasista nucleado en el Plenario Sindical Combativo ganará la calle el viernes 23, en una acción unitaria de trabajadores ocupados y desocupados.
El Frente de Izquierda-Unidad, que acaba de obtener un resultado electoral importante ante el cuadro de polarización creado, debe desenvolver una gran campaña agitando un programa de salida a la crisis y llamando a los trabajadores a intervenir. En este marco insistimos en nuestro llamado a los partidos que integran el Frente de Izquierda-Unidad a realizar un Congreso nacional para deliberar y votar un programa y un plan de acción. Más que nunca, la campaña electoral debe hacerse en unidad estrecha con las luchas y con la acción directa de los trabajadores.

Gabriel Solano

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